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PREDESTINADO/ PRESENTE.

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Blurb

Ayla es una joven médica de combate, que decide no solo cuidar de sus compañeros mediante la medicina, sino también comienza a estudiar la disciplina de la katana y el combate cuerpo a cuerpo y así poder enfrentarse a sus enemigos. Ayla desea poder evitar que el mal que la ha perseguido desde varias vidas atrás logre su cometido. Su destino está sellado y sabe que en cualquier momento el poder que guarda en su interior cobrará lo que una de sus vidas pactó, así que a toda costa debe evitar esa calamidad que podría acabar con la humanidad, se ve envuelta en un amor que complica todo.

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PROLOGO.
"Predestinado. Se le aplica a aquel cuyo destino ya está escrito. De esta forma, se entiende que la persona predestinada tiene su final definido desde el momento de su nacimiento por obra de una divinidad o de algún tipo de fuerza mayor..." El rastro de la sangre recorrió la katana empuñada por Agni; aquel líquido de un color intenso llegó hasta sus manos al mismo tiempo que un temblor en estas comenzó a surgir, haciendo que retirara de aquel cuerpo la katana heredada por su padre que jamás pensó usar contra ella. La hermosa katana con empuñadura negra cayó al suelo, al igual que lo hizo también aquella mujer, pero Agni logró detener su caída al abrazarla. Ella solo sonrió con un aire nostálgico al ver el rostro del hombre que más amaba. —Lo siento... Fueron las palabras más tristes que ella escuchó provenientes de él. Ella acercó su mano hacia la mejilla de Agni y con ternura acarició. —Fue lo correcto, nunca dudes de eso, yo... Me he salido de control... Yo lo hice mal, hice algo que no debí, pensando que estabas... Me alegra que estés con vida. Un rastro de sangre salió sutilmente por la comisura izquierda de los labios rosas que ella poseía. —¡Perdóname! ¡Perdóname! Él vio cómo de la herida que él mismo había provocado, el sangrado era incontrolable. Con una de sus manos trató de detenerlo, pero Nahiara lo detuvo. —Debes dejarme ir... Yo soy un peligro para la humanidad, lo sabes... He acabado con muchas personas. No puedo seguir en este mundo. Las lágrimas comenzaron a brotar en él. —Te amo. Ella sonrió. —También te amo, pero el amor no puede detener esta oscuridad que en mí vive, que yo llamé con aquel pacto. No puedo controlarme; este poder oscuro se ha apoderado de mi voluntad. No puedo detener la maldad que trata de apoderarse de mi cuerpo, que trata de hacer cumplir con lo que pacté darle. Algo que, por la angustia y el dolor de no tenerte, no debí ofrecer; no soy nadie para quitar las almas de las personas y mucho menos ofrecerlas. Agni la abrazó fuertemente, tratando de mantener el recuerdo de aquellos días donde pudo ver un poco de felicidad en ella. —Necesito pedirte algo. Las fuerzas de Nahiara se agotaban con cada palabra que ella soltaba. —Prométeme que lo harás. Él asintió, porque las palabras se habían esfumado. —Debes encontrarme. —¿Encontrarte? —Estoy segura de que esta oscuridad buscará la manera de cumplir su cometido, así que renacerá trayendo consigo muerte y caos. Quizás no sea ahora, pero sé que regresará. —Pero yo solo soy un ser común. ¿Cómo podré encontrarte? Ella sonrió. —No solo los males renacen, también lo hacen las voluntades. Tú no eres solo un ser común con una espada, eres la persona que debe detenerme, posees la fuerza y eres mi contraparte, eres... Ella tomó un poco de aire para continuar hablando. —Eres fuerte y decidido, hoy lo demostraste al hacer esto. Todo ese poder es único, por eso solo tú puedes detenerme... Además, con el poco poder que aún mantengo de haber sido la sacerdotisa blanca del pueblo, aún puedo tratar de detener algo que yo misma causé. —Pero yo... —Lo siento, esto tiene que ser así. Ella colocó la palma de su mano sobre el hombro de Agni. Un dolor intenso sobre esta parte de su cuerpo se hizo presente. —La marca te acompañará toda la vida y será heredada a alguien de tu descendencia y resurgirá solo cuando lo que habita en mí regrese. Tu trabajo será hacer que me teman, que tengan miedo de este poder, que me odien por lo que hice y por lo que puedo hacer; no debes permitir que algo de amor se refleje en las historias que tú debes contar. —Eso no puedo hacerlo, yo te amo. —Debes odiarme, nuestro amor no trajo nada bueno, yo... casi cuesta la vida de más personas, no podemos permitir que pase nuevamente. Nahiara, con las pocas fuerzas que tenía y tratando de controlar aquella ansiedad de acabar con todo, incluido con el hombre que la miraba, alejó los brazos de Agni y levantó su cuerpo. Ella se encontraba de rodillas, acercó su frente a la de él, se acercó lentamente. Finalmente, unió sus suaves labios con los de él, sabiendo que sería el último beso. Nahiara sentía un dolor más fuerte que el físico; sabía perfectamente que no volvería a ver a Agni y, dentro de sus recuerdos, agradeció haberlo conocido. El dolor profundo era inevitable sabiendo que nunca más en la historia de la humanidad ellos podrían tener un final feliz, un final que ella misma condenó. Sintió cómo el calor en su cuerpo crecía. Él pudo observar cómo uno de los tatuajes que provenía de su espalda crecía abarcando parte de su mejilla derecha. Él mordió su labio sabiendo que ella luchaba con los deseos oscuros y estos eran evidentes en los tatuajes en su espalda y ahora parte de su rostro. —Debo irme, no puedo luchar más; si lo hago, es probable que ya no pueda controlarme. —No quiero... Ella lo abrazó aferrándose a los últimos segundos que tenía. —Nos volveremos a ver en algún punto del destino; por favor, cumple con lo que te pido. Él también la abrazaba fuertemente; su corazón se detuvo al sentir cómo los brazos de la mujer más hermosa que había conocido caían como si de una muñeca de trapo se tratara. Alejó su cuerpo del de Nahiara, viendo cómo sus ojos se habían cerrado. Inmediatamente sintió un enorme dolor en su corazón, pero a pesar de eso, muy dentro de sí, juró que haría lo que ella le pidió buscando el bienestar de la humanidad. "La oscuridad siempre tratará de surgir, pero no puede haber oscuridad si no hay luz". Uno de los ojos cafés oscuros se abrió al sentir la molestia de la luz del sol sobre su rostro, pero rápidamente volvió a cerrarlo, colocándose la sábana sobre su cabeza para evitar aquel sol y poder continuar durmiendo. Algunos minutos después, Ayla se levantó sacudiendo su cabello n***o que le quedaba al nivel de sus hombros. Suspiró un poco cansada, pero finalmente se levantó, se despojó de la pijama rosa en forma de una bata que traía puesta para darse un baño rápido. Al salir del baño, se vistió de manera rápida para salir a toda prisa, tanta que apenas si logró tomar una rebanada de pan que colocó dentro de su boca mientras corría a toda prisa. Pensó mientras corría que no podía permitirse llegar tarde su primer día de clases.

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