Capítulo Dieciséis
Caí al suelo con fuerza pero pude atrapar el pie de Tin Tin al correr, haciéndole tropezar antes de que alcanzara al oficial y su caballo.
El hombre mantuvo un perfecto control de su animal, usando las rodillas y sus riendas para dirigir al caballo hacia donde nosotras estábamos tiradas en el suelo.
—¿Qué hacéis aquí, mujeres? —su voz sonaba áspera, las palabras se entrecortaban.
Yo jadeaba cuando miré al hombre que se alzaba sobre nosotras, ¡era Hannibal!
Me levanté y ayudé a Tin Tin a levantarse.
—Lo sentimos, Hannibal. —Me sacudí la tierra de la cara y traté de recolocarme el vestido—. Solo queríamos ver los elefantes.
Observó la línea de elefantes, donde los adiestradores hacían maniobras para esparcirlos hasta el extremo del campo.
—¿Te das cuenta de lo que
