22. —¿Me veo bien? —Simón me preguntó a unos pasos del Chubis. Se veía impecable, aunque no lo estuviera ya que en el Chubis no era importante verse bien, ahí nadie le daba importancia la facha en la que iba uno. Lo sabía de primera mano, una vez me fui en sandalias y con pijama y a nadie le importó. Nadie me botó a la calle, como harían en un restaurante. —Siempre te ves bien, Simón. Simón y yo entramos en el Chubis, no me había costado nada convencerlo de darnos una vueltecita por allá a la salida de clases. Simón me tocó el brazo. Me giré para verle. —Me alegro de estar acá —me dijo—. Me gusta mucho poder estar con vos, así me relajo un poco. Gracias por permitir que me una a tu grupo. —No tienes que agradecer, es lo que yo quería que pasara… Me gustaba que Simón volviera a vivi

