Haz silencio y corre

Hace varios días el "pánico" atacó el pueblo de Green bank, el pueblo más tranquilo de Estados Unidos. De un poco más de 250 personas se habían encontrado 2 personas muertas y se veía que habían sido comidos por algún animal mientras que 3 personas habían desaparecido. Los vecinos estaban bastante asustados con lo que había pasado hace dos días y las puertas de las casas por primera vez en mucho se cerraron con llaves y cerrojos. Las mascotas durmieron adentro y la única cafetería que había en el lugar cerró cuando empezó a oscurecer. Morgan ofuscada con la gente del pueblo se tiro en la cama, sobre qué ya estaba cansada de ser la única adolescente prácticamente del lugar ahora no podía ir a la cafetería o a la biblioteca que era la única diversión. Cuando su madre le dijo que tenía un nuevo empleo que pagaban el doble se alegró pero la parte de dejar las r************* , el celular y hasta los mensajes de texto le resultó locamente imposible pero aquí, hace dos meses que vive aquí. Parece ser que la única doctora de aquí falleció por ende su madre ocupó el puesto. Estaba en el último año de secundaria pero ahora debía estudiar en un aula con 7 alumnos contando a ella, en todo su colegio serán alrededor de 40 adolescentes pero del último año solo 7 y todos se conocían de niños, eran súper raros cosa que a ella no le interesó mucho incluirse en su grupo, ella sabía que solo quedaba este año para luego irse a New York con el padre. —Deberías estar lista Morgan, siempre llegando tarde como siempre —dijo su madre entrando por enésima vez a la habitación. —Lista —dijo poniéndose la remera. —El desayuno está servido come bien porque a la noche no estaré y no creo que tú te hagas la cena sola —le habló la mamá con ternura, extrañaba la relación con su hija pero ella estaba muy ofendida por estar sin el celular. —Ahora bajo —contestó Morgan moviendo sus ojos, cansada de la insistencia de su mamá que lo único que hacía era molestarla. Cuando la mamá estacionó en la pequeña entrada de la escuela Morgan bajo rápidamente y se puso la capucha, odiaba su pelo n***o ya que se sentía bicho de otro pozo, aquí todos tenían el pelo dorado y sus ojos celestes o verde esmeralda. La mamá negó y se puso triste, estaba cansada del rechazo de su hija ya que sabía que el divorcio y la lejanía de sus amigos y novio no ayudaban a su relación. Cuando llegó al trabajo se encontró con dos cuerpos más comidos, las huellas eran extrañas ya que no lograba reconocer los dientes de aquel animal que estaba bajando el número de habitantes del pueblo. Mientras tanto Morgan se encerró en el baño para que la hora de matemáticas pase sin ser vista, pero para su sorpresa no era la única. Dos chicas que por las voces parecían dos años más abajo que ella. —Deberías tener cuidado, es mucho riesgo para un chico que no conoces —hablo la morena, la única chica de piel oscura en el lugar. —No te preocupes —quitó interés la rubia más linda del pueblo—. Luego del árbol del aljibe hay que caminar alrededor de 50 pasos y listo, hay cobertura y las ondas no afectan las bases militares por ende puedo hablar con mi chico y usar las redes bebé. —Pero como cargas el teléfono —dijo sin creerlo la morena. —Pongo la batería en el sol y luego la pasó muchas veces en mi jeans, eso me da al menos dos minutos de teléfono —le contó el secreto, secreto que le serviría mucho a Morgan. Cuando las chicas por fin se fueron luego de hablar de otras cosas que no le interesaban Morgan salió por la ventana de la escuela y empezó a caminar hacia la entrada. Ahí estaba el único rebelde de la escuela, el único que fumaba cigarro y bebía cerveza, iba a mi aula y se llamaba Joaquín. —Oye tu —hablo Morgan—. ¿Dónde está el aljibe? —puso sus brazos en su costado. —Qué gano yo —sonrió este queriendo dejar de ser invisible para la chica nueva que tanto llamaba su atención. —No seas imbécil, te ganas el poder hablar conmigo—él la miró con interés—. No cualquiera puede hacerlo —quería reír por dentro cuando vio su cara de asombro y superioridad. —Veo que sabes lo de los teléfonos —sonrió él—. Yo te llevaré ¿Lo tienes aquí? —dijo queriendo saber si llevaba su teléfono encima. —Si en la mochila —hablo Morgan. —Bien, estoy aburrido, seré tu guía —sonrió él mostrando su apliqué de oro en su colmillo ya que además de ser el Bad boy también era el más rico. El camino se hizo largo, mientras que el estado físico de Morgan le pasaba factura además tenía que escuchar las idioteces del chico que la hablaba y nombraba a gente que no conocia, contaba chismes que no le interesaban. —Ya pasamos los 50 pasos desde el aljibe —habló Morgan molesta ya que había contado todos los pasos y 5 de más. —Lo sé pero en 200 pasos más hay una pequeña cabaña cosa que Mercedes no sabe —dijo y nombró a una chica, nombre horrible para ser la mas linda, su padre debe amar los autos. —¿Cómo? —dijo ya que en el campo no había cabañas ni nada habitable. —Mi papá es el alcalde y debía tener la forma de hablar con su amante de París o la de México yo lo descubrí asique me dió una copia de la llave —sonrió satisfecho de traicionar a su madre por un celular. Cuando llegaron a la cabaña Morgan prendió el celular cuando el cargador conectado, tardó un poco más de lo que ella recordaba en prender pero al fin lo hizo, Miles de mensajes le llegaban pero solo quería revisar los de una persona, los de su padre que eran más de 7 mensajes. —Se que no puedes ver los mensajes porque no tienes señal y esas cosas pero estoy esperanzado de que lo hagas. Están pasando cosas muy extrañas desde hace unos días —3 días tenía el primer mensaje al igual que dos más. —La gente ha aparecido muerta, comidas y muchas personas desaparecidas hasta que por fin encontraron el porqué de la situación —leí en voz alta y Joaquín me miró sorprendido—. es de mi padre, está en New York. —La gente se ha comido entre sí pero no cualquier gente amor, muertos vivientes —tape mi boca con la mano y mi teléfono cayó, Joaquín lo agarró del suelo y leyó lo que faltaba. —La ciudad es un caos, yo me encerré en el sótano donde hay provisiones para 2 meses por catástrofes climáticas como lo sabes, estaré aquí por si lees esto —termino de leer—. ¿Esto es serio? Cómo no supimos nada —hablo sin creerlo. —¿Entraste a algún portal de noticias? —negó—. es raro que en las redes nadie publique nada. —Es que solo lo uso para ver porno —dijo sin tapujos ni vergüenza. Morgan agarró su teléfono y terminó de leer los mensajes, decían que esperaba que estuviera bien, que la esperaría hasta que la comida termine. El último mensaje era de hoy. —Debemos decírselo a los demás —se paró Morgan y agarró el celular, lo apagó y salió de la cabaña seguida de su compañero. Mientras tanto la mamá de Morgan, Margot estaba en la morgue terminando unos papeles cuando vio como una de las bolsas de los cadáveres recién traídos se movió apenas, ella pensando que un milagro había pasado fue rápidamente a abrir la bolsa, el cuerpo se levantó y atino a morder su brazo, la cara podrida del cadáver y las venas marcadas, la piel blanca casi transparente dejaron a Margot asombrada, era la única en el pequeño hospital, el sobreviviente se tiró de la cama y empezó a caminar hacia ella con lentitud y con las piernas abiertas. Margot agarró un cuchillo y se lo clavó en su frente, el cuerpo cayó inerte, empezó a marearse y salió corriendo como pudo del lugar, cuando abrió las puertas de la calle justo venía el alcalde con uno de sus vecinos, al verla lastimada la socorrieron, ella explico cómo pudo ya que el habla le empezó a costar, la mordida le quemaba por dentro y de un momento a otro su pulso fallo para luego morir en los brazos de el alcalde, que aterrado corrió dentro de el hospital, la puso en una camilla e intento hacer el RCP que ella misma le había enseñado pero no hubo caso, había muerto. El señor Thomas se quedó al lado del cuerpo mientras Julián el padre de Joaquín fue hasta el teléfono de la oficina, un teléfono apagado en caso de alguna emergencia así y tantos muertos y desaparecidos valían la pena para hacer una llamada dentro del radio de los militares. Varios números y tonos después Julián se resignó a qué nadie lo atendiera, sintió un grito, parecía el señor Thomas asique salió rápidamente de la oficina para encontrar a el señor Thomas en el suelo y a Margot encima de él. —¿Estás bien? Pensé que habías muerto —él la buscó con la mirada y cuando ella se dio vuelta el cayó sentado de la impresión. La cara de la bella mujer que atendía a la gente del pueblo ya no quedaba nada, toda llena de sangre, sangre de el señor Thomas porque se lo estaba comiendo, su cara estaba pálida y las venas estaban a la vista, parecía que de a poco se iba pudriendo por dentro. Cuando quiso levantarse del suelo y correr Margot se le tiró encima y él como pudo la empujó pero ella alcanzó a morder su brazo antes de salir corriendo. Y así se extendió el virus en el pueblo, que hacía unos días venía arrasando con el mundo pero que ellos no estaban enterados.