—Vaya sorpresa… la reina al volante. Pensé que eso estaba por debajo de ti. Camille lo miró de reojo mientras presionaba el control del coche. —A veces me gusta recordar que puedo manejar más de lo que todos creen. —Hizo una pausa, y sus labios se curvaron apenas en una media sonrisa—. Incluidos hombres como tú. Él arqueó una ceja, disfrutando del filo de sus palabras. —Qué fría. Y al mismo tiempo… tan peligrosa. Camille dio un paso hacia él, lo bastante cerca para que el perfume de su piel lo envolviera. —Dime algo, Alexander. ¿Qué tan entretenido es trabajar tan de cerca con Alison? —La pregunta salió en un tono suave, casi casual, pero sus ojos azules eran cuchillas de hielo. Alexander sostuvo la mirada, con la sonrisa torcida. —Lo suficiente para mantenerme ocupado. ¿Celos? Ca

