Ludmila tragó saliva. Sintió la sensación característica del orgasmo golpearla. Su lindo y atractivo cuerpo se vio sumergido en aquel torbellino de emociones, sintió que las piernas se le tensaban, la respiración se le agitaba y un cosquilleo le llenaba el cuerpo de placer. Su frente estaba cubierta por una ligera capa de sudor. Llevó su dedo índice a la boca intentando no soltar ni un solo ruido, no deseaba que los guardaespaldas que custodiaban la puerta de la habitación supieran que estaba autocomplaciendose. Tomó aire, su pecho bajaba y subía como si hubiera corrido un maratón. Sus mejillas estaban ligeramente coloradas debido al orgasmo y en su mente solo podía recordar el aroma de Franco y sus ojos oscuros mirándola como si fuera nada. ¿Desprecio? ¿Con eso la había mirado? Apretó l