Día cinco: Cuervo

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—¿Aún respira? —No —le respondí—. ¿Me puedes ayudar? Es demasiado pesada y no puedo yo sola. —¿Por qué no llamamos a la policía y le decimos que fue un accidente? —Porque tú y yo sabemos que no lo fue, y tarde o temprano encontrarán la verdad. —¿Y si sus familiares la vienen a visitar? —No será mañana, me he asegurado de anotar los días en los que la visitan y no lo harán hasta fin de mes. —Bebé —me coge de la mano—, sabes que te apoyo en todo lo que me pidas. —¿Pero? sé que hay un pero. —Solo quiero que pienses bien en lo que estás haciendo. —Hace cinco años cometí un delito y todas las evidencias fueron almacenadas en un pequeña memoria que ella guardaba en su dije con forma de cuervo, de esa forma ella me controlaba... —¿Y tu solución fue matándola? —No fue premeditado, tú viste que se rehusó, no fue mi culpa que perdiera el equilibrio y rodara por las escaleras. —Alicia... —Ben, si no quieres ser mi cómplice lo entenderé, además fuiste de gran ayuda, nadie buscará en el armario. —¿Qué harás con el dije? —Lo quemaré y arrojaré sus restos en el río. Salimos de la casa por el patio sin que nadie nos viera y cojimos el camino más corto en carro hasta llegar al río. Prendí un fósforo y dejé que el fuego consumiera mi gran secreto.
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