Capítulo Doce Yzebel se detuvo en el camino y me miró fijamente. —¿Y qué íbamos a hacer con una esclava? —Podríamos cambiar algunas de nuestras monedas y joyas por algodón, convertirlo en hilo, y cambiar el hilo a Riona por tela. Ella debe usar mucho hilo. —Supongo que sí—continuó Yzebel—. ¿Pero cómo aprenderemos a hacer hilo? —Necesitamos encontrar una esclava que ya esté entrenada. Yzebel cambió su cesta a la otra mano. —De alguna manera, tengo la sensación de que conoces a alguien así. Sonreí y agarré mejor la cesta para cargarla. * * * * * La mañana siguiente, el amanecer irrumpió en una neblina húmeda entre las colinas. El aire pesado transportaba los ecos del campamento, que cobraba vida, y el sol amarilleaba las copas de los árboles. Oí la voz de un niño que decía «¡Icooor

