Un hombre casado

1558 Words
— ¿Aló? — respondí mi celular al ver que era de la policía. — Hola señorita Snow, habla Andrés, soy el oficial de policía que levantó la denuncia por agresión. — Si, dígame. — Necesito que venga a la estación para retirar la copia de su denuncia, eso es lo único que falta para cerrar el proceso en contra de su ex pareja. Manejé hasta la comisaría, al llegar me hicieron pasar a una oficina bastante pequeña. Andrés se encontraba viendo un partido de fútbol que interrumpió en el momento que me miró; él me ofreció asiento al lado de su escritorio. — Muy bien, aquí se encuentra la copia de su denuncia — él extendió el documento — necesito que firme la entrega por favor. Firmé los papeles e iba de salida pero él llegó corriendo en mi dirección y en sus manos traía mi abrigo, que distraída que era. — Se le ha quedado, señorita Snow — él me lo puso en los hombros y le sonreí — disculpe mi atrevimiento pero tengo que decirle que tiene una hermosa sonrisa y sus ojos no se quedan atrás. Pude ver que sus mejillas estaban rojas por la repentina confesión, por un impulso le di un beso en la mejilla y Andrés se puso aún más nervioso. — Gracias por ser tan amable conmigo, en especial no juzgarme por mi condición y apresar al hombre que me golpeó. Ahora si me disculpa tengo que irme. Me subí en mi coche y manejé hasta mi apartamento, en el camino pensaba en aquellas personas que fueron de mucha ayuda en mi camino y que increíblemente no me juzgaban cuando se daban cuenta que era una ninfomana. Este diagnóstico me había traído demasiados problemas con personas que querían abusar de mí, ¿La última consecuencia? Mi ex pareja me golpeó por encontrarme con otro hombre que se fue huyendo al verse descubierto, vaya que los sabes escoger, Rea. Pensé que Diego era diferente y todo por conocerlo en un supermercado, que tonta que soy. — Al menos conocí a Andrés, él es realmente amable y tengo que admitir que es bastante apuesto; ¿Qué te pasa, Rea? No puedes estar pensando en esas cosas. Me sentía acalorada, Andrés tenía algo que me hacía sonrojar y al mismo tiempo sentirme entusiasmada. Pero no, no iba a estar con alguien así, además ya nuestros caminos tomaron rumbos separados y al final solo tenía que seguir con mi vida de la manera más normal que pudiera llevar. — Así que deja de pensar en absurdos, Rea Snow. No puedes ir por la vida como si todo mundo tuviera que gustarte o sentirte obligada a tener sexo con ellos. Llegué a mi apartamento, al mirar quién se encontraba en la entrada, lancé un resoplido de enfado. No podía creer que tuviera el descaro de venir aquí y menos cuando me abandonó a mi buena suerte. — ¿Qué haces aquí, Diego? — cerré la puerta de mi coche y puse la alarma — quiero que te vayas, mira como me encuentro de la golpiza que me dió el otro idiota con el que me dejaste sola. — Rea, por favor permíteme hablar contigo un momento. Escucha, si después de esto no quieres saber nada de mí, lo voy a entender. — Tienes cinco minutos — miré mi reloj y luego mis ojos se pusieron en él. — Escucha, no podía verme envuelto en un escándalo, hay algo que no te he dicho y es por miedo a perderte — él bajó la cabeza y frotó sus manos con nerviosismo — soy… soy… ¡Soy un hombre casado! Sus palabras cayeron como un balde de agua hirviendo, toda mi piel se puso roja ante la rabia que sentía en esos momentos porque a pesar que me acostaba con cuanto hombre quisiera aún tenía la moral para escoger solamente tipos solteros. — ¡Eres un desgraciado! — Paf, mi mano le dió una bofetada tan fuerte que quedaron mis dedos repintados en su mejilla — ahora menos quiero saber de ti, largo de aquí y no vuelvas a buscarme porque yo no soy el plato de segunda mesa de nadie. — Escucha, me voy a divorciar — él me detuvo y yo me solté de forma brusca — me encuentro con ella solamente por los niños, no soy feliz y en la intimidad ni se diga, es un bloque de hielo. Tú eres la primera mujer con la que me siento completamente satisfecho y la que me hace sentir la intimidad como nunca antes la experimente. — No quiero saber nada de ti, vete, poco me importan tus palabras. — Rea, solo quiero que contestes algo, ¿Acaso no sentiste una conexión especial entre nosotros? — me mostré con dudas y esto hizo que él se acercará para tomarme las manos — ¿También lo pudiste sentir? Vamos nena, admitelo, hay algo único que puede ser muy hermoso. — ¿En serio estás con ella por los niños? — lo miré con un poco de ilusión y él asintió así que sentí cierta alegría — pensaré las cosas, cualquier cosa te la haré saber. Diego se fue y yo tomé la decisión de ir a otro lado en el que sabía que me podían ayudar con esta situación. Estacioné mi carro en el consultorio de mi psicóloga, ella me había visto desde hace varios años y fue la que me ayudó con el diagnóstico de mi enfermedad. — Gracias por recibirme sin previa cita — me senté frente a ella y le sonreí — necesito ayuda con algo, verá, le fui… — Espera un momento — ella alzó su mano y cruzó sus piernas — antes de que sigas, te quiero decir que espero que no se te haga costumbre venir sin previa cita, solo por eso te voy a cobrar un extra. — Si claro, no tengo problema alguno con ello — me sentí incómoda con lo que me dijo pero lo disimulé con una sonrisa — ¿Puedo seguir o tiene algo más que añadir? Cuando ella me dió el pase para que hablará fue que le conté todo lo sucedido entre Diego y mi ex pareja, las circunstancias y por último lo que el primer mencionado me había dicho. La doctora guardó un silencio que me hizo sentir incómoda y aunque trataba de acostumbrarme a esto lo cierto es que cada vez me sentía menos ilusionada de venir acá. — No sé qué es lo que piensas tanto, al final no te puedes poner exigente con los hombres dada tu condición. Escucha Rea, uno atrae lo que es y tú al ser una ninfómana solamente vas a llamar a hombres que quieran sexo, este al menos fue sincero contigo al decirte que tiene una esposa. — Pero quizás alguno de esos hombres con los que conozco es la excepción, debe haber alguien para mí allá afuera que me quiera a pesar de todo mi pasado y mi enfermedad. — No creo que seas el tipo de mujer que alguno de ellos quiera presentarle a su madre o a su familia, pero bueno, supongamos que tienes razón, dime una cosa; ¿Cómo vas a saber que Diego no es ese hombre si no le das una oportunidad? — Supongo… Supongo… Que tiene la razón — contesté poco convencida con lo que me dijo — muy bien, le agradezco doctora, dígame cuánto es lo que le debo. Una vez que pagué la consulta me fui a mi apartamento, me sentía un poco confundida con las palabras de la doctora ya que se suponía que debía decirme cosas que me hicieran sentir bien, pero no era así. “¿Y si tiene razón? Creo que no debo de ser tan exigente y conformarme con Diego. Él tiene lo suyo también y no creo que sea tan malo, es lo que la doctora dijo, al menos fue sincero.” Me encontraba pensativa cuando mi celular sonó, ni siquiera miré de quién era y lo respondí de inmediato. — ¿Diego? — De hecho, no — pude escuchar una voz apenada y familiar al otro lado — soy Andrés, escucha, me gustaría invitarte a salir y disculpa si me estoy extralimitando con esta llamada pero quiero conocerte más a fondo. — ¿Cómo conseguiste mi número? — fue lo primero que se me ocurrió preguntar al saber que era él. — Emmmm, lo tomé de tu expediente, lo siento por el atrevimiento. ¿Sabes qué? Creo que esto es una pésima idea, hagamos como que nada pasó y mil disculpas por lo sucedido. — ¡Espera! Fuiste muy amable conmigo y creo que una salida no mata a nadie, esa será mi forma de agradecerte por todas las atenciones brindadas. Me fui a preparar, quería distraer mi mente aunque fuera un momento y Andrés quizás me ayudaría de alguna forma al ser una persona neutral, era raro pero no confiaba tanto en lo que mi psicóloga me decía y quizás es porque ella sabe cosas que él no tiene idea. — ¿Dónde nos vamos a encontrar? Para así llegar puntual y no hacerte esperar mucho — él dijo que vendría por mí y me sorprendió, generalmente los otros no eran así — ¿Seguro? No es necesario.
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