Los Alfas Kristen y Cristian se sentaron en su sala de reuniones, escuchando atentamente a uno de sus miembros, que había llegado con una noticia urgente.
—¿Qué pasa, Jax? —preguntó Kristen, mientras cruzaba sus dedos arriba del escritorio—¿Por qué vienes con tanta prisa?
Jax respiró profundamente antes de hablar.
—Es la bruja del bosque —dijo—. Ha regresado, y esta vez no viene sola.
Cristian se inclinó hacia adelante, interesado.
—¿Qué quieres decir? —preguntó.
Jax se aclaró la garganta.
—Dice que la bruja quiere hechizar el pueblo —dijo—. Y que ahora anda con una aprendiz del diablo, una niña rara que parece tener poderes oscuros.
Kristen y Cristian se miraron entre sí, preocupados.
—Eso es grave —dijo Kristen—. Debemos tomar medidas para proteger a nuestro pueblo.
Cristian asintió.
—Sí, debemos actuar rápido —dijo—. No podemos permitir que la bruja y su aprendiz dañen todo lo que construimos, ¡le dimos una oportunidad, y mira como nos paga!— Cristian gruñó, mientras daba vueltas en la sala
—Debemos actúa rapido— dijo Kristen
Los Alfas comenzaron a hablar entre sí, discutiendo planes y estrategias para proteger a su pueblo.
—Debemos enviar a nuestros mejores guerreros para que vigilen el bosque —dijo Kristen —. No podemos permitir que la bruja y su aprendiz se acerquen al pueblo.
—Sí, y debemos también hablar con los ancianos del pueblo —dijo Cristian—. Ellos pueden tener conocimientos sobre la bruja y su aprendiz que nos pueden ayudar.
Mientras los Alfas continuaban discutiendo, Jax se quedó en silencio, pensando en la noticia que había traído. Sabía que la bruja del bosque era una amenaza real, y que debían tomar medidas para proteger a su pueblo. Pero también sabía que la situación era más complicada de lo que parecía, y que debían tener cuidado al enfrentar a la bruja y su aprendiz.
—Jax— llamo Cristian —Es hora de trabajar, reúne a la gente del pueblo—
—Quiero ir a la batalla— dijo Jax firme
—¡No!— afirmaron los mellizos —No vas a ir, apenas acabas de tomar el mando de tu padre como Beta, sabes que es demasiado arriesgado— intervino Kristen serio
—Está bien— murmuró el joven y salió en busca de las personas
Los Alfas Kriten y Cristian salieron de su gran casa y se dirigieron al pueblo, rodeados por sus guardias personales. La noticia de la bruja y su aprendiz había causado un gran revuelo en el pueblo, y los Alfas querían calmar a los habitantes y obtener más información sobre la situación.
Al llegar al pueblo, los Alfas se encontraron con un grupo de personas reunidas en la plaza central. Estaban hablando y gesticulando, y parecían muy asustados.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó Kristen, acercándose al grupo.
—Es la bruja del bosque —dijo uno de los habitantes—. Ha regresado, y esta vez tiene una aprendiz.
—¿Qué saben sobre la aprendiz? —preguntó Cristian.
—Es una niña —dijo alguien—. De unos 14 o 15 años de edad. Seguro que la bruja la ha criado para que sea su sucesora.
Los Alfas se miraron entre sí, preocupados. Una niña de 14 o 15 años de edad era muy joven para estar involucrada en la brujería.
—¿Alguien ha visto a la niña? —preguntó Kristen.
—Sí —dijo alguien—. La he visto en el mercado con la bruja. Es una niña muy rara. Tiene los ojos grises y tiene una pequeña cicatriz en la cara es extraña,
—Es como su estuviera hechizada— grito un hombre
—¡Deben matarlas!— grito la multitud
—Les dije, que esa anciana no era de fiar, ella mato a mi madre— hablo Jax con rencor
Los Alfas se miraron entre sí, cada vez más preocupados. Una niña con una cicatriz no era normal. Parecía que la bruja había encontrado a alguien con un gran potencial para la brujería.
—Debemos encontrar a la niña y hablar con ella —dijo Cristian—. Tal vez podamos ayudarla a escapar de la influencia de la bruja.
Kristen asintió.
—Sí, debemos actuar rápido. La bruja no va a dejar que la niña se vaya sin luchar.
—¡Deben matarla también!— grito una mujer
—¿Quien es el Alfa?— gruño Cristen y todos se callaron
Por otro lado la anciana y Atlas caminaban por el camino, rodeadas de árboles y maleza. La anciana iba delante, con una expresión seria y reprochadora.
—¿Por qué me ibas a salvar? —dijo la anciana, sin mirar a Atlas—. Esa gente es mala. ¿Y si te agarran? Allá te vas a quedar y vas a volver agarrar pulgas y piojos.
Atlas se sintió culpable y se apresuró a disculparse.
—No señora, lo siento —dijo—. Es que no quería que le hicieran algo.
—Te vas a caer, camina más lento— reprochó la anciana
—Ya se caminar, no soy una niña—
La anciana se detuvo y se dio la vuelta para mirar a Atlas. Su expresión era severa, pero había algo en sus ojos que parecía... compasión.
—No te preocupes por mí, Atlas —dijo la anciana, con una voz un poco más suave—. Puedo cuidarme sola. Pero tú... tú eres joven y vulnerable. No puedes dejar que te lastimen.
—Ahí va otra vez con los gritos—
—¿Quien grita? ay muchachita piojosa, no me hagas que te de tu bastonazo— grito
—Ya, ya esta bien
–Solo, cuídate, hay personas malas Atlas, solo siente su latir y sabrás quien te miente y quien te dice la verdad
Atlas se sintió conmovida por las palabras de la anciana. Sabía que la anciana se preocupaba por ella, pero no quería que se notara.
—Sí, señora —dijo Atlas, con una voz sumisa—. Lo siento. No volverá a pasar.
La anciana la miró durante un momento, y luego asintió.
—Bien —dijo—. Vamos a seguir adelante. Tenemos que encontrar un lugar seguro para pasar la noche y el resto de nuestras vidas, ya no podemos ir a ese pueblo.
Atlas asintió y siguió a la anciana, sintiendo una sensación de alivio y gratitud hacia ella. La anciana podía ser dura y severa a veces, pero Atlas sabía que la quería, aunque no lo demostrara abiertamente.
Mientras caminaban, la anciana se dio la vuelta para mirar a Atlas de vez en cuando, con una expresión que parecía... maternal. Atlas no se dio cuenta, pero la anciana estaba empezando a sentir un vínculo más fuerte con ella, un vínculo que iba más allá de la simple protección y cuidado.
—Camina derecha, pareces una orangutana,
—Y usted un león— murmuró Atlas
La señora se rió pero Atlas no se percató