15 de septiembre
Querido diario:
Hoy cumplo 18 años... y todo el mundo me ha dicho que esta es la edad de los cambios. Si supieran lo que me está pasando de verdad, probablemente se morirían de la risa por lo acertados que están, o saldrían corriendo como locos. La verdad ni yo sé qué preferiría.
Todo empezó esta mañana, me desperté sintiendo mi cuerpo distinto, como si cada terminación nerviosa estuviera hipersensible. Era una sensación extraña que me recorría entera. Como ese hormigueo que sientes cuando alguien te gusta y se te acerca demasiado, pero multiplicado por mil.
Mi mamá entró a mi cuarto super feliz con un pastel que olía increíble (aunque me estaba dando náuseas, lo cual es raro porque normalmente me vuelvo loca por el dulce)
—¡Feliz cumpleaños, mi Luna! —pero se le borró la sonrisa apenas me vio— ¿Estás bien, cariño? Te ves... diferente.
¿Diferente? Qué palabra tan suave para describir cómo me sentía. Era como si mi cuerpo se hubiera vuelto pequeño para contener todo lo que había dentro de mí, como si algo nuevo y poderoso quisiera salir.
—Estoy bien, mamá, —mentí —solo ando medio dormida.
Me miró fijamente un momento y juro que vi miedo en sus ojos, pero desapareció tan rápido que pensé que me lo había imaginado todo.
—Bueno, vístete y baja a desayunar, tu padre y yo tenemos una sorpresa para ti.
Genial, más sorpresas, como si mi cuerpo no me estuviera dando suficientes por hoy.
Y entonces se asomó Selene, mi media hermana, es dos años mayor, con el pelo perfectamente planchado y ese tono de voz que hace que quieras golpearla.
—¿Ya se despertó la cumpleañera? —dijo apoyándose en la puerta— dime que al menos te bañaste, porque hueles... raro.
—Selene —le advirtió mi mamá sin voltearla a ver.
—¿Qué? —dijo, sonriendo con ese aire de superioridad tan suyo— solo digo la verdad.
—¿Podrías no molestarla, por una vez? —dijo mamá suspirando.
—Tranquila, solo estoy saludando a mi hermanita favorita —y recalcó “hermanita”con sarcasmo, me dieron ganas de lanzarle el pastel en la cara.
—Lárgate —le dije, sin disimular mi fastidio.
—Ay, qué carácter —rió— pero tranquila, no todos los días se cumplen dieciocho… y no todos pueden decir que su genética funciona tan... bien —puse en blanco los ojos.
Cuando ellas se fueron, me arrastré fuera de la cama y me miré al espejo, vale, algo andaba muy mal.
Mis ojos siempre han sido marrones normalitos, pero ahora brillaban con un toque dorado que nunca había visto antes. Y mi pelo., bueno, siempre ha sido rebelde, pero esto era diferente, parecía tener vida propia.
"Tranquila, Luna," me dije suavemente, "seguro es solo un mal día de cabello. Nada que no arregle un buen acondicionador."
Pero mientras me tocaba el pelo, noté que mis manos temblaban ligeramente. Todo mi cuerpo parecía vibrar con una energía nueva que me asustaba y me intrigaba al mismo tiempo.
Bajé las escaleras sintiendo cada músculo tenso, cada paso me hacía más consciente de mi cuerpo. Era como esas mañanas después de hacer ejercicio, pero mezclado con una sensibilidad que me hacía notar cada roce de la ropa contra mi piel.
Encontré a mis papás en la cocina, susurrando como si estuvieran compartiendo secretos. Se callaron de golpe cuando me vieron.
—¡Ahí está nuestra cumpleañera! — mi papá trató de sonar normal, pero había algo raro en su voz.
Me senté mirando el plato de huevos con tocino. El aroma era tan intenso que me mareaba, aunque normalmente es mi desayuno favorito.
—Gracias, pero paso, — dije, alejando el plato con cuidado.
—¿En serio no vas a comer? —preguntó Selene sin levantar la vista de la pantalla de su celular— qué raro, pensé que con eso de tu “metabolismo especial” tendrías hambre todo el tiempo.
Le lancé una mirada que decía todo lo que mi mamá no quería oír.
—Selene —dijo mi papá—
—¿Qué? Solo digo —se encogió de hombros— me da curiosidad cómo se siente eso de... no ser totalmente humana.
—Selene —repitió mamá, más seria.
Ella sonrió, satisfecha de haber logrado molestarme.
Mis papás se miraron con esa mirada de preocupación que los padres dominan tan bien.
—Luna, cariño— dijo mi mamá —hay algo que tenemos que decirte.
—¿Qué pasa? — pregunté, tratando de controlar el temblor en mi voz.
Mi papá respiró profundo, como preparándose para algo difícil.
—Luna, eres... especial.
No pude evitar un suspiro de frustración.
—Sí, claro, como todos los hijos son especiales para sus padres.
—No, Luna — insistió mi mamá — eres realmente especial, diferente.
Se quedaron en silencio por un momento.
—¿Van a decirme qué está pasando o seguimos con las adivinanzas? — dije, frunciendo el ceño.
Se miraron entre ellos.
—Eres una mujer loba, Luna.
Me reí, qué broma tan mala para este día.
—Buenísimo, papá. ¿Esta es la gran sorpresa? ¿Una broma de cumpleaños?
Pero nadie se reía, mamá tomó mi mano.
—No es broma, mi amor, es la verdad y ya es hora de que lo sepas.
El mundo se detuvo, mi cerebro se negaba a procesar lo que estaba escuchando.
—Pero... pero… —tartamudeé — los hombres lobo no existen, son puros cuentos…
—Son tan reales como tú y como yo — dijo mi papá en voz baja —y has sido una desde que naciste.
Mi mente daba vueltas, nada tenía sentido pero al mismo tiempo... todo encajaba. Los dolores, los cambios, esa sensación de que algo dentro de mí quería despertar.
—¿Por qué ahora? — fue lo único que pude decir, —¿Por qué me lo dicen justo ahora?
—Porque hoy cumples 18 — explicó mi mamá — es cuando empieza la transformación. Cuando tus sentidos despiertan.
Sentidos... como si no fuera ya bastante confuso estar descubriendo mi propio cuerpo, ahora tenía que lidiar con esto.
Selene se cruzó de brazos y bufó bajito.
—Qué lindo —dijo— algunos nacen con todo y otros…con nada.
—¿Qué? —le solté, mirándola.
—Nada —contestó con una sonrisa falsa— solo que ojalá lo valores, ya sabes, no todos tenemos la suerte de tener colmillos y súper olfato.
—Selene —la voz de mi papá fue cortante.
—Tranquilos, solo digo, no quiero interrumpir el gran momento familiar. Disfruten de su luna llena.
La vi salir del comedor con ese caminar de modelo, me hervía la sangre. No solo sabía del secreto, lo disfrutaba.
—¿Qué... qué me va a pasar? — pregunté, notando cómo mi corazón se aceleraba.
—Vas a cambiar —dijo mi papá — tu cuerpo, tus sentidos, todo será más fuerte, más intenso. La luna guiará tus cambios al principio, te hará sentir cosas que…
No terminó la frase, no hacía falta, lo entendía perfectamente.
—¿Me voy a convertir en algo peligroso? — pregunté con miedo.
—No, mi amor — mi mamá apretó mi mano y el contacto me hizo estremecer — no eres peligrosa, eres una mujer loba. Es parte de quien eres, de quienes somos.
Mi corazón dio un vuelco.
—¿Ustedes también...? — ni pude terminar la pregunta.
Mi papá asintió.
—Toda la familia de tu madre lo es, desde hace generaciones.
Me levanté de golpe, sintiendo que el aire de la cocina me ahogaba.
—Necesito... Necesito aire — apenas pude decir.
—Luna, espera — mi mamá también se levantó —hay más que tienes que saber.
Pero ya estaba corriendo hacia la puerta, necesitaba espacio, necesitaba pensar, necesitaba escapar de todas estas sensaciones que me abrumaban.
Cuando salí, los aromas del bosque me inundaron: tierra húmeda, corteza de árbol, flores silvestres... todo tan intenso que casi podía saborearlo.
Los árboles pasaban como manchas borrosas y de repente me di cuenta: estaba corriendo mucho más rápido de lo normal.
Me detuve en un claro, respirando agitadamente, cada sonido del bosque resonaba en mis oídos como música.
"Esto no puede estar pasando," susurré, pero mi cuerpo me decía lo contrario.
Podía oler cosas que jamás había percibido, escuchar sonidos que deberían ser imposibles de captar. Era como si el mundo entero se hubiera vuelto más vívido, más real.
Un movimiento captó mi atención y me giré instintivamente. Un ciervo me observaba desde los arbustos, inmóvil. En una situación normal ya habría huido, pero permaneció ahí, como hipnotizado.
Y yo lo miraba también, podía oír su corazón latiendo, percibir su aroma. Algo dentro de mí despertó, no era solo hambre... era un instinto más profundo.
"No," susurré retrocediendo, "no soy un monstruo, no voy a..."
El dolor me interrumpió, atravesando todo mi cuerpo como una corriente eléctrica.
Caí de rodillas jadeando, mis manos se hundieron en la tierra húmeda y vi con una mezcla de horror cómo mis uñas se alargaban.
"No, no, no," gemí mientras el dolor aumentaba, "esto no puede estar pasando."
El dolor se intensificaba, como si cada célula de mi cuerpo estuviera transformándose. Podía sentir cada cambio, cada mutación.
—¡Luna! — escuché a mi mamá a lo lejos —¡Luna, ¿Dónde estás?!
Quería gritar, pedir ayuda, pero lo único que salió fue un sonido grave y animal.
El ciervo por fin reaccionó y salió corriendo... y algo dentro de mí rugió con deseo de perseguirlo. No era solo el instinto de caza... era el llamado de algo más salvaje.
"¡No!" luché contra el impulso, "no soy un monstruo, no lo soy."
Pero mientras mi cuerpo seguía cambiando, mientras sentía cada transformación, la duda crecía. ¿Qué era yo realmente? ¿En qué me estaba convirtiendo?
—¡Luna! — ahora también oía a mi papá —¡Luna, contesta!
Quería responder, quería que me encontraran... pero otra parte de mí, una parte nueva y aterradora, solo quería correr libre, seguir sus instintos.
Un aullido se escuchó en la noche y me di cuenta con terror que provenía de mí.
Mientras la luna subía en el cielo, iluminando todo con su luz plateada, sentí que mi lado humano se iba desvaneciendo, reemplazado por algo salvaje.
Y en ese momento, mientras la transformación me consumía, tuve un último pensamiento coherente:
"Feliz cumpleaños, Luna. Bienvenida a tu nueva vida."