Atlas:Me despierto por un fuerte golpe, vuelvo a levantarme,
—¡Arriba tu padre te quiere ver!—
Atlas:Con pasos torpes empiezo empiezo caminar, —¿Donde estoy?—
—¡En donde más! en la manada, tu padre te mando a buscar—
Atlas:—¿Ya puedo salir?— mi corazón se agranda, me tropiezo con algo, levanto mi cara esquivo algo que venía contra mi
—¡En la cara! dale en la cara—
Atlas:Escucho como todos aullan y gritan, nosé de que me hablan, estoy algo mareada tengo hambre quiero vomitar me siento débil, escucho como mi padre me humilla y me dice cosas, ¿por que no es como papá lobo? —Papi ¿en donde estoy?—
—Mejor que luches porque de lo contrario vas a morir— gruño
Atlas:—¿Morir? papi sálvame nose de donde me atacan— empiezo a recibir golpes por todos lados hasta que me quedo tranquila, todo pasa muy lento, mi respiración es lenta los aullidos se convirtieron en pequeños susurros de la oscuridad, como luciérnagas en medio de una tormenta.
Giro mi cabeza abro mis piernas esperando el próximo movimiento.
Federek:—¿Que?— me levanto no puedo creerlo, Atlas esta luchando y a oscuras, esta noche es la luna menguante en donde nosotros los lobos del Silencio somos más fuertes.
Me acerco rápido ignorando a mi lobo que quiere salir para defender a esa maldita niña, no lo dejo, Atlas esta con sus ojos grises su cabello lleno de sangre pegado a su cara, su cuerpo pálido y flacucho en donde le abre la boca aún lobo y lo parte en dos —¿Como es posible?— siento unas manos que me acarician mi espalda
—Margaret ¿Como es posible? Atlas ha estado en la oscuridad toda su miserable vida y aún así cuando sale ¿es fuerte?—
Margaret:—La estas tratando muy suave, envíale a mi hija, ¡ella si sabrá ponerla en su sitio y matarla de una vez por todas!—
Federek:Atlas se queda inmóvil mientras su cara apunta en mi dirección, ella está a unos metros alejada de nosotros y nos divide una gran jaula de plata, veo como entra Múnich la hija de Margaret tiene un bate de púas e su hombro
Múnich entró en la jaula con un bate de púas en la mano. Atlas sintió su presencia y se asustó. Se pegó a la jaula, quemándose la espalda
—¡Ah, no! ¡No! ¡No!– gritó Atlas, mientras se retorcía de dolor.
—¡Frede, detente! ¡Ella es solo una niña!–
Pero el Alfa, Federek, gruñó para que se callaran. Quería que Atlas se concentrara en su dolor y su miedo.
Múnich aprovechó que Atlas estaba sufriendo y se acercó a ella. Atlas gritó cuando sintió el primer golpe del bate en su espalda. Múnich le dio en la cara con el bate, dejándole una pequeña cicatriz en la mejilla.
Atlas empezó a gritar mientras la sangre le corría por la cara. Se sentía débil pero su furia empezó a crecer y un cambio en su cuerpo apareció. Se levantó y empezó a atacar desgarradoramente a Múnich.
Las garras de Atlas salieron de sus manos y se clavaron en la cara de Múnich. La destrozó, dejándola sin vida y tirada en el suelo.
Margaret se asustó y empezó a gritar y a maldecir a Atlas.
—¡Mata a esa niña!— ordenó Margaret al alfa. —¡Manda a todos a matarla!—
Pero Frédéric se transformó en su lobo y protegió a Atlas de todo. La rodeó con su cuerpo y gruñó a los demás lobos para que se mantuvieran alejados.
—¡Nadie tocará a mi cachorra!— gruño el lobo
—Sabes que Federek no la acepta como su cachorra, vas a tener problemas con tu humano ¡POR PROTEGER A ESA MALDITA NIÑA!—
El lobo salto arriba de Margaret, con ganas de matarla
—¡No lo hagas! por favor! vas a tener problemas con papá— grité
—Tu vida se salvo por mi cachorra—
Atlas se sintió acorralada, pero también se sintió protegida por su padre. Sabía que él la defendería con su vida, bueno el lobo se su padre
Finalmente, los lobos se calmaron y Atlas fue llevada a un calabozo. Pasó un cierto tiempo encerrada sin comida y sin nada.
La oscuridad y el silencio eran sus únicos compañeros. Pero Atlas no se rindió. Sabía que tenía que sobrevivir, no solo para sí misma, sino también para su padre y su manada.
Atlas no sabía cuánto tiempo ya había estado encerrada en el calabozo. La oscuridad y el silencio eran sus únicos compañeros.
—¿Por qué me han abandonado?— preguntó Atlas, su voz débil y llena de dolor. —¿Por qué me han dejado aquí sola?—
La única respuesta fue el eco de su propia voz en las paredes del calabozo.
De repente, escuchó pasos afuera de la celda. La puerta se abrió y una figura entró.
—¡Agua!— gritó la figura, lanzando un cubo de agua sobre Atlas.
Atlas se levantó y bebió el agua con ansia. También comió los restos de comida que le habían lanzado.
Pero la soledad y el dolor seguían siendo sus compañeros constantes.
Un día, la puerta de la celda se abrió de nuevo. Una figura entró y la agarró, lanzándola al suelo.
—¡Matala!— gritó la figura.
Atlas sintió los golpes en su cuerpo, pero no podía ver nada. Su vista era borrosa debido a los golpes y la tierra que le caía en la cara.
De repente, escuchó la voz de Frede.
—¡Basta!— gritó Frédéric. —¡Ella tiene que batallar!—
Uno de los hombres se acercó a Frédéric
—¿Batallar?— preguntó el hombre. —Pero ella es solo una niña, recién está cumpliendo 11 años—
Frédéric se acercó al hombre.
—¡Cállate!— gritó Frédéric. —¡Yo soy el alfa y tengo que tomar las decisiones!—
—¡Pero es tu hija!— grito el beta
—¿Mi hija?— se burló Frédéric
Atlas se levantó, dolorida y sangrando.
—¡Vamos!— gritó Frédéric. —¡Tienes que batallar contra los lobos que están atacando nuestra manada!—
Atlas se dirigió hacia la salida del calabozo, pero uno de los hombres se detuvo.
—¡Espera!— dijo el hombre. —¡Necesita algo para protegerse! no la vas a enviar así ¿verdad?—
Frédéric se molestó.
—¡No necesito protección!– gritó Atlas atrayendo la atención de todos —Si tengo que morir, moriré con honor—
–¿Muy valiente?— se burló Margaret
Pero el hombre insistió.
—¡Por favor, Frédéric!— dijo el hombre. —¡No queremos que se lastime!, no es ni Meguante, ella está débil al igual que nosotros—
—Estamos en una guerra, todos tienen que pelear— grito Margaret
—¿Por qué tu?— intervino el hombre
—No puedo, estoy esperando un bebé, y mi nena aun esta pequeña para las batallas—
—¿Pequeña? Atlas si esta pequeña ¡Tu hija tiene 15 años—
—¡Suficiente! Atlas va adelante porque sabe pelear, la muy estúpida salio a mi, así así demuestra de lo que vales o vas a morir— gruño Frédéric
—Papá—
—¡No soy tu padre!—
Frede se calmó un poco
—¡Está bien!— dijo el —¡Ponle algo para protegerse!—
Le pusieron un traje de protección a Atlas y la llevaron a la batalla.
Pero justo cuando estaba a punto de empezar a batallar, escuchó gritos desgarradores de una mujer y aullidos de dolor.
De repente, alguien la tomó y se la llevó lejos, ocultándola en un hueco.
—¿Que le hacen a esa mujer?— grito Atlas
—No hables—
—¿Quien eres?— dijo ella
—Alguien que siempre ha estado contigo, mi niña has sufrido demasiado, es hora de salir de acá—
—¿Quien me trajo?—
—El lobo de tu padre, es triste que los lobos no podemos decidir con quien estar. Mira tu padre te odia sin motivos te lastima, casi mueres en esa lado oscuro, pero hoy saldremos—
—Tengo que salvar a esa mujer— dijo Atlas asustada
—No sabes ni donde está, ¿como la vas a encontrar?—
—Confía en mi, como yo confío en ti— dijo Atlas