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248 Words
Abrió la puerta encontrando al hombre colgado moviéndose como gusano, al solo hacer contacto visual el empezó a sacudirse con más fuerza, sus ojos notaron la navaja filosa en la fina mano que se encontraba manchada de sangre.
— No me mires así — pidió con falso pesar que podría verse y sentirse tan real que asustaba mucho más al pobre hombre — me haces pensar que te arrepientes de nosotros... — ella paso uno de sus dedos en la navaja que goteaba sangre.
El hombre trato de hablar pero las palabras eran ahogadas por el bozal en su boca, ella sonrío con gracia.
— Te ves... Fatal — se acercó a él con pasos sensuales, taconeando sus caderas.
Acerco sus dedos al rostro del hombre que comenzaba a respirar mal, lentamente bajo el bozal en su boca formando una peculiar sonrisa con sus sensuales labios pintados de color vino tinto, el hombre intento hablar de nuevo como lo había estado haciendo los últimos días suplicando por su vida hasta que lo noto.
Ella sonrío mucho más grande.
— Tu voz ya me tenía harta... Y tú lengua sabe muy bien, lamentablemente ya no tienes otra...
En ese momento la puerta de la habitación se abrió y la mujer solo pudo ver a través del espejo el reflejo de la persona que estaba viendo su atroz acto.
Los dulces ojos verdes claros como el mar cristalino, llenos de inocencia ahora se encontraban decaídos y asustados.
— Kayda no...
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