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Mi lista de Navidad

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Blurb

Abril, Emma, Cloe, Maite y Charly tienen la oportunidad de conocer el amor, el deseo y el verdadero sentido de la Navidad en esta historia, tan sorprendente como hermosa.

Parecen no tener nada que ver, pero en tiempos mágicos nada es lo que parece.

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1
01 de diciembre Emma corría acalorada, subiendo las escaleras del subte. Otra vez llegaba tarde al consultorio, donde trabajaba como secretaria. Se había quedado estudiando y había olvidado programar su despertador. Cuando la luz del sol alcanzó la ventana de su habitación abrió los ojos sobresaltada, apenas se lavó la cara y los dientes con premura, se puso una falda azul que pedía un buen planchado a los gritos y una musculosa blanca con puntillas y sin siquiera mirar si Abril, su amiga, con quien compartía departamento se encontraba despierta, salió a toda velocidad intentando adquirir un aspecto aceptable en los pocos segundos que duraba el trayecto de los cinco pisos en el ascensor. Entró al consultorio y luego de colgar su mochila en el perchero de la entrada, agradeció que nadie hubiese llegado aún. Comenzó a recoger su largo pelo n***o en una colita alta y se dirigió a la cocina para prepararse un café. Puso una cápsula en la cafetera y mientras esperaba comenzó a mover su cuello, buscando algo de elongación para eliminar el dolor que tenía por estudiar en posiciones inadecuadas. Entonces una voz masculina la sobresaltó, haciendo que se quemara los dedos con el café. -Buenos días- dijo el doctor Enzo Laville, desde la puerta y al verla agitar sus dedos con gesto de dolor se acercó un poco para asistirla. - ¿Estás bien? Perdón, no quise asustarte. –dijo Enzo tomando su mano con delicadeza e inspeccionándola con cuidado. Emma contuvo el aliento y bajó la mirada, no era la primera vez que hablaba con él. Llevaba un año trabajando allí y, sin embargo, aún se ponía nerviosa en su presencia. Enzo era un hombre alto de contextura grande y físico cuidado, según podía apreciar debajo de las camisas prolijamente planchadas, que llevaba cada día. Tenía su pelo corto castaño claro y ojos color avellana que transmitían templanza. Pero lo que más la inhibía era su voz grave, que encontraba tremendamente seductora. No intercambiaban más que conversaciones relacionadas con temas laborales, él siempre era correcto y por más que lo había intentado, no conocía demasiado de su vida personal. En su consultorio había sólo dos fotos, una junto a sus padres y su hermana menor y otra con un grupo de amigos, en una playa que impresionaba bellísima. Rosa, la secretaria anterior, a quien Emma había reemplazado, sólo llegó a contarle que era soltero, por una penosa circunstancia del pasado y si bien ella se moría por conocer más, nunca tuvo el valor de preguntarlo. -Estoy bien, sólo pensé que me encontraba sola, por eso me sorprendí. Su primer paciente no llega hasta dentro de una hora, doctor - le dijo soltando lentamente su mano del contacto con sus dedos. -Tuve una urgencia en el hospital y decidí venir directamente. - le respondió Enzo abriendo los muebles de la pequeña cocina, buscando algo que no parecía encontrar. Emma se agachó y sacó del segundo cajón una taza, se incorporó y se la mostró moviéndola de manera graciosa con su mano mientras sonreía. -Ya le preparó un café. - le dijo – Se nota que nunca viene por esta zona del consultorio. - agregó, arrepintiéndose casi instantáneamente. ¿Quién era ella para decirle algo así? Se dio vuelta para buscar una cápsula y cerró los ojos con fuerza intentando borrar sus palabras, pero Enzo emitió una corta carcajada que le devolvió un poco de confianza. -Ni por acá ni por la de mi casa. No te das una idea de lo malo que soy para la cocina. - le dijo aún sonriendo. Emma presionó el botón que iniciaba el proceso para servir café y volvió a mirarlo con una tímida sonrisa. -Debo confesar que yo tampoco soy muy buena, por suerte tengo una amiga que es genial, siempre nos llena el freezer para que no tengamos que cocinar. – le dijo, sin saber porque estaba hablando de Maite en ese momento. - ¿Les llena el freezer? ¿A vos y a tu novio? - le preguntó Enzo, intentando sonar desinteresado, pero logrando que Emma se sienta confundida. -A mí y a mi mejor amiga. Compartimos departamento desde que terminamos el secundario. - aclaró sin entender muy bien porque lo hacía. Cuando el café estuvo listo Emma lo tomó y se lo entregó, sin saber cómo continuar con la conversación. Enzo dio un sorbo y volvió a sonreír. -El tuyo ya debe estar frío. - le dijo mirando la taza que se encontraba sobre la mesada. Emma la miró y levantó sus hombros haciendo una mueca con su boca que puso a Enzo en alerta. Un cosquilleo comenzó a fluir en su estómago y fue suficiente para que se alejara. No quería problemas, no desde lo que le había pasado. El sólo salía con mujeres que no conocía y, sobre todo, que podía no volver a ver. Por más que Emma era una joven atractiva, que trataba con dulzura a cada una de las personas que asistían al consultorio, él, allí, sólo veía problemas. -Bueno, voy yendo al consultorio. - dijo cambiando su tono al tono profesional que solía usar. Antes de salir de la cocina señaló la mano de Emma y agregó: -Si te duele tengo una crema que podes ponerte. - le dijo haciendo referencia a la quemadura. Emma volvió a sacudir su mano restándole importancia. -Estoy bien, gracias. - le dijo y lo vio alejarse, intentando deshacerse de los nervios que el tenerlo cerca le había producido. El resto del día continuó siguiendo la rutina. Enzo era un cardiólogo infantil reconocido, su agenda era bastante apretada y apenas tenía tiempo de descansar. Cuando Emma vio que era pasado el mediodía y aún faltaban tres pacientes, entró al consultorio, antes de que llamara al siguiente y dejó un recipiente con una deliciosa tarta que su amiga había preparado para ella. -Para que vea que no miento cuando digo que mi amiga es una excelente chef. - le dijo con una sonrisa y sin darle tiempo a responder volvió a salir del consultorio sin cerrar del todo la puerta. -El doctor está con una llamada importante, ni bien termine continúa atendiendo - les dijo a las familias que esperaba en la sala de espera con una dulce sonrisa y antes de cerrar la puerta con disimulo le guiñó un ojo a Enzo que por segunda vez en el día la encontró peligrosamente hermosa. Se retiró horas después, luego de completar la atención, por un llamado desde urgencias del hospital donde uno de sus pacientes había sido ingresado. Lamentó no poder despedirse de Emma, ya que ella había salido a hacer unos trámites. Sin embargo, cuando Emma volvió, encontró una caja sobre su escritorio. Llevaba una pomada para quemaduras y una nota de Enzo escrita en uno de sus recetarios. Aplicar dos veces por día previa higiene. Felicitar a su amiga por la exquisita comida. Aceptar que el próximo almuerzo lo invite yo. Emma sonrió y su corazón comenzó a latir con fuerza, guardó la nota en su agenda y no pudo borrar la sonrisa de su rostro por el resto del día

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