Capítulo 4: Aiyana

1103 Words
IG:@s.dalsanto17 Al día siguiente: 30 de marzo Después de despedirme de Adam, agarré mis cosas alrededor de las cuatro de la madrugada y salí a pie para cruzar la frontera con Suiza que solo se encontraba a algunos pocos kilómetros de la casa de mi amigo. Conozco muy bien los procedimientos que debo seguir para pasar de ser percibido aún con mi nueva identidad, y es que no sé quién tiene secuestrada a la hija del embajador y mucho menos los motivos por los cuales lo han hecho. Tampoco sé que tantas influencias pueda tener esta gente y hasta qué punto pueden llegar a tener vigilancia. Continuo a pie hasta que de pronto me percato de que hay un pequeño taller que tiene motos a la venta y mi instinto me dice que posiblemente se trate de algo ilegal. El sitio se ve abandonado y no es para menos, está en un lugar inhóspito de este pequeño pueblo. Me acerco al lugar, y apenas consigo llegar a unos pocos pasos de la entrada cuando un hombre mayor sale de lo que se supone que es la oficina y me mira de mala gana. Al encontrarnos tan cerca de la frontera con Francia, tengo suerte de que el hombre me esté hablando en francés y no en suizo-alemán como lo hacen en otras partes del país. Él se ve molesto con mi presencia, pero de inmediato soluciono todos los problemas cuando saco un fajo de billetes de mi mochila y señalo la moto que se ve perfecta para mi misión —Je veux l’acheter— (quiero comprarla) le indico y a pesar de su desconfianza, él me indica con su mirada de que puedo acercarme un poco más. —C’est le tien— (es suya) Responde y de inmediato le entrego el dinero. Él entra al local y a los pocos minutos sale con unas llaves y me las lanza —Ne m’a jamais vu— (Nunca me vio) —Ni toi à moi— (Ni usted a mi) Sentencio y voy directamente hacia la moto para subirme, ponerla en marcha e irme. […] Después de haber seguido las indicaciones del GPS durante varias horas, finalmente he llegado a un sitio bastante cerca de la comuna de Rougemont. La comuna está localizada en mitad de camino entre Ginebra y Berna, algo que a mi parecer es un punto muy estratégico para poder huir en caso de ser necesario. Dejo la moto a algunos pocos metros de la ubicación de las coordenadas, y llevo mi equipo para hacer trabajo de inteligencia. Necesito saber cuáles son las posibles rutas de escape, como puedo sacarla de aquí, pero, sobre todo, saber si hay gente rodeando el perímetro. Hago un análisis profundo a medida que me voy acercando al lugar y es que verdaderamente no se me puede escapar ni un solo detalle. Me acerco por el bosque para poder divisar el sitio, y para mi sorpresa me encuentro con una cabaña de madera muy pequeña, que posiblemente tenga una sola habitación «¿Quién rayos secuestra a alguien y la trae a una trampa para ratones?» Me cuestiono y sigo observando a mi alrededor. No veo hombres armados, perros, cámaras, ni nada que indique que esto pueda resultar en una misión de alto riesgo, por ende, decido tomar el riesgo y no dar más rodeos a la situación. Me coloco mi equipo de protección, mi pasamontañas, y sin más tomo mi arma, una que pretendo no usar al menos de ser extremadamente necesario. Empiezo a caminar hacia la cabaña, y a medida que me voy acercando verifico una y otra vez que no haya ningún peligro alrededor. Nuevamente siento mi pulso acelerarse a causa de la adrenalina que siento y es así que compruebo que estoy vivo, que no soy un soldado más caído en aquella guerra donde perdí a tantos compañeros. Llego a la puerta de la cabaña, y me preparo para entrar. Cuento de uno a tres en mi mente y pateo la puerta con fuerza hasta que esta se abre y entro —¡Quietos!— Grito a quien sea que este aquí, pero el área de la sala se ve vacío. Continúo caminando hacia la puerta que está cerrada y al igual que la anterior la pateo —¡No se muevan!— Exclamo por inercia, pero al ver lo que está sucediendo, me quedo sin habla. La mujer que me han descripto está en la cama con un hombre de cabello rubio y ambos se cubren de inmediato al verme —¡¿Quién eres?! ¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraron?— Cuestiona ella completamente confundida. —¿Aiyana Ackerman?— Inquiero y en estos instantes me siento un imbécil. —¿Quién eres tú?— Insiste. —Tu padre me envió a rescatarte, pero…— Intento explicar y se miran entre ellos. —¡Mierda!— Exclama él —Me van a matar, ¿no lo ves?— Le dice el hombre —No me mates por favor— Me pide. —No voy a matar a nadie, pero ella tiene que venir conmigo— Exijo y la cara de ella es de vergüenza absoluta. —No quiero ir con mi padre— Explica y encojo mis hombros. —A mi no me importa, debo llevarla con él quiera o no— Sentencio y me acerco con la intención de tomarla del brazo, pero ella se mueve. —No se le ocurra tocarme— Me dice firme y me observa fijamente con esos ojos azul cielo que tiene y la sabana se cae exponiendo su cuerpo, uno que pareciera ser tallado a mano. —Entonces vístase y venga conmigo sino quiere que a su amigo le pase algo— Amenazo y es que en verdad no sé si él es el secuestrador y ella se enamoró, o es que todo esto se trata de una huida romántica. Ella se vuelve a cubrir con la sabana y lo mira —No puedo dejar que te pase nada, lo siento— Susurra y lo besa para después levantarse de la cama sin ningún pudor de que yo esté aquí y comenzar a vestirse. Salir de la habitación no es una opción, por ende, me doy la vuelta sin soltar mi arma y espero a que ella se termine de vestir. «¿De qué se trata todo esto?» Me pregunto una y otra vez, pero la única respuesta que se me viene a la cabeza es que es un problema grave, uno de esos de los que no quería saber nada.
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