Después de una relajante ducha, Naomi decidió llamar a su amiga Jen. —¿Aló? —contestó Jen al segundo timbre. —Soy Naomi —dijo ella con una sonrisa, intentando sonar tranquila. Del otro lado, escuchó un suspiro largo y cargado de emoción. —¡Gracias a Dios! ¿Estás bien? ¿Dónde estás? ¿Tienes algún problema? Puedes contarme lo que sea. La voz de Jen sonaba tan triste y preocupada que Naomi optó por hacer una videollamada. Al aparecer en pantalla, su rostro estaba iluminado por una sonrisa. —¡Hola! Estoy más que bien… incluso feliz. Me voy a casar en unos días. —¿¡Qué!? ¿Con quién? —Jen se llevó la mano a la frente, asombrada, como si quisiera atravesar la pantalla del celular. —Conocí a alguien. Es un buen hombre. Todo ha sido tan extraño que no sabría cómo explicarlo, pero quiero que

