Capítulo 1. Festival.
El cielo estaba terriblemente oscuro, más oscuro de lo normal, a lo lejos se podían ver las serpientes de electricidad de los relámpagos estallando con fuerza para unos segundos después escuchar el atronador sonido del trueno.
Ymika tenía los puños apretados y una mirada de determinación inquebrantable en su mirada, las huellas de las lágrimas en sus mejillas eran solo unos manchones que empezaban a correrse con las gotas que caían del cielo, la tormenta había comenzado.
— ¿Estás segura de esto?
preguntó la voz gruesa y cavernosa.
Por supuesto que estaba segura, ella lo había amado tanto, ella habría dado su vida con gusto por él y ahora nada de eso importaba, nada, ni siquiera su propia vida importaba.
......
Tres meses antes.
Territorios del este del reino Deumberg.
Manada Domhain.
El festival anual de emparejamiento estaba cerca, era una tradición en la manada desde hacía siglos, una completa ridiculez para muchos y un rayo de esperanza para otros.
Durante el festival los machos solteros salían del territorio de la manada en busca de una compañera, las hembras solteras de la manada habían dejado los terrenos del clan dos semanas antes para ir a esconderse en lo profundo de las montañas.
Una semana completa duraría el festival, muchos sabían que era una completa ridiculez puesto que la mayoría de las parejas que llegaban a formarse durante el festival ya habían acordado todo de antemano, incluso en algunos casos tenían la ayuda de sus familias.
Pero dentro de la manada creían firmemente que una pareja unida en el festival sería una pareja poderosa en el futuro, cuyos cachorros serían lycans grandes y fuertes y la fortuna siempre les sonreiría.
Ymika suspiraba sentada en una alta roca, era su tercer festival, sus padres habían insistido en que participara en esos festivales apenas su loba despertó, ella por supuesto trato de negarse, pero era muy difícil hacerlo cuando se es la hija de uno de los betas principales de la manada.
Ymika había logrado regresar sin un compañero los dos años anteriores, incluso con la ayuda de sus padres sus supuestos destinados no lograron encontrarla.
«Es una completa ridiculez» pensó por enésima vez, sus padres creían que ella había llegado al mundo para engendrar cachorros poderosos, nada más y no perdían ninguna oportunidad en tratar de juntarla con algún lycan fuerte y varonil, incluso si el macho escogido era tan viejo como para ser su abuelo.
Contempló su cabello, el color chocolate de su cabellos brillaba con destellos rojizos con la luz del sol y cada onda se marcaba con más claridad.
Ymika había nacido con cabello ondulado, una rareza entre los lycans, ya que sus cabellos suelen ser gruesos y completamente lacios, aquellas suaves ondas en su cabello solo le habían traído dolores de cabeza.
No faltaba el macho que intentara tocar su cabello y no faltaba la hembra que pusiera el grito en el cielo por eso, aún así Ymika adoraba su cabello y no pensaba cortarlo como tanto le habían sugerido, lo llevaba largo hasta la altura de su trasero y siempre lo recogía en una coleta elevada.
El festival ya había comenzado, llevaba todo un día sin que nadie hubiera aparecido en donde ella estaba, una de las reglas era que debían escoger un lugar y permanecer en el sin moverse o de no su compañero predestinado no podría encontrarla.
Ellas se marchaban dos semanas antes que los machos y los machos tenían cuarto días para encontrarlas, ellas podían dejar pistas o podían esconderse por completo, todo dependía de que tan profundo era su destino con su macho predestinado.
Ymika siempre se escondía sin dejar un solo rastro, incluso daba pistas falsas a sus padres en caso de que enviaran a algún candidato detrás de ella.
Si un macho encontraba a una loba su unión era inevitable, era una regla de la manada, negarse a unirse con él o ella después de que sus caminos se hubieran cruzado era castigado con la expulsión de la manada y su familia caía en desgracia.
Ymika jugueteaba con su cabello, el sol comenzó a ocultarse y un enorme bostezo salió de su boca, dos días más y sería otra vez libre por todo un año, claro a menos que sus padres comenzaran con sus citas a ciegas.
......
Jerek caminaba en silencio por entre los árboles de la falda de la montaña, era su primer festival, no había estado presente en los últimos cinco años en la manada por lo que no había participado en los últimos festivales.
Su padre, uno de los lycans más fuertes de la manada había estado en misión diplomática al otro lado del reino, ese año finalmente habían podido llegar a un acuerdo con aquella manada y regresaron a casa.
Tan solo llevaba diez días en la manada y en ese momento se encontraba subiendo una montaña para encontrar a una compañera, Jerek caminaba tan lento que esperaba que le tomara los cuatro días salir de aquel bosque y no encontrar a nadie.
Los otros lycans habían corrido montaña arriba como si su vida dependiera de eso, hubo incluso un viejo lycan que le hizo algunas propuestas bastante extrañas antes de también cambiar con su lobo y subir la montaña.
Él estaba allí porque no tenía más opción, había averiguado bien las reglas, si encontraba a una hembra debía unirse a ella sin excepción alguna, si dos machos encontraban a la misma hembra al mismo tiempo tenían dos opciones, peleaban por ella y el ganador se la quedaba o ella escogía con cuál unirse dependiendo de que ofreciera cada macho.
Jerek había preguntado y repreguntado ¿Cómo se consideraba que hubiera encontrado a la hembra?
Al parecer sus miradas debían cruzarse y ellos debían reconocerse o no contaría, la loba podía verlo desde donde estaba oculta, pero si el macho pasaba de largo no era su destino.
Jerek tenía un plan, no pensaba levantar su mirada del suelo, si sus miradas no se cruzan, no pasa nada, claro estaría fingiendo buscar a una loba, pero en realidad estaría buscando pistas para alejarse lo más posible de allí.
«Si tan solo fueran las lobas jóvenes» pensó con fastidio, le habían dicho que toda loba soltera estaba en el festival, no le dio mucha importancia hasta que vio que todos los lobos solteros se disponían a salir de la manada.
Y eran todos, todos los que ya habían despertado a su lobo hace tres años (ahora tenían 18 años) y aquellos que posiblemente despertaron a sus lobos hace décadas o siglos, vio a un lycan que tranquilamente hubiera sido su abuelo ponerse en la fila para salir de la manada.
Jerek escuchó un ruido cerca de él y de inmediato bajo la mirada, al parecer alguna hembra estaba cerca e intentaba llamar su atención.
— Cielos...
dijo una voz vieja.
— ... me asustaste, cachorro, por un momento pensé que mis días de libertad habían llegado a su fin.
Jerek levantó la mirada y vio al lycan que podía ser su abuelo frente a él, al parecer el viejo lobo había logrado evadir el festival por muchos años.
Jerek le dio una sonrisa comprensiva y el viejo se echó a reír, después de un rato dijo:
— Te daré un consejo, si quieres mantenerte libre, lo mejor es perderse y dar vueltas hasta que el tiempo se cumpla.
El viejo lycan le guiñó un ojo y cambió con su lobo, el animal se alejó un poco y empezó a dar vueltas unos árboles más allá, Jerek le agradeció y siguió su camino, buscaría un lugar seguro y libre de hembras para perderse.
.....
Al tercer día varias parejas ya habían comenzado el descenso de la montaña, el destino les había sonreído y los había unido, claro que varias de esas uniones ya habían sido formadas de antemano, pero el hecho de que pudieran encontrarse en la montaña solo confirmaba que estaban predestinados.
Ymika se estiraba en su escondite, solo un día más y estaría libre, aquel lugar era perfecto para esconderse, lo había encontrado el primer año y desde entonces solo se escondía allí.
En aquella ocasión había estado buscando un sitio seguro, solo tenía quince años y definitivamente no quería un compañero, se detuvo en lo que parecía claramente un sendero, no podía ser un buen lugar para esconderse, estaba a punto de marcharse cuando escuchó un ruido detrás de ella.
Volteó un poco asustada y vio a un cervatillo observándola con sus enormes ojos marrones, el animalito brincó y se alejó lo más rápido que pudo.
Ymika se quedó de piedra, ¿Cómo era posible que un cervatillo estuviera tan cerca de ella y su loba no lo hubiera notado?
Al revisar el lugar se dio cuenta que entre las rocas crecían unos arbustos con unas flores azules, también descubrió que no podía notar el olor de nada de lo que estuviera detrás de las flores, el lugar era perfecto, solo debía asegurarse de que fuera apto para vivir
Le costó tres días de duro trabajo, pero consiguió un sitio seco, lejos del viento y con muy buena visibilidad, pero que no era fácil de ver desde el sendero, además estaba escondida detrás de aquella flores.
Había buscado más de aquellos arbustos y los había transplantado para no solo crear una buena barrera antiaromas, también los arbustos bloqueaban la visión.
Había pasado los últimos tres festivales completamente a salvo, ella vio a muchos lycans pasar por el sendero a solo unos metros de ella y ninguno la descubrió jamás.