¡El Despertar!

2738 Words
Capítulo I ¡El Despertar! Todo inicia cuando tenía aproximadamente quince años, faltaban muy pocos días para cumplir los dieciséis. Hasta esa edad había sido una niña muy tranquila, incluso podría decirse que era bastante sana; aunque siempre estaba llena de curiosidad, no lo voy a negar, pero aun así era una niña muy bien portada. No cruzaba en mi mente la idea de que mi lado más salvaje y depravado estaba por despertar en cuestión de nada. Una tarde normal del día miércoles me encontraba sentada en el sofá de la sala, sumergida en un programa que trasmitían en la televisión, aunque debo admitir que estaba considerablemente aburrida, ya me había perdido en mis propios pensamientos. —¡Camila! Me hablo mi hermano, Fabián, con su voz llena de zalamería, por lo cual rápidamente supe que me iba a pedir algo. —¡Linda hermanita! ¿Me haces un favor? —No. Le respondí con tono de voz cortante, sin siquiera detenerme a ver en que lugar de la estancia se encontraba. Él tiene dieciocho años y siempre se aprovecha de que yo soy la menor en la casa para obligarme a hacer todo tipo de cosas que él odiaba hacer. —No seas así, Camilita. Volvió a decirme y me acaricio la cabeza, como si fuera su mascota. —Sabes perfectamente, que siempre que estoy disponible te ayudo con todo, sin reproche. Bufé con exasperación antes de mirarlo de soslayo llena de resignación. En gran parte es verdad lo que él dijo, nuestros padres rara vez estaban en casa debido a sus negocios, y nuestra hermana mayor, Valentina, ya tenía veintiuno y no nos hacía ningún caso a los dos; siempre estaba metida en sus asuntos, sobre todo en los que tenía que ver su tonto novio. —¡De acuerdo! Comente rodando los ojos —¿Qué es lo que quieres? Pregunte rendida, porque él muy cabezotas no acepta un no por respuesta. —Lava mi motocicleta, ¡por favor! Me contesto con una sonrisa mientras continuaba jugando con mi cabello. —¿Dejarás que la monte? Pregunte con la voz y los ojos llenos de ilusión. ¡Dios Mío! ¡Amo su motocicleta! La verdad es que las amaba en general, me parecen preciosas, divertidas, llenas de personalidad y misterio. Desde niña soñaba con que en algún momento tendría un novio con motocicleta, y podría ir sujeta a su espalda ancha, envuelta en una chaqueta de cuero n***o. Fabián realizó una mueca con su boca. —¿Por qué siempre me pides algo a cambio? Cuestiono en tono ofendido. —¡Por favor! Como si tú no lo hicieras. Contraataque con una ceja enarcada sin apartar la mirada de sus orbes. —¿quieres que te lave la estúpida motocicleta, sí o no? Pregunte enarcando una ceja, casi segura de que accedería a complacerme. —¡Está bien! Pero solamente darás una vuelta aquí en la urbanización. Comento en un tono de advertencia. —La quiero lavada y guardada. Y pobre de ti, Camila, que llegue a tener un solo rayón. Oh, ¡Dios! Me dejará conducir su moto. Mi sonrisa era tan grande que no cabía en mi rostro. —Da la bendita vuelta antes de que lleguen nuestros padres. Me dijo mientras se alejaba de mí. —Si no, no podrás conducirla. —¡Está bien! ¿A dónde vas tú? Pregunte con confusión en la voz al ver que se dirigía a la puerta de la casa. —Tengo que ir a la universidad para recoger unos apuntes, pero quiero salir en la noche. Por obvias razones no tendré el tiempo de lavarla. Busco entre los bolsillos de su pantalón y saco la respectiva llave. Pero antes de soltarlas en mi palma se detuvo pensativo con el ceño fruncido. —Más te vale cuidarla. Toma. —Con mi vida entera, hermanito lindo. Le respondo con la mayor sinceridad posible. Él me sonríe y deja la llave en mi mano. Me da un casto beso en la frente antes de marcharse a toda prisa. Inmediatamente, apague la aburrida televisión y me fui al garaje como si mi vida dependiera de ello. Una vez en el espacioso estacionamiento, la observo… Está ante mis ojos su inmaculada Harley-Davidson de color n***o. Es todo un deleite a los ojos. Estaba toda llena de barro por todos lados; en las llantas, en los costados, incluso dentro de la carcasa. La estabilicé sobre unos pedestales especiales para que las llantas no tocaran el suelo. Rápidamente, fui a buscar un balde con agua y jabón y una esponja. Me esmeraría por dejar como nuevo a ese invento de los dioses. Le coloqué seguro a la puerta del garaje que daba al interior de la casa, aunque estaba sola, no quería que al llegar alguien entrara para interrumpir mi ardua labor y también el portón automático. Casi completamente a oscuras, iluminada solo por una pequeña lámpara de techo que había dentro, me puse manos a la obra. Inicie la dichosa limpieza de la belleza de dos ruedas, lo estaba haciendo con delicadeza, no quería hacerle ningún daño, parecía que le tenía una devoción a la motocicleta. Mientras lo hacía, no pude evitar que el agua llena de jabón salpicara provocando que mi franela y mi short corto de mezclilla se mojaran. Después de un buen rato ya la tenía completamente limpia, esparcí la cera especial y comencé a pulirla. El esfuerzo era agotador, al tener todo cerrado no entraba ni una pizca de aire. Mi amarré mi largo cabello n***o por un segundo, sopese la posibilidad de sacarme la blusa para quedarme en sostén. Pero ¿y si llegan mis papás?, aunque la puerta estaba cerrada, era mejor no arriesgarse. De igual manera como era bastante holgada, me la amarre a la cintura, dejando que mi vientre respirara. —¡Uf! Exclame soltando el aire retenido y dejándolo todo en el suelo. —Gracias al cielo ya terminé. Me incliné sobre la moto, apoyando mis codos en ella. De pronto, de soslayo, vi mi reflejo en el retrovisor. ¡Oh Dios! Jamás creí que podría verme tan sexy. Tenía algunos mechones de cabello pegados a mi rostro por el sudor. Mi blusa, húmeda en mis senos, no dejaba mucho a la imaginación. Se transparentaba el color de mi sostén deportivo y unos puntos duros. Me toqué dándome cuenta de que eran mis pezones. Me sentí extraña al tocarlos, la sensación no era conocida para mí. Nunca antes me los había acariciado; rozado, sí, pero en ese momento, al saber que estaba sola, me sentí con la libertad de palparlos de verdad. Me los apreté con fuerza, comprobando su dureza. Me dolió un poco, pero aun así se sintió muy bien. En ese preciso instante, a mi mente vino la escena de una película que había visto anteriormente, en aquel entonces me había llamado mucho mi atención a pesar de no ser una escena explicita. Trataba de un hombre que descubría como una muchacha cualquiera frotaba su pelvis contra su moto masturbándose. ¿Acaso eso era posible? En mi caso nunca me había masturbado. Volví a inclinarme para verme en el espejo retrovisor e instintivamente apreté mi pezón derecho, en este instante no dolió, fue más bien como un pellizco tolerable, causando un dolor soportable y agradable. Detuve mi acción con evidente vacilación, tenía miedo. ¿Realmente debía hacer algo así? La respuesta era un claro sí, la curiosidad y el morbo me hicieron sucumbir. Me subí completamente en la motocicleta, recién lavada, con la confianza de que los postes soportaran mi peso. Apoye mis pies en los bordes y la encendí como mi hermano me había enseñado desde hacía un tiempo. El motor rugió con un ruido sordo debajo de mí, haciendo vibrar todo mi cuerpo. Me incliné un poco más hacia adelante, agarrando las manillas, dándole al cambio hasta dejarlo en punto muerto. Volví a observarme en los espejos retrovisores, percatándome de como lucia mi culo en esa pose, con ese short tan corto. A pesar de ser bastante joven, me había desarrollado muy rápido, mis senos aún eran pequeños, pero mi culo era grande, redondo y duro, notándose más debido a que mis caderas sobresalían bastante. ¿Cómo es que no había notado el cuerpo que tenía antes? Lleve una de mis manos a mi culo para comenzar a acariciarlo. Lo contorneé y sin querer me descubrí pasando mis dedos por la hendidura que separa mis nalgas, hasta llegar al inicio de mi coñito. Me sentí tan lasciva en ese momento. Me bajé de la moto y me quité el short, quedando solo en mis pequeñas bragas de estilo tanga. Volví a subirme en la moto y mi piel se erizó al sentir la calidez del cuero entibiado por mi cuerpo y la vibración de la motocicleta. —¡Oh! Susurre con la voz ahogada. Doblándome hacia adelante, alcance nuevamente las manillas, sujetándome para evitar caer al suelo. Nunca había hecho algo así, una parte de mi ser, de mi conciencia trataba de impedirlo, pero la imagen de esa película me motivaba a hacerlo, de experimentar, además; la curiosidad me estaba ganando. Moví mis caderas restregando mi coñito con mucha fuerza contra el asiento y una extraña cosquilla apareció en mi entrepierna, haciendo que instintivamente tratara de cerrar mis piernas. La sensación era simplemente deliciosa, lo repetí, moviendo mi pelvis hacia atrás y hacia adelante dos veces seguidas. Una ola de placer me recorrió el estómago, era como si mi v****a necesitara de manera urgente ser presionada contra el cuero de la moto. Presioné mi cadera hacia adelante nuevamente, oprimiendo mi intimidad, le di al acelerador, sentí como el rigor del motor de la moto entro por mi entrepierna, extendiéndose en mis entrañas. Acelere otra vez y percibí la humedad en mi ropa interior. Sin alzarme, deje que las suaves sacudidas de la moto siguieran masturbándome; metí una de mis manos en mi ropa interior, permitiendo que explorara mi v****a. Entro en contacto con un líquido cálido, pegajoso. Anteriormente, lo había tocado, la diferencia es que ahora salía como si de una cascada se tratara. Me carcomía la curiosidad, así que llene mis dedos con el líquido y los lleve a mis labios, no tenía ningún color, era denso y viscoso. Pase mi lengua por mis dedos, lamiendo cada uno, descubriendo el sabor salado y un poco agrio. Me gustaba. Introduje los dos dedos en mi boca, y los chupe hasta empaparlos de saliva. Mientras mis dedos estaban siendo cubiertos de saliva por mi lengua, alce mi vista para que mis ojos encontraran el reflejo en el retrovisor. Tenía mi culo alzado en pompa, casi desnudo y abierto. Chupaba mis dedos como si fueran una rica paleta. Me pareció lo más erótico del mundo, lo que me llevo a calentarme mucho solo con verme así. Lleve la mano a mi trasero y volví a recorrer mis nalgas sin dejar de observarme. Mis inquietos dedos llegaron a los labios de mi húmedo coñito por arriba de mis bragas, mi cadera se movió en respuesta como si quisiera recibirla. Al mecerme de nuevo una nueva oleada de placer me ataco y un jadeo escapo de mi boca. ¿Qué sucedería si me metía los dedos en mi cerrado coñito? No creí que pudiera pasar algo malo. ¿Era posible perder mi virginidad con mis propios dedos?, definitivamente, no lo consideraba. Pero como igual el miedo estaba siendo protagonista en la escena también, solo me limite a tirar de mi ropa interior hacia arriba, como es una especie de calzón chino. —¡Ah! Gemí sin poder evitarlo. —¡Dios! No podía detener los sonidos que escapaban de mi boca. Las sensaciones que estaba experimentando simplemente me superaban. Tire de mis bragas una vez más, incrustándola en su totalidad en mi húmedo coñito, haciendo que se pierda entre mis labios, al mismo tiempo me mecía sobre la moto rielando, repetí el proceso una vez más. Tire con fuerza y restregué mi pelvis contra la moto con más firmeza, recibiendo cada una de las convulsiones del motor en mi v****a abierta y húmeda. ¡Se sentía delicioso! La mano continuaba fija en la manilla de aceleración, tomo mi cuerpo temblaba como hoja, sentía como mis grandes senos se mecían dentro de mi sostén. Me miré en el espejo una vez más y mi imagen me encendió mucho más. ¿Cómo se verían mis senos expuestos? Con algo de torpeza, me quité la franela y el sostén. Sin duda tenía razón. Me incliné y mire como mis senos se mecían de un lado a otro, con los pezones alzados y duros, solté mi cabello e imagine que era la chica de la película que había visto antes… Cree fricción en mi v****a una y otra vez, acelerando cada vez más, a un ritmo convulso. Me observé y gemí con mucho placer. La forma en que abrí mi boca para quejarme de mi masturbación era sencillamente deliciosa ante mi vista. No lo soportaba más, el placer que tenía era constante, pero tenía la sensación de haber llegado a un tope, y yo quería más, mucho más; no me sentía conforme aún… Perdiendo cualquier reserva que me quedaban, me penetre con el dedo del medio, pues llegar hacerlo con dos me pareció demasiado en este momento. Con algo de preocupación y miedo lo fui introduciendo lentamente sin dejar de mecerme. Me sentía como si estuviera cabalgando a un caballo, como no sabía hacerlo bien, fui probando, haciendo círculos dentro de mi v****a, hasta que choco con la pared frontal de mi coñito, provocando una ráfaga de satisfacción que recorrió toda mi cadera de lado a lado. —¡Ahhh! Gemí fuerte con mi respiración agitada. Los moví con mayor fuerza y más confianza produciendo el mismo efecto. Mi dedo parecía resbalar dentro de mí. El fruto de la excitación parecía extenderse por mi dedo, llegando a mi palma, ensuciando mi mano, pero no me importaba. Me estaba masturbando, aún no podía creerlo. Me restregué contra el cuero del asiento, acelerando mientras me contemplaba en el espejo retrovisor, encorvada y gimiendo como una loca, con los senos moviéndose en cualquier dirección. ¡Dios! ¿Esto es el placer? Cayendo en un estado de inconsciencia, desee que entrara cualquier hombre y me penetrara, nunca me consideré capaz de pensar algo como eso, pero este momento quería una polla, una v***a de verdad. Note una sensación extraña en mi interior. Todo mi vientre bajo se contrajo, apretándose como nunca imagine, seguido de un escalofrío que recorrió mi espina dorsal, provocando que me derritiera y explotara en mil pedazos a causa del orgasmo. Aunque no estaba tan segura de que se tratase de eso. Percibí como acabe con mi mano introducida en mi entrepierna. Como si nunca hubiera hecho ejercicio en mi vida, me sentí exhausta, dejándome caer sobre la moto, soltando la manecilla, dejando que vibrara en punto muerto, enviando suaves vibraciones a mi sensible cuerpo. No me percate de como mi agitación iba en aumento hasta ese momento, que me faltaba el aire, si así se sentía el masturbarte, no quería imaginarme como era el sexo de verdad. Por primera vez me invadió la necesidad imperiosa de tener novio. Me buscaría uno en el instituto lo antes posible. Recuperándome de mi inesperada corrida, me alcé, divisando de soslayo los espejo. No sabía por qué razón me ha entrado algo de vergüenza. Apague la Harley y retire las llaves del contacto, busque mi ropa con rapidez, ya que nació la preocupación de que alguien llegara y me encontrara en semejantes fachas. Sin embargo, antes de irme, me di cuenta de una suculenta mancha esparcida por todo el cuero del asiento de la moto. Mi humedad ensombreció aún más el cuero ennegrecido. Gracias al cielo me di cuenta. Tome la esponja de la cubeta y la pase por la mancha, limpiándolo. Le rocié un poco de desodorante ambiental, con la esperanza de que no guardara olor alguno de mis fluidos. Finalmente, tome todas las cosas que utilice y me marche. No obstante, al llegar a la puerta me mordí el labio inferior y reprimí la sonrisa naciente en mi boca. No tenía idea de que acababa de despertar el espíritu de la lujuria en mi interior, toda una bestia que nunca se saciaría de experimentar el placer.
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