II

1362 Words
Abril Ya de esto habían transcurrido veintiocho horas y seguía contando. Por fortuna no tuve que volver a toparme con su cara dentro de la casa, tampoco con la de su hermana, ni con la de ningún conocido suyo. Quien ahora había catalogado como “el innombrable” me había dejado una nota en la mesa de noche, en ella, hablaba de mi falta de juicio, de lo loca que estaba y sentencio, entre otras cosas: “que tomara mis cosas y me marchara”. Una decisión acertada, bastante sensata después de pasar el rato en el jardín, pensé. Digo, tampoco que le esté dando la razón, pero cuando se dé cuenta que encontré como terapéutico arrancar y donar su querida y amada planta de c******s a la empresa recolectora de basura, puede que le dé un poco de razón. El resto de la madrugada, no tengo mucho por contar, básicamente me lo pase tomando café y embalando cada una de mis pertenencias, honestamente, me costó mantenerme despierta. Eran las ocho de la mañana cuando Zhao se acercó hasta la casa, para echarme una mano con la mudanza. Estacionó la camioneta frente al automóvil de Jonathan, y se bajó del vehículo dedicándome una mirada brutalmente disgustada. Tanto era así, que derrochaba hostilidad con solo caminar. Fui incapaz de mantener el contacto visual en la medida que se iba acercando. Realmente estaba enfadado, pero tampoco me hacía falta preguntarle, porque yo, obviaba la respuesta: “El me lo había advertido”. Claro está, por aquel entonces lo ideal hubiese sido, que yo me tomara en serio sus palabras cuando me dijo: — Jonathan es un ligón de porquería, te será infiel con cualquier cosa que tenga manos, pies y una cavidad, allá tú con lo que hagas, eres libre de hacer lo que te plazca, ¡Pero desde ya te aviso! Cuando eso ocurra no me escribas, no me llames y mucho menos cuentes conmigo ¿Estamos de acuerdo? — Concluyo. Pero claro ello lejos estuvo de suceder. Así de predecible soy; En el mismo orden que me lo había anticipado, fue la primera persona a la que le escribí, a la que luego llamé y con la que ahora, estaba contando… — Buenos días — atiné a saludarlo cuando nuestras miradas se encontraron. El me miro un instante, juzgue que escucharía un sermón de su parte, sin embargo, hizo un gesto ascendente con la cabeza y solo se limitó a cargar cada una de las cajas que atestaban la entrada exterior del inmueble. El tiempo paso volando, cerca de las nueve, ya casi habíamos terminado. Exhausta me senté un momento en el piso. Cuando ello sucedió, finalmente se dignó a hablarme. Bueno, hablarme… — ¿Qué vas a hacer con el juego de mesa? — No te parece más apropiado decir: Buenos días Abril, ¿Qué vas a hacer con el juego de mesa? — No, no me parece — ¿Vas a adoptar esa actitud chiquilina todo lo que resta de la maldita mañana? — le reclame poniéndome de pie, sacudiéndome el pantalón — Tal vez — respondió — ¡Bien! entonces que así sea — ¿Qué vas a hacer con el juego de mesa? — repitió, pero esta vez en forma de burla — Se queda — ¿Y el sofá? — También, solo voy a llevarme lo básico — respondí cerrando la puerta y poniéndole llave — Ok — susurro echándole un vistazo a una bolsa de consorcio colmados de los regalos que había recibido de Jonathan — Solo ropa y más basura…¡Puf! Cosas básicas… — ¡Te escuché! — le advertí desde la entrada, él puso los ojos en blanco — ¿Qué vas a hacer con estas porquerías? No pretenderás que las cargue en la camioneta ¿Cierto? — Iba a donarlas, pero si lo prefieres puedes dejarlas, estoy harta de discutir contigo — reconoci — Bien, entonces se quedan — Concordó dejándolas a un lado del cesto de basura — Ahora sí, estoy en paz con mis chakras. — ¿Qué te parece si empezamos de nuevo? — me propuso con la clara intención de hacer los pases — Me encantaría — admití aliviada — Buenos días Abril — dijo con una sonrisa pícara. Me sonreí de solo escucharlo, por lo mucho que lo intentara, no había modo de que pudiera enfadarme con el — Buenos días Zhao — ¿Recibiste la invitación de Carolina? — me consultó cambiando de tema a la misma vez que empaco la decimoquinta y última caja en la camioneta. — Sí, Miss simpatía me la envió la semana pasada — ¿Vamos? — ¿Qué te hace pensar que quiero ir a la reunión de ex alumnos de la secundaria? — proteste esta vez malhumorada — No estoy realmente de ánimo — ¿Y qué vas a hacer? — se quejó cerrando la baulera — Echarte en la cama, abrazarte a la almohada, llorar como una tonta y ponerlo en oración? ¡Vamos Abril! ¡Ya no tienes quince años! — ¡Ya lo sé! ¡¿Qué parte no ves que estoy sufriendo?! — le reproche enumerado mis razones — ¡Estoy a seis de los treinta, vuelvo a la casa de mis padres y probablemente no entre por la puerta ¡Porque tengo los cuernos más grandes que un alce! — No exageres, vas a superarlo — descontó — Ojalá me naciera ser tan frívola como tú, que haces borrón y cuenta nueva — No me malinterpretes Abril, puedo llegar a comprender por lo que pasas. Nunca me ha pasado, pero lo entiendo — revalido apoyando su mano en mi hombro — Mira el lado positivo de todo esto, ¡Te ha hecho un favor!, A esta altura es innecesario que te sigas rompiendo la cabeza por una persona que no vale la pena. — Me lo pensé un momento, desde luego, se encontraba en lo cierto. — ¿Sabes qué? Tienes razón ¡Estoy harta de tanto drama! Me valió mierda ser buena y dedicada. ¡Hazme el favor! — le indique simulando un revolver, utilizando dos dedos de mi mano a la altura de la cien — Si vuelvo a enamorarme, no lo dudes, jala del gatillo ¿De acuerdo? — Bromee — No me temblará el pulso, puedes darlo por hecho. — revalidó con una sonrisa cómplice, caminando hacia la puerta del copiloto — Bueno creó que es todo — atisbe a decir con una mirada rápida observando que a mi alrededor, no quedara nada — Vámonos Abril — Expresó abriendo la puerta invitándome a subir. — ¡Voy! — contesté en la marcha, en tanto el rodeó la camioneta e ingresó por el otro lado. — Ponte el cinturón de seguridad — me ordeno una vez dentro de él, insertando la llave en el arranque y girándola a la misma vez que puso en marcha el vehículo. Permanecimos algunos cuantos minutos más, no sé cuántos exactamente. Me volteé de costado con la intención de darle las gracias, pero noté que toda su faz estaba tensa, su mandíbula contraída, las cejas bajas y las aletas de la nariz hinchadas. Simplemente no pude prever lo que sucedería, siquiera sospechar de sus intenciones. Zhao comenzó a acelerar de manera sucesiva, hecho una mirada corta por encima del hombro derecho hacia el espejo retrovisor, soltó el pedal y avanzó de manera paulatina alrededor de cinco metros hacia adelante. Por último, llevo su mano derecha a la palanca de cambios manipulando la misma en reversa y de pronto, pude sentirme experimentar esa sensación de adrenalina liberándose en mi pecho como si acabase por subirme a una montaña rusa. Zhao había embestido de llenó el automóvil de Jonathan. — Excelente panorama — expreso con un dejo irónico contemplando el acordeón que estaba estacionado detrás. Yo no pude más que echarme a reír como una loca. Esta vez, con el semblante aliviado Zhao encendió el estéreo, sintonizo la frecuencia de su radio favorita y nos marchamos juntos a la casa de mis padres. Mi día con él, no podría marchar mejor...
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