Samaritano

1356 Words
Hermes Ser el mejor, debería darme algunos beneficios, como, por ejemplo: faltar a estas reuniones, yo creería que no necesito socializar para desempeñarme bien en lo que hago. Son inconscientes, aparte de todo, revisar pacientes, consultas externas, dos cirugías y aun así el director no se siente lo suficientemente contento. Él y la junta directiva me mantienen en constante monitoreo, primero me alababan para traerme a su territorio y ahora que me tienen aquí, desean moldearme según sus gustos. Pero requiero de la aprobación del presupuesto que pedí para el siguiente periodo, mi investigación no puede avanzar sin ese dinero, además fue una de las cosas que me prometieron. Sin mucho ánimo me puse en camino, lo único atractivo de esto era el poder salir del bullicio de la ciudad, porque la reunión me comentaron sería a la orilla de la playa. Tan solo llegar soy abordado por varías personas, que no conozco más que de vista, a pesar de llevar varios meses viviendo aquí, aun soy incapaz de recordar sus nombres, no por falta de capacidad, sino por no querer almacenar datos que no me son útiles. Mi intención es solo hacer acto de presencia, fingir que algo urgente requiere mi atención y salir, por lo menos le dirán al director médico que si asistí. Pero resulta que no es tan fácil como me lo había planeado, paso de un grupo a otro, hasta que se dan cuenta de que no soy nada sociable. Las personas encuentran difícil tratar conmigo, no suelo ir mintiendo y complaciendo a la gente con conversaciones vacías y fingidas. Mi raciocinio desde siempre me ha traído vicisitudes, desde golpes hasta el aislamiento. Tal vez por ello encuentro diversión y algo interesante que hacer mientras finjo escuchar una disertación de un neurólogo. Una mujer a la que he observado ir platicando con distintas personas, sonriente y desenvuelta, intento descubrir cuál es el motivo de ir cambiando de interlocutor, hasta que veo que uno de los pocos con quien si he hablado le hace señas. Me parecen muy divertidos, desde mi perspectiva da la impresión de ser una escena caricaturesca, lo que aumenta mi grado de intriga, así que no los pierdo de vista. Mi diversión está a punto de estropearse ante un sujeto que a leguas deja ver sus oscuras intensiones. No soy un caballero en armadura plateada que guste de ir salvando damiselas, pero ya que me ha servido de distracción, lo encuentro apropiado. Paso al costado de la mujer y le advierto de forma rápida, me alegra y alivia que no es de esas testarudas, porque con prontitud se va, pero dado que esta más que ebria no sé da cuenta que irse a un lugar apartado no es lo más inteligente. No pretendía entablar conversación con ella, solo me aseguraría que nada raro le pasará, solo que verla hablar, me recordó que aún no resuelvo el misterio de qué demonios hacía platicando con medio mundo. Algo que debí evitar a toda costa porque desde el momento que no la deje sola, estaba siendo responsable por su seguridad. Mi suerte empeoró cuando a media conversación se quedó dormida, no podía ir a buscar a su amigo y dejarla aquí afuera, así que la levante en brazos y la lleve al interior, Thomas al verme con ella, se apresuró a ir a mi encuentro. Con una facilidad magistral me hizo traerla a mi casa, porque él no podía llevarla dado que no llevaba auto, en la casa donde se celebraba la reunión era de renta, así yo solo y mi caballerosidad me llevaron al embrollo. En el estacionamiento de mi edificio, al apagar el motor, se despertó la bella durmiente, lo que sería de ayuda si me decía su dirección y con ello podría librarme de ella. Ni bien había bajado, ella ya se encontraba en la puerta que va a los ascensores, antes de que lo tomara corrí para detenerla. —¿A dónde, crees que vas? —la sostuve por el brazo, pero ella forcejeó para soltarse. —¡Suéltame, pervertido! —eso me sacaba por ser buen samaritano, no hubiera importado de no ser porque había más gente, la cual me vio raro. —¡Escucha!, estoy a punto de darte hospedaje en mi casa, pero si lo prefieres toma un taxi y vete a la tuya. —Ahora, ¿me corres?, pues no me voy —su bipolaridad me desconcertaba, respire hondo. Ya en la seguridad de mi departamento podía gritar lo que quisiera, no molestaría a nadie, excepto a mí. No la pude detener, se fue a curiosear todo el lugar, abrió hasta la última puerta, asomaba la cabeza y se daba la media vuelta, en mi estudio se metió, me dio pánico que fuera a romper algo. Tuve que ir a asegurarme que no pasara nada, —sí que te gusta demostrar tu habilidad —dijo. Se refería a una pared llena de los recientes reconocimiento y premios que había conseguido. —No son todos, esta casa le faltaría muros para poder presumir a gusto. —Yo solía ser como tú, agradezco que se me quito. —¿Qué tiene de malo? Lo dices como si fuera un crimen. —No, si a ti te satisface, pero para mí dejo de ser relevante. Y ahora debo regresar a mi antigua existencia. —No lo hagas —hasta parecía que estaba sobria, pero su cerebro divagaba. —Ojalá fuera así de sencillo... ¿Tú, eres... una buena persona? —En el sentido estricto, no, pero lo compenso porque me esfuerzo para salvar vidas. —¿Me ayudarías? —en ese instante el llanto se apoderó de ella, no unas ligeras lágrimas, no, así con todo y fluidos nasales, berreo agudo, cuál niño berrinchudo. Me dio algo de pena, me acerque y palmee su espalda para que se calmara. Volteo y sujeto mi mano y con cara suplicante —ayud..., ¡ayúdame! —me preocupé seriamente, tal vez se sentía enferma o algo le pasara. —¡Cálmate!, y dime, ¿cómo te puedo ayudar? —jalo aire, intento controlarse. —Va a sonar loco, necesito un prometido para la cena de navidad, les mentí a mis padres para ganar tiempo, diciéndoles que tenía novio y ahora... —volvió el llanto. La conduje fuera de la oficina y la llevé al cuarto de huéspedes, la dejé sentada en lo que iba por una botella de agua. —Anda, solo es una cena, ya después veo que excusa invento —le pasaba el agua, pero ella se arrodilló y abrazo mis piernas. La sujeté de los brazos y la levantaba. —Tranquila, mañana lo hab... —ahora recuerdo porque el alcohol es odioso, me vomito encima. —Lo... lo siento —la llevé de prisa al baño, porque tenía fuertes arcadas que indicaban que volvería a expulsar materia. Me quité el saco, vi la camisa y ni mi pantalón se salvó. Cuando paro el vómito, ella estaba peor —debes quitarte esa ropa. —No te muevas de aquí, iré por una bata —no podía solo volver, no aguantaba el olor, así que me cambiaría primero, antes de nada, ya luego tomaría una ducha. No tarde tanto y eso fue suficiente para encontrar más desastre, esta habitación se volvió inhabitable. La metí a la regadera, con todo y ropa, cuando se avivó un poco, la deje para que se bañara y cambiara. Shirley Debo admitir que he tenido peores experiencias, esta entrara en esa lista, mientras iba en el ascensor bajando, caí en cuenta que no le pregunte su nombre, ni él sabía el mío. Y exactamente no sabía si sentirme mal o bien, por ello, por un lado, quedaba claro que no queríamos volvernos a cruzar en el camino del otro. Si como afirmo él le hice un desastre, esa era suficiente razón, pero cuando le ofrecí pagar por los daños, no acepto. Me encantaría recordar que fue lo que sucedió y cómo llegue hasta su casa, Thomas y Laura me deben una explicación, no creo que un desconocido, voluntariamente se lleve a una borracha.
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