Aún afuera de la iglesia...
ESTRELLA
El joven de la otra vez ha venido a ayudarme de nuevo, debe ser un ángel que Dios me ha enviado para salvarme del hambre en el momento justo, lo veo frente a mis ojos ofreciéndome comida y dinero y no lo puedo creer, debo estar soñando.
— Buenos días, pensé que tenías hambre y te traje ésto
— ¿Para mí? ¿De verdad? — pregunto sorprendida
— Sí, no veo a nadie más por aquí mirando hacia ese puesto de comida con tanto anhelo — dice sonriente
— Perdón, no quise incomodarlo, joven
— Oh, no me incomodas en absoluto, sólo quiero ayudarte
— Le agradezco mucho, pero no puedo aceptarlo
— ¿Y por qué no? ¿No has venido aquí para pedir ayuda? Pues aquí estoy, yo soy tu ayuda
— Bueno, sí, pero usted ya me ayudó mucho el otro día cuando me dio unos billetes
— Para serte sincero, no lo recuerdo, pero no tiene nada de malo recibir mi ayuda dos veces
— No, ¿Cómo cree? Qué vergüenza
— Vergüenza es robar y sé que tú no lo haces
— ¡Ah, no, eso jamás! Prefiero morirme de hambre
— ¿Lo ves? Por eso mereces mi ayuda — extiendo los brazos y las manos para recibir lo que ha traído para mí.
— Muchas gracias, joven.
La campana de la iglesia suena, señal de que la misa está por comenzar y él se va, pero no sin antes dedicarme unas últimas palabras.
— No hagas caso de la gente, aquí todos son bien recibidos.
— Gracias, nuevamente.
Luego de comer y guardar el dinero que me dió el joven, me acerco para escuchar la misa a sólo un pasito de la puerta de la iglesia. Busco a quien me ayudó, pero entre tanta gente no lo puedo encontrar para agradecerle y ponerme a su servicio, y cuando la misa termina me espero para verlo, pero tampoco lo consigo, entonces y sólo entonces cuando la gente se va y la iglesia se queda vacía es que me arrodilló ante Dios y me pongo a rezar desde lo más profundo de mi corazón pidiendo por mi familia en Andalucía, por la persona tan generosa que me ayudó y por el hijo que llevo en mi vientre, lloro al pensar en el cruel destino que le depara a mi lado.
— La misa terminó, hija, ¿Por qué sigues aquí? — me dice una voz.
Nerviosa, volteo para ver quién me habla.
— Padre, — digo con alivio — qué bueno que es usted
— ¿Y quién más podría ser?
— No lo sé, por eso tenía miedo
— Soy el padre Jacobo — él me ha dicho su nombre, ahora debo decirle el mío, ¿Debería decirle que me llamó Estrella? ¡No, no! Vine a la ciudad para empezar de cero y creo que debería tener otro nombre, veo a la virgen de Guadalupe y eso me inspira.
— Lupita, para servirle a usted y a Dios — extiendo la mano para saludar, pero de inmediato me percato que está sucia y la retiro.
— Mucho gusto, Lupita — él toma mi mano para saludarme y no le importa que no esté limpia
— Padre, ¿Puede confesarme? — pregunto emocionada
— Claro que sí hija, aunque no es hora de confesiones, haré una excepción sólo por tratarse de tí.
— Le agradezco mucho.
Llegamos al sitio donde el padre hace las confesiones y me pongo en posición
— Ave María Purisima…— dice él esperando mi respuesta, pero ni siquiera sé que responder — Ave María Purisima, hija — insiste
— Es que… — respondo
— Hija, ¿Si sabes que para confesarte debes tener la primera comunión?
— ¿La primera comunión?
— Si no la tienes, no puedes confesarte
— ¿En serio? Yo pensé que sólo bastaba con arrepentirse de los pecados
— Acompáñame, vamos a platicar afuera del confesionario.
El padre y yo caminamos alrededor de la iglesia mientras me hace preguntas.
— Dime, Lupita, ¿Para qué querías confesarte?
— Ay, padre, si yo le contara, pero cómo es un pecado muy grande no puedo hacerlo si no me confiesa
— Prometo guardar el secreto de confesión aunque no lo sea
— ¡Ya dijo! Bueno, en realidad no podré ocultar mi pecado por mucho tiempo porque pronto se me notará.
El padre me mira la panza con asombro.
— ¡Hija! ¡¿Estás embarazada?!
— Sí, padre, voy a tener un hijo
— ¿Pero no estás muy joven para ser madre?
— Pues sí, pero fue lo que me mandó diosito y no puedo renegar de mi suerte
— ¿Y dónde está el padre de tu hijo?
— No lo sé
— ¿Cómo que no lo sabes? ¿Pues qué edad tienes, Lupita?
— Tengo diez y ocho años y no sé quién es el papá de mi hijo porque no le pude ver la cara — mis lágrimas salen de mis ojos sin permiso y un nudo se coloca en mi garganta haciéndome la voz ronca y el padre se ha dado cuenta de mi desgracia
— Ay, muchacha, cómo lo siento.
Me limpio las lágrimas rápidamente y sigo platicando con el padre Jacobo.
— …Y por eso llegué a la ciudad buscando mejorar mi suerte, pero ya me ve, nadie me quiere dar trabajo y vivo en la calle por eso estoy sucia y mal oliente — explico volviendo a llorar.
— La vida ha sido dura para tí en los últimos meses, ven, te voy a llevar a un lugar donde podrás esperar a tu hijo tranquilamente.
Espero que diosito me perdone por mentirle a un sacerdote, pero no quiero que nadie sepa de dónde vengo ni quién soy en realidad, pues tengo la esperanza de que mi vida mejore.
En el auto…
IGNACIO
Me alegra haber ayudado a esa joven, se ve que no la ha pasado nada bien, al menos por hoy podrá comer bien, a pesar de todo se ve linda cuando sonríe, ojalá pudiera volver a verla y no sé, ofrecerle un trabajo, ¿Por qué no se me ocurrió antes? Es increíble cómo a pesar de todo me inspira confianza y se nota que es una buena persona, que ha sufrido bastante…
— Has estado muy pensativo, hermano, ¿Te pasa algo? — cuestiona Lili
— Sólo pensaba en una muchacha de la calle que ayude hace rato
— Ay, yo pensé que pensabas en que ya no querías ser novio de Marbella
— Ya sé que ella no es de tu agrado, Lili, lo que no entiendo es el porqué
— ¿Pues por qué va ser? Porque te trae todo atarantado y además es tan odiosa
— No es odiosa
— Como dije, te trae todo atarantado
— Lili — reprende mi madre
— Está bien, me callo, pero todos sabemos que digo la verdad
— Eres una niña muy celosa, no sé lo que harás cuando tengas tu primer novio
— Si me voy a ver cómo tú, entonces eso nunca va a pasar
— Algún día tendrás que enamorarte y…
— Yo creo que Lili aún es muy pequeña para eso — interviene mi padre
— Mejor cuéntanos sobre la muchacha que ayudaste, hijo — sugiere mi madre
— Es que es la segunda que le ayudo a la pobre y estaba pensando en ofrecerle algún trabajo, mamá, pero no sé
— ¿Y qué te hace pensar que quiere trabajar?
— Porque a pesar de tener hambre no le ha robado a nadie
— ¿Eso te dijo? — cuestiona mi padre
— Sí, lo vi en su mirada
— ¿Su mirada, eh? — repite Lili
— Sí, su mirada era limpia, pura y además, parecía haber llorado mientras miraba el puesto de comida fijamente
— ¿Y dónde está ahora?
— No lo sé, la ví en la misa, pero luego entre el gentío la perdí de vista
— Es una lástima, aunque quizá el padre Jacobo ya hizo lo suyo — dice mi madre
— Sí, es probable que ella ya tenga la ayuda que necesita, luego le preguntamos — dice mi padre
— ¿Y es bonita? — pregunta Lili
— Creo que sí, aunque estaba sucia
— Interesante
— Sé lo que piensas, Lili, y no, no estoy interesado en ella
— Yo no dije nada
— Pero lo insinúas
— No, de ninguna manera, yo sólo dije que es interesante que a pesar de estar sucia parezca bonita, si es así es porque debe serlo y ¿Y qué hace alguien como ella en la calle?
— Bueno, hija, — interfiere mi padre — los caminos de la vida son muy inesperados, no sabemos por lo que ha tenido que pasar
— Eso es cierto, además su ropa era como del campo, como si no fuera de aquí
— Quizá viene de algún pueblo y se perdió en la ciudad — dice mi madre — vamos a buscarla para preguntarle
— Daré la vuelta…