La puerta de entrada se abrió, inundando el espacio con una brisa fresca de San Francisco y con ella, la figura adorable de Alaric entró en escena. Candy alzó la mirada desde donde estaba, el cansancio de la mañana momentáneamente olvidado tan solo con verlo a él allí. Su rostro se iluminó con una sonrisa genuina, la clase que solo Alaric podía provocar en ella. Únicamente él. —¡Estás temprano hoy! —exclamó, poniéndose de pie, corriendo para encerrarse en sus brazos. Alaric sonrió, dejando su maletín en la entrada y acercándose a ella con pasos rápidos. Sin decir una palabra, la atrapó en un abrazo apretado, sus labios encontrando los de ella en un beso lleno de amor y pasión que a ambos dejó sin aliento. —Te extrañé —susurró él, haciendo que el corazón de Candy latiera un poco más rá

