Maitane no podía creer lo que escuchaba de labios de aquella mujer, sabía que ella no hablaba por hablar, siempre había sido confiable, pero aquello era demasiado para sus oídos. — Hilda ¿Y por qué no llamaste a la policía? La otra la miró como si le estuviese hablando de cosas extrañas. — ¿Estás loca? ¡Es mi jefe, no podía llamar a más nadie! Solo los ayudé, primero a ella, luego fui con él, de allí lo llevé a tu casa, pero no, yo lo conozco prácticamente desde que es un niño, ¡cómo voy a llevarlo a la policía! ¡No Maitane, no podía hacer eso! La muchacha paso un brazo por el hombro de aquella mujer que más que empleada era muy amiga de la familia de su esposo. — Entiendo tu posición linda, pero es grave lo que me cuentas, muy grave, Alberto intentó asesinar a mi madre, y eso es

