Mientras Scott observaba cómo Naomi bajaba las escaleras, Julio murmuró entre dientes, sin quitarle los ojos de encima: —Primo, la miras como un corderito... Eres un idiota. ¿Quién iba a pensar que nuestro jefe iba a caer rendidito? Una sonrisa se escapó de los labios de Yanina, la novia de Ismael. Las demás mujeres, sin embargo, solo observaron con expresión fría, incómodas por la presencia de la humana entre ellos. Scott no tardó en responder, con una mirada seria que bastó para imponer silencio: —¡Cállate, imbécil! Ven, nena —ordenó Scott, haciéndola caminar tras él como si fuera un cachorro obediente. La sentó sobre sus piernas y añadió con firmeza—: Come. Le acercó un trozo de jamón que ella aceptó sin resistencia. —¿Tienes algún problema con mi apariencia? —preguntó ella, confun

