CAPITULO 16 ― SECRETOS DE PRIMAS

1245 Words
—¿Qué mierda te pasa? —escupió Alexandra, cerrando la puerta de un golpe—. Sabes que no debes acercarte a mi papá, y mucho menos insinuarte frente a todos. Se supone que debemos ser discretas, o todo nuestro plan se irá a la mierda. Olivia abrió los ojos con pereza, sin prisa, y se estiró en el diván como una gata húmeda al sol. Sonrió. —Dios, Alex… deberías relajarte —respondió, su voz era una mezcla de burla y susurro aterciopelado—. Ese enojo solo te está arrugando la frente… y el alma. —No quiero encontrarte masturbándote así en cualquier habitación. ¿Qué tal si entra alguien más? ¿Qué tal si, no sé… Matt te ve? Él ni siquiera es parte de esta familia todavía —Alexandra bajó el tono, pero el filo seguía ahí, ardiente. —Yo sabía que vendrías —Olivia se incorporó, lamiéndose una gota de champaña del dedo—. ¿O ya olvidaste que me pediste que viniera a nuestro escondite favorito… después de que todos se fueran? Alexandra la miró con rabia… luego bajó la mirada. Un segundo de duda. Una grieta. Una rendición suave en los hombros. Y entonces, como si el deseo le ganara la batalla a la lógica, Alexandra avanzó, tomó a Olivia del cuello y la besó con una intensidad que lo quebró todo. Matt sintió que el mundo giraba de golpe. Nada tenía sentido y, sin embargo, todo ardía con una lógica visceral. Alexandra, sin decir nada más, fue directo a ponerle seguro a la puerta. El clic fue un zarpazo seco, seguido del leve giro en la perilla del tocadiscos, subió el volumen. La música ahogó cualquier culpa. Giró sobre sus tacones, caminó hacia Olivia con decisión cruel y la tomó del cuello. La empujó contra la pared. Sin previo aviso, sus labios descendieron, ávidos, hasta los senos de Olivia, lamiéndolos y mordiéndolos con una mezcla de rabia, deseo y sumisión invertida. Olivia rio, cómplice del juego, al tiempo que tomaba la botella de champaña. Dejó que el líquido dorado cayera lentamente por su torso, deslizándose entre sus senos, bajando por el vientre como un río decadente. Matt no entendía nada. Se suponía que eran primas. Se suponía… pero ahora todo tenía sentido. Esa complicidad insana. Esa obsesión mutua. Esa manera de mirarse. Y, aun así, su cuerpo lo traicionaba. Su pene palpitaba con fuerza desquiciada, marcando cada segundo como una sentencia. Cada gota de champaña, cada gemido que no se oía, pero se intuía, era gasolina para su incendio interno. Alexandra, completamente entregada, se arrodilló. Olivia alzó una pierna con elegancia perversa y deslizó su pie, pequeño, limpio, provocador, dentro de la boca abierta de Alexandra. Al mismo tiempo, el champán siguió su recorrido por la pierna hasta que cayó directamente en la lengua de su prima. —Vamos, perra… —susurró Olivia con una sonrisa torcida—. Quiero que me chupes la concha con hambre. Le dio una cachetada. Luego le escupió en la boca. Alexandra tragó sin dudar, sin pestañear. Parecía estar donde más le gustaba, dominada. Humillada. Pero completamente rendida. Era sodomizada emocionalmente por su prima… y parecía disfrutar cada segundo. Matt solo podía mirar. Ni siquiera respiraba. Su cuerpo estaba paralizado por la lujuria, el asombro y la perversión. Olivia bajó un poco más, montando la cara de Alexandra, restregando su sexo contra ella con furia suave, con violencia elegante, frotando cada parte de sí misma contra la lengua de su prima como si quisiera marcarla para siempre. Los gemidos no salían. Pero Matt los sentía. Era como si las paredes le transmitieran cada vibración. Y entonces supo que algo se había roto en él. Para siempre. La habitación era un templo perverso y él estaba atrapado como un espía enfermo o un animal acorralado por su propio deseo. Entonces… su teléfono vibró. Un mensaje. Número desconocido. “Buen momento para liberar tus demonios.” “¿Sabes qué es el voyerismo?” “Míralas aprende y obedece.” “Te daré permiso de que te masturbes viéndolas, no te preocupes por lo que dejes allí, se limpiara luego.” Entonces él, dominado por sus propios demonios, empezó a masturbarse sin culpa ni remordimiento. Era como ver una porno, pero en vivo… y el morbo era que se trataba de la familia de su esposa. Esas mujeres hermosas, elegantes, pero déspotas, que caminaban por la mansión como si fueran intocables. Alexandra puso en cuatro a Olivia sin pensarlo dos veces. Y sin una sola duda en la mirada, se inclinó para lamer su culo, pasando la lengua por cada rincón de su anatomía. No solo lo hacía… parecía disfrutarlo. Parecía excitarse con hacerlo. Olivia sonreía. Gemía. Levantaba ligeramente las caderas para darle más acceso, más espacio, más poder a la lengua desesperada de Alexandra. Para Matt aquello era una debilidad absoluta. No podía dejar de mirar. No podía dejar de tocarse. El deseo lo arrastraba como un río oscuro y violento. Luego Olivia se volteó, aún empapada, y Alexandra se metió de cara entre sus piernas, lamiendo y saboreando el jugo cálido que brotaba de ella. Los gemidos eran invisibles a los oídos, pero no al cuerpo, las respiraciones cortas, las manos temblorosas, el temblor suave de las piernas. Fueron minutos intensos, húmedos, desesperados; mordidas en la ropa interior para no gritar, respiraciones rotas contra la piel. Pero Alexandra conocía el cuerpo de su prima mejor que nadie. Mucho mejor que nadie. Solo le tomó siete minutos llevarla al borde… y hacer que se viniera en un chorro transparente pero espeso, un estallido que empapó su boca, su cara, su cuello. Alexandra quedó bañada en aquellas cataratas indecentes. Y al mismo tiempo, Matt dejó escapar un gemido sordo, brutal, mientras su m*****o liberaba chorros de semen caliente que se derramaron sobre su mano, sobre y sobre el cajón de madera del armario. Una sincronía tan retorcida como perfecta. Sus manos temblaron. Su respiración se volvió irregular. El corazón latía como si fuera a romperle el pecho. ¿Qué me están haciendo? ¿Qué diablos estoy yo haciendo? Cuando al fin pudo respirar, sintió que recuperaba una parte de sí… y que otra parte había quedado pegada al interior del armario. En ese mismo instante… Olivia se levantó con una risa suave. —Vamos a bañarnos —dijo, deslizándole un dedo por la mandíbula a Alexandra, acercando sus labios a los de ella apenas un suspiro antes de separarse, como si quisiera dejarle un fuego encendido bajo la piel, mirando a Alexandra con una sonrisa satisfecha—. Quiero que este cuarto huela solo a perfume cuando alguien más entre. Entraron al baño. La ducha se encendió. Voces apagadas. Risas. El vapor comenzó a filtrarse por debajo de la puerta. Matt abrió el armario con una lentitud mortal. Como si las bisagras pudieran gritar y delatarlo. Salió. Apenas sentía las piernas. Cruzó la habitación. Cada paso era un ladrón caminando por un templo prohibido, abrió la puerta, miró atrás un segundo. Nadie. Salió al pasillo y cerró. Se apoyó contra la pared. Las manos le temblaban. ¿Qué carajo acabo de hacer? ¿Qué carajo acabo de ver? Sentía que todo era una espiral. Su teléfono vibró otra vez. Otro mensaje. “Muy bien, voyeur.” “Primer nivel superado.” “Esto apenas comienza.” “No te atrevas a hablar.” “Pronto sabrás por qué estás aquí.”
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD