¡Hans R. Mewer me ha besado!

2279 Words
PARTE UNO. —Los días en la escuela Kingstone vale, son inolvidables —es lo que quisiera decir Gabriela. Gaby, para las amigas. Pero la realidad es que los días en esas gruesas paredes se asemejan más a las de una cárcel para adolescentes. — ¡Hey, Gaby! ¡Apresúrate…tenemos un minuto para llegar! —Rossy, agitada, toma delantera. Llegan tarde a educación física. —Ya no puedo más...Ve tú. Sálvate –dice Gaby, con la voz entrecortada. Sus delgadas piernas, ese día son un par de plomos. Rossy lo hace, llega a tiempo. Para Gaby la puerta está tan cerca y tan lejos a la vez. —Me espera un sermón. Sus amigas trotan alrededor de la cancha de voleibol, Gaby ve la cara larga de malhumor de Andrea, la entrenadora. En privado, entre amigas, dicen a sus espaldas que le hace falta novio. Pero lo que ellas ignoraban era que dentro de dos meses, Andrea, cara de burro, iba a contraer nupcias con un contador veinte años mayor que ella. Gaby lo sabe porque ese contador es el primo de su padrastro. —Llega otra vez tarde, Chávez…—grita la entrenadora — ¡cincuenta zancadillas! Los demás, lleven las colchas al patio. Hoy intercambiaremos con el equipo de futbol. —Grandioso. —murmura Gaby y toma su lugar de castigo. Esas interminables fiestas llenas de descontrol, excesos y sexo, ocurren en otras escuelas, porque en el Kingstone vale, toda actividad que no sea de estudios o deportes son censurados. Tania, del 3ro B, se pone a lado de Gaby, el castigo de las zancadillas es algo habitual para ella. A Tania, se le dan bien los escándalos. No se apoca, los provoca. En secreto, Gaby siente admiración por ella. —Oye Gaby, esta noche estoy armando una fiesta, ¿vienes? —le dice, mientras se hace el moño. —Claro, no, espera… ¿Viene alguien más de aquí? —Todos, ¿por? —Estás loca de remate, si el rumor se expande, que vuelves a romper las reglas, te pondrán en la lista negra, ve despidiéndote de tu recomendación para la UKA —la universidad más prestigiosa del país, a la que muchos aspiran pero pocos entran. Todo el mundo lo sabe. Tania lo sabe en ese momento. A los oídos de la directiva del Kingstone vale, jamás deben llegar ese tipo de rumores. ¿Que los estudiantes andan de fiesta? ¡Imposible! —Al menos hoy tengo compañía —suelta, Tania, con sarcasmo y la mira con una sonrisa–. Creo que es la primera vez que te veo aquí, ¿me equivoco, Gaby? —No te pases de lisa, es la tercera vez que llego tarde –dice Gaby, mientras flexiona las piernas—. Lo que pasa es que estabas ocupada escribiendo cien veces en la pizarra: “No pondré en duda la existencia de Dios” —Cállate. —Tania blanquea los ojos—. No sabes la tortura que es tener una madre beata. Dios santo, ¿qué fue lo que hice en mi vida anterior para merecerla? —resopla, con cansancio. —Es graciosos… mencionas a Dios, cuando pones en duda su existencia —señala, Gaby, con picardía. — ¡Sólo es una frase, nada más! —Tania, chilla y tuerce la boca. Ven como Rossy, Carín, y el resto del curso se pelean por trasladar las colchas hacia el patio, el equipo de futbol comenzaba a entrar. La mayoría son chicos del último año. Desde ahí, ellas, les ven sin problema. Ese día, el equipo de futbol luce el uniforme oficial: rojo y n***o, y no el de prácticas. Es extraño para ellas. —Mira, mira, Gaby, ¿no somos privilegiadas? Estos castigos tenían que tener algo de sentido ¿no te parece?— estaba fascinada —.Oye, Gaby, ¿te gusta alguno? Desde luego que Gaby babea por la mayoría, son todos sexys. Tania no espera a que responda y continúa—. Mira, ahí va Hans R. Mewer, es una lástima que no sea su tipo de chica —suspira— ¿No es un Dios? Casi por instinto Gaby se fija en él. Alto, musculoso, flexible, Hans R. Mewer, con el cabello rubio claro, haciendo juego con sus ojos celestes cielo, de indefinible expresión, trota, alrededor de los caballetes, junto al resto de su equipo. Los rumores dicen de él que no tiene demasiados escrúpulos. Los que lo conocen lo consideran capaz de todo, sin ruborizarse. Puede que tengan razón. —No es…para tanto… —Gaby desvía los ojos, quiere mantener en secreto el hecho de que le gusta Hans. Media hora más tarde se reúnen con el resto del curso. Con la excusa de que se torció el tobillo, Tania se sienta en las gradas. Es un año complicado, las exigencias que reciben de los profesores a muchos los lleva a un nivel de estrés insoportable, tal como lo ve Gaby, es simple: sobrevives o te hundes en depresión, quizás por eso, en menos de dos meses su amiga Shirley, optó por cambiarse de escuela. Pero así como un estudiante se marcha, llegan otros nuevos. Es impresionante la lista de espera que el Kingstone vale, tiene cada año. Y ellas, mal que bien, están a un año de graduarse. Por su parte, Gaby, cuando se gradúe, va a ponerle tres grandes cruces a esa escuela. —Jamás de los jamases pienso volver — se dice por dentro. — ¿Qué te pasa? ¿No dormiste? —Carín le pasa la pelota. Camil tiene un tema recurrente con los chicos sexys. Su sueño para ese fin de año es tener una cita con al menos uno del equipo de futbol. —Digan lo que digan todos sabemos que Tyler Camel, se lleva la corona, ¿no? –dice Rossy con el balón en las manos. Se la devuelve con fuerza. — ¿Y qué me dicen de Hans R. Mewer? —pregunta, Gaby al recordar que le ha visto horas antes. —Hans R. Mewer es un imposible. ¿No? —interviene Rossy y Carín le da la razón. —Yo sé que le gustan las rubias. —comenta Anne, que hasta ese momento ha estado escuchando con atención. — Cómo lo sabes, tu? —Carín frunce la frente. Más que todo porque no le agrada Anne. Las demás se detienen para escucharla. —Se lo escuché a Tyler —prosigue, Anne, sin enterarse que no le agrada a ella. Tyler Camel, de cuarto, es su hermano mayor por eso siempre tiene algo para contar—. No es que sea una novedad ¿o no? Hans no es un simple chico, es como quién dice… de otro estrato —hace un ademán de altura y remata la pelota contra Gaby, quien apenas esquiva la pelota. —Genial, tengo oportunidad con él, ¡Ja! —se jacta Rossy, para que la escuchen. Vuelve a lanzar mal la pelota y todas le reclaman. Al ver la cara larga de Carín, le hace un puchero con la boca para que le perdone—. Oye, tranquila, ese chico es demasiado engreído para mí. Era una broma, tonta —ríe, alzando los hombros. —En definitiva —comenta, Gaby para romper la mala onda—, opino que Tyler es el más atractivo dentro del grupo de los posibles, ¿están de acuerdo? —Sí —contestan todas, o casi todas. Anne hace gestos de asco, obvio, porque se trata de su hermano. —En una semana se abren las inscripciones para el campeonato, ¿este año vamos por el título?—propone Gaby, aunque sabe que apenas tienen tiempo para practicar. Es el sueño de las tres, desde el primer grado: Ganar el campeonato de Voleibol. —Eres demasiado optimista —le dice Rossy. —Sí, me apunto…—Carín. —Bien, nos faltan tres. —DOS —aclara Anne. Gaby le saca la lengua. —Hablemos en el Bk, ¿ok? —les dice Gaby. Esa tarde en el Bk, se sientan a lado de la ventana. Anne compra pizzas. Rossy juega algo en el teléfono, y Carín chateaba. —Estás pegada al celu, ¿o es que ya tienes novio? —No, tonta, si tuviera novio no estaría aquí con ustedes. Hablo con Nora, del B, dice que quiere entrar al equipo. —Dile que mañana venga a las canchas. —acota, Gaby —necesitamos que sea buena, si queremos ganar. —No nos pongamos exigentes, yo no veo una fila de entusiasmadas postulantes. — ¿Quieres ganar o no? —Que sí quiero, pero hay que ser realistas. —Igual dile que mañana la veremos en las canchas. ….. Al día siguiente, a la salida, Nora del B se une al equipo. No es la mejor pero al menos está entusiasmada. Esa es la vida cotidiana de Gaby hasta ese momento, lo que ignora es que todo su mundo dentro de poco dará un vuelco con solo un acto. —Vale… mejor ya regreso al aula—les dice Gaby, limpiándose el sudor de la frente—. No tengo ánimos para insolarme más de la cuenta. —Vete ya perezosa —le contesta, Rossy con una mueca. —Nosotras sí que somos duras… y terminaremos el partido eh— grita, Carín, haciendo un remate. —Ok, chicas supe poderosas, las espero en el aula. No tarden. Adictas— contesta, Gaby, acostumbradas a sus comentarios. A Gaby le fastidia tener la piel sudada y pegajosa, y rápidamente se dirige a los camerinos en busca de su bolsón. … El entrenador Bakley da por terminada la sesión. A Hans le desagrada quedarse en la cancha si no es necesario. Se va a las duchas esquivando a Thompson, el subdirector que aguarda reunirse con él. Tarda media hora en ducharse. Cuando escucha el timbre de salida se dispone a marcharse, pero sabe que tarde o temprano tendrá que pasar por la dirección, y parece que este es el día. Está seguro que Thompson todavía le espera. A último momento decide pasar de largo, luego le dará una excusa. No hay lío. No cuestionará sus argumentos y en el peor de los casos… bien puede decir que no tenía ganas de hablar. Ya casi al final del largo pasillo, unos rítmicos y ágiles pasos llaman su atención. Agudiza sus oídos. Busca su procedencia. Esos pasos que parecen de una bailarina lo llevan hacia los camerinos de chicas. Ahí también estaba vacío. Decide averiguar qué o quién es el responsable de ese curioso sonido. Desde luego ese no es su comportamiento habitual pero se deja llevar. La causante de ese agradable sonido era alguien que ha visto antes, muchas veces, más de lo que puede recordar, en realidad. Es aquella chica de tercero. La tiene a metros de distancia. Siente curiosidad ¿y si se acerca más? Gaby está de espaldas, buscaba algo en su casillero. Ignora que él está ahí, mirándola, observándola, espiándola. De pronto, para Hans, ya nada existe alrededor, sólo ella, su inocencia, esa exótica belleza de la que se siente atraído. Gaby se da la vuelta. Le sobresalta su presencia. Hans R. Mewer, está ahí. Gaby no imagina la razón ya que siempre anda bien acompañado, a veces con su equipo, otras, con Arlene, la numero uno en gimnasia, a la que Gaby la admira. —Este es el camerino de chicas—le dice ella, apresuradamente sin tomar en cuenta que ese día los del equipo de futbol practicaron ahí. Hans la mira por el espejo. —Lo sé —contesta, con una leve sonrisa. Se va acercando un poco más— ¿ya te dijeron que tienes los ojos hermosos? —Mamá me lo dice a diario—Gaby se muerde el labio inferior al darse cuenta de lo tonta que ha sonado. Hace eso cada vez que se pone nerviosa. Es su mal hábito, un tic, y lo sabe. Hans le pregunta repentinamente. —¿Puedo acercarme? —Claro, ¿por qué no? Para Hans, Gaby es pequeña, indefensa, una flor exótica pero a la vez inocente. Una mezcla inusual y le llama la atención. Gaby parece mirarle de una manera que parece invitarlo a algo más. —Me gustas —Hans lo ha dicho sin pensar en las consecuencias de sus actos. Se va acercando un poco más, hasta tener sus tibios labios en su boca. La besa. Acaricia su morena mejilla. Podría acariciarla por siempre. Pero ella no conoce de besos. Hans lo sabe al instante. Gaby piensa que quizás es su imaginación. El sonido de lo que parece unas campanas retumban en sus oídos, su corazón se acelera por sentir sus labios, en un beso tan inesperado que logra elevarla hasta tocar el cielo. En sus grandes y hermosos ojos celestes ve su propio reflejo, y él, quizás, contempla en los de ella, su alma. Hans se da cuenta que quiere saberlo todo de ella, quiere conocerla. Qué le gusta hacer. Qué cosas odia. Se sorprende a si mismo pensando en todo eso. Sus labios dibujan una débil sonrisa. Se obliga a dejarla, a seguir su camino. Gaby se toca los labios. —Estoy soñando… —se dice a sí misma—. Despierta ya... Al recobrar el aire da media vuelta y se topa con su reflejo en el espejo. Está sonrojada. Su pelo, una maraña oscura, le llega por debajo de los hombros. —Parezco una bruja— sonríe como una reverenda poseída. Tiene que contarles a sus amigas.
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