CAPITULO 2 (PARTE 3)

1048 Words
—¿Qué le ha parecido la chica Mi Lord? —Preguntó Timotti cuando arribamos a la residencia, parecía realmente interesado en saber mi opinión sobre la mujer, posiblemente si el supiera el contenido de la carta que mi hermano sostenía en sus no estaría tan preocupado porque hablara cosas buenas sobre ella. —Tiene belleza y porte—Exclamé—Pero carece de título. —Eso no será problema para su excelencia—Inquirió inmediatamente—Si decide cortejarla y después casarse con ella será la duquesa, además…Su dote y educación no le envidian nada a la de un conde o un marques. La próxima duquesa… Pensarlo me puso de mal humor así que despaché a Timotti poniendo como pretexto mi cansancio, el anciano se marchó dejándome solo en el enorme estudio mirando directamente la imagen de mi hermano. No iba a reprocharle nada, siempre fue demasiado sentimental pero una mujer de tal calaña haría temblar hasta a él hombre más frio. —Hoy la vi—Dije siendo solo acompañado por el silencio—Debiste buscar a otra mujer, no debiste hechizarte con su belleza, si tan solo la hubieses olvidado…Estarías aquí y yo en Escocia o Francia. Ni en mis sueños más oscuros me veía teniendo que soportar la presión de ser nombrado “Excelencia”, había sido educado de la misma manera que él pero siempre fue mi hermano quien resalto en los deberes administrativos, a pesar de que no era presuntuoso si parecía sentirse orgulloso de ser un duque, le encantaba tener poder y riqueza pero eso no lo convirtió en alguien orgulloso, aunque muchos dirían que tener cierta riqueza te daba el permiso de tener orgullo. —¿Alguna vez haz pensando en quedarte en Londres Christopher? —Me preguntó mientras jugueteaba con su fusta sentado sobre aquel verde césped, aquel día habíamos cabalgado por aquellas enormes extensiones de tierra que papá había acrecentado con tanto ímpetu. Negué. —Convivir con una sociedad tan hipócrita no es lo mío, prefiero tierras extranjeras como Escocia, por ejemplo—Él sonrió, desde pequeños había dicho que conservábamos cierto parecido, aunque no había nada más alejado que aquellos comentarios, o por lo menos para mí lo eran. El llevó su palma a mi hombre donde palmeo en repetidas ocasiones. —Siempre has sido un alma libre y salvaje hermano, pero no eches en saco roto los deseos de nuestro padre, cásate con una buena mujer y ten hijos, recuerda que tu parte de la herencia siempre va a ser administrada cuidadosamente por mi hasta que estés establecido—Sus palabras me tranquilizaron sabía que podía confiar en el plenamente. —Vamos, no seas tan aburrido, eres mayor ¿Y quieres que sea yo el que se case primero? —Le eche en cara—Predica con el ejemplo Arthur, eres mi hermano mayor después de todo. Él se quedó callado por unos segundos, sus ojos permanecían fijos en el frente de manera serena como siempre. —¿Crees que no lo he pensado? —Preguntó de manera capciosa, encogió sus piernas para después abrazarlas contra su pecho—Podría casarme con cualquier mujer, estor seguro de que ninguna se negaría, pero no es tan sencillo, Londres es una ciudad llena de ambiciones, me gustaría casarme y compartir mi vida eterna con alguien de quien me sienta enamorado, el gusto es el encanto de un instante, pero el amor verdadero debe durar toda la vida ¿No es así? Tragué saliva al mirar la seriedad con la que mi hermano mayor hablaba del amor. —Esto es Inglaterra, no todo debe girar en torno al amor, es banal—Dije intentando restarle importancia, él se quedo callado con un temblante acongojado para después llevar a las manos a su bolsillo, me tendió una carta. Era tan vieja y arrugada y por lo amarillento del papel supe que era antigua. 14 de junio de 1805 Mi querida Anne: Mi corazón no para de doler, la lejanía de nuestros cuerpos y la cercanía de nuestras almas y sentimientos me vuelve loco. Tu corazón debe estar roto y me he tomado el atrevimiento de ofrecerte estas líneas para que no pienses que el amor que te profeso es falso, mi deber como duque es mantener mi linaje por sangre y el deber de Catherine es darme los hijos que dado mi estatus debo engendrar para conservar la dinastía Maxwell, el anuncio de su segundo embarazo me ha tomado por sorpresa pero es un acontecimiento que me gustaría que bendijeras porque este segundo bebé si es un varón reafirmara la seguridad de mi ducado. Mi hermosa diosa, la dueña de mi corazón y pensamientos, te amo y te amare hasta la eternidad. Sir. William Maxwell Aprete la carta en mis manos siendo presa de los recuerdos, mi padre nunca amo a mi madre y tampoco se molestaba en ocultar a su amante en turno delante de ella, madre lo aceptaba de la mejor manera porque sabía que, aunque amara de sobre manera a otra mujer no podría divorciarse de ella nunca, aquel bebé del que hablaba la carta no era otro que yo. —¿Ahora lo entiendes? —Musitó en voz baja—Padre nunca amo a nuestra a madre y en mis recuerdos mantengo su rostro lleno de congoja, ella si le quería, pero el no la amaba ni con la décima parte de la intensidad con la que ella le profesaba sus sentimientos. Me puse de pie mientras sacudía mis costosas prendas. —Mantén siempre en tu mente el respeto y las promesas que se hacen en el altar, respeta a tu cónyuge y dale siempre su lugar, los hombres como tu y yo, especialmente tu no pueden darse el lujo de amar, nuestra familia desaprobaría que amaras a algo menos que a la hija de marqueses, sin embargo, no debemos olvidar que somos caballeros. Le di la espalda mientras me dirigía al caballo para cabalgar hasta la residencia. —Hermano—Me llamó haciéndome bajar el pie del estribo—Uno no decide a quien amar, el amor no conoce prejuicios así que no culpo del todo a nuestro padre, solo rezo por no tener que repetir su trágico amor.             
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