Capítulo Trece Tin Tin Ban Sunia parecía más diminuta junto al enorme Sulobo cuanto más se acercaban por el camino. Pude ver la expresión de su cara, sus ojos abiertos y saltones, su piel cenicienta. Obviamente estaba aterrorizada. —Hola y buenos días —gritó Sulobo cuando pasó la primera mesa. Su sonrisa parecía fuera de lugar, y sus dientes torcidos no eran bonitos de ver. Yzebel puso su cesta sobre la mesa, dobló los brazos bajo sus pechos, y le hizo un gesto con la cabeza. La miré; tenía una mirada gélida, con los labios apretados en una línea recta. Dejé el cesto, me crucé de brazos para imitar a Yzebel, y miré al amo de esclavos. Sulobo me miró fijamente un momento, y su cara mostró cierto reconocimiento. Tragó saliva y su sonrisa vaciló; debió de recordar cuando me pateó en el co

