La señora, con lágrimas corriendo por sus mejillas y una determinación implacable, desprendió los monitores y sondas que aún la conectaban a su cama. Cada paso que daba era un pinchazo de dolor en su cuerpo recién operado, pero la urgencia de proteger a su hijo la empujaba hacia adelante. No podía dejar que se llevaran a ese otro bebé y ella tenía que recuperar al suyo, todo indicaba que aquel doctor era el responsable de todo, sin duda alguna. ¡Tenía que atraparlo! O no sabría nada de su hijo. Tenía que dar todo por el todo, era la única manera. El suelo parecía moverse debajo de sus pies mientras corría descalza por el pasillo frío del hospital. —¡Ayuda!—En la distancia, alcanzó a ver la figura del doctor Herrera, que se movía a toda prisa con el bebé en brazos, intentando huir de

