Shirley
Cuando hice aquel trato me pareció lejano el tiempo en que pagaría la bendita libertad que me había conseguido.
Mis padres eran realmente geniales, mi relación con ellos era estupenda, solo que en mi afán de ser amada y siempre contar con el reconocimiento y comentarios de alabo, se me fue mi niñez, mi adolescencia y mis primeros años de juventud sin asomar las narices a la vida real.
No solo me dejaron ir, sin más, tenía que tomar terapia para evitar caer en la depresión o algo peor, alguna adicción. El terapeuta me daba buenos consejos y no es que fuera estúpida, por supuesto que estaba consciente de que mi libertada me podría perder, por querer comerme el mundo de un bocado.
Muchos sucumben ante la libertad, agradezco que no fue mi caso, lo supe manejar bien, mis padres por supuesto me visitaban o yo regresaba a menudo, eso en un principio luego fui tomando más distancia, la India, África, Asia, Europa.
Tomaba empleos de pasante, en algunos lugares no conseguía nada fuera de lo ordinario, así que me conformaba con los que pudieran pagar las cuentas, siempre y cuando fueran legales, honestos y no atentaran contra mis principios.
Cuando mi currículo creció, lo que más me preguntaban era el motivo de moverme constantemente, al parecer lo más normal es que a las personas les salgan raíces y se queden plantados de por vida en una sola jardinera.
Los más jóvenes encontraban motivante mi forma de conocer distintas cosas, formas de vida, culturas. Siempre me pedían consejos de cómo llegar a lograrlo.
Mi primer consejo era, no apegarse a nada, ni cosas, lugares, personas, ni dinero. Una vez que algo de eso pasa, es difícil que puedas irte a seguir.
Toma tiempo hacerse de experiencia para cambiar de ciudades, aprendí al pasar los años, luego ya todo cabe en dos maletas y una pequeña mochila, no me aferro a nada, he vendido cosas, comprado, regalado, incluso intercambiado.
La vida allá fuera sigue y yo no la había conocido, todo mi estudio a veces se me hacía inservible, hasta que poco a poco, tuve que ir haciendo uso de este, así como de lo que aprendí de mis padres.
Porque a pesar de tener personal que regularmente hacía todo por nosotros, mi madre se empeñó en que yo supiera, desde barrer, aspirar, limpiar, sacudir, coser, lavar, planchar y cocinar.
También me hubiera gustado saber de cosa prácticas manuales, como electricidad, carpintería, fontanería, todo ello lo requerí en alguna ocasión, y doy gracias a la existencia de you.tube, quien me apoyo en momentos críticos, ¡ja, ja, ja!
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Los proyectos que tenía en mi actual trabajo en el departamento de marketing, me tenían de por sí estresada porque, me habían encomendado crear una nueva campaña que levantara esos números que venían cayendo.
Y la llamada de la mañana mando todo a la realidad más cruel, mi mente se volvió caos, había estirado el tiempo con la excusa del novio-prometido, esa mentira ahora me terminaría por costar caro.
¡Listo¡, les digo que no tengo nada de nada, pero eso solo me llevará a una interminable tarea de primeras citas con la esperanza de encontrar algo rescatable de entre todos los candidatos de los que mis padres consideren aptos.
No, no, eso debía dejarlo al último en caso de no encontrar algo que hacer, los millonarios no son como los pintan las novelas rosas y románticas, la mayoría son feos, con horribles personalidades y por si fuera poco se sienten la última coca cola.
Mientras escribía mi reporte, miré por encima de mi laptop y recorrí con la mirada a mis compañeros, de inmediato descarte la idea, mejor me di prisa, esto requería de una plática profunda con Thomas y Laura.
Era fin de semana y siempre intentábamos juntarnos, claro cuando sus respectivas parejas no andaban cerca.
Mi última reunión terminó tarde porque no lograban ponerse de acuerdo que idea sería la que mejor se adecuaba.
Al llamarles para saber si me seguían esperando, me informaron que habría cambio de planes, porque Thomas tenía una fiesta en la que podíamos incluirnos, la dirección que me enviaron termino llevándome a Edgewater.
Era una casa que estaba cerca de la playa, solo hacía falta atravesar para ir a ver el agua, y sí que pintaba como un buen escenario, ya que la luna nos regalaba su luminosidad, a pesar de no ser luna llena.
Con decir casa me equivoqué un poco, pero a quien le importaba eso. Antes de despedir al taxista que me había llevado, llame a Laura, quien me aseguro que solo debía tocar al timbre.
En ese instante bajé del vehículo e hice mi aparición, alguien abrió, muy amablemente me invito a pasar y a sentirme como en casa, la música no dejaba escuchar toda la cortesía de la que fui acreedora.
Laura se aproximaba a mi encuentro y solo la abrace, me acompaño a buscar algo de beber, yo más bien tenía hambre, ya más tarde indagaría si había forma de saciarla.
—¿Y Thomas?
—Por allá —señalo hacia un grupo con el que conversaba, era una fiesta de adultos, es decir, todos venían de sus respectivos trabajos, con trajes y bien vestidos.
Pronto me di cuenta de que sería algo del trabajo de Thomas, pues la pulcritud si se nota, las mujeres, algunas con un cabello bien recogido, pero todos tenían manos excepcionalmente cuidadas y hasta podría decirse qué delicadas.
Al hacer contacto con la mirada de Thomas, lo saludé con la mano, no tardo en venir.
—¿Cómo has estado? —recibí su afectuoso abrazo.
—Con mucho trabajo y ahora... con la soga al cuello. Pero justo en este momento muero de hambre.
—Ven por acá hay comida.
En lo que me servía, les fui contando mi dilema de no tener novio y necesitar uno con urgencia para llevarlo a la cena de navidad.
Nos sentamos en unos bancos en la barra desayunador de la cocina, mientras ellos bebían, yo comía.
—¿Y qué piensas hacer? —pregunto Laura.
—No sé... —alcance a decir con la boca medio llena.
—Pues no es por presumir, pero entonces te he traído sin querer al mejor sitio, el lugar está lleno de hombres, no diré que todos son buen material, pero están pasables —Thomas me guiño el ojo.
Lo vi, sorprendida ante la facilidad con la que me daba una solución, bueno, media solución.
—Por ejemplo, esos tres de allá son solteros, ese, aunque es guapo, es casado y él muy ¡desgraciado! Se quita la argolla. ¡Mira! Quien acaba de llegar... —se levantó y como si algo los llamara, varios de los presentes fueron a saludar a un individuo.
Laura y yo nos quedamos en nuestro asiento, cuando Thomas apareció nos contó que es el cirujano más destacado en el área cardiotorácica, no solo del hospital, sino de Estados Unidos.
Nuestro amigo, Thomas, no se quedaba atrás, a pesar de ser un enfermero, tenía un montón de certificaciones para trabajar casi en cualquier departamento de su elección y por el momento hacía una especialidad en neonatal. Por eso podíamos colarnos a la fiesta con los médicos más destacados.