CAPITULO 1| NEYLAN GURKAN

5000 Words
ROMA, LAZIO, ITALIA. Se suponía que no había amor más grande en el corazón de un hombre, que las emociones tan lindas que provocaba ver a su pequeña versión femenina. Nunca tuve problemas en sentir el abrazador amor de papá, pero justo ahora estaba poniendo en duda mis habilidades de persuasión con él. Sus brillantes ojos verdes que me heredó me observaban con un poco de contrariedad. Parecía estar molesto, pero eso siempre solía pasar cuando se mencionaba a los italianos. Mi padre era un hombre de pocas palabras, cualquiera diría que estaba amargado la mayor parte del tiempo, pero siempre tenía una sonrisa para mi y para toda su familia. Odiaba estar en un lugar donde no ejercía control y eso era Italia para él. No importó que tan bellos fueran los enormes y alargados cipreses o lo cálido que fuera el clima de Roma, no le gustaba y eso se notaba a través del ceño fruncido y del gesto desagradable que mantenía en su rostro. Mi madre alargó su mano y colocó en su plato un extraño pan italiano para llamar su atención. —Vamos, tienes que quitar esa cara. —¿Se supone que tenga otro gesto? —Tu fuiste quien nos orillo a esto—recriminó provocando que papá clavara sus ojos en ella y relajara un poco su gesto. —¿Está mal desear un hombre poderoso para mi única hija? —Nunca he dicho eso, pero si tienes en mente esos planes, lo mínimo que puedes hacer es mostrar un poco de afecto por nuestra próxima familia política. Neylan no parece tener problemas con los italianos y tu tampoco deberías Kerem. Como siempre, mamá con el juego de palabras apropiado, logró calmar la intranquilidad de mi padre. Era sabido que el Mudur disfrutaba de sobremanera mostrar el control que ejercía sobre todo el mundo, pero no estaba en una posición donde pudiera hacerlo abiertamente. No me estaba casando con un terrateniente cualquiera, si no con un capo italiano. No podía culpar al destino de ponerme en esta situación porque yo misma me había buscado este desenlace. Och años atrás tenía una vida aparentemente ya escrita. Era la única hija de Kerem y Arabelle Gurkan, y aunque tenía un hermano mayor, las cosas eran muy diferentes para Emir. Él tenía que encargarse de seguir los pasos de papá y su presión era demasiado intensa, pero, aun así, mi querido siempre parecía mantener el control de todo y estar relajado. Emir tenía una esposa a la que amaba y que lo mantenía en cintura, así que por esa parte no existía ningún problema. Según el pensamiento de mamá, todo hombre necesitaba una mujer que lo hiciera seguir el camino, pues a veces sus emociones eran tan intensas que necesitaban una luz que los volviera nuevamente a la senda correcta. Nunca pensé en la vida como una historia de amor. Amaba el dinero, las joyas, el poder que significaba tener un apellido y nunca me sentí abrumada por ello. Deseaba seguir viviendo mi vida sin complicaciones y casarse con un hombre poderoso parecía ser el único camino. Papá hizo su parte y mostró sus prospectos. Ocho años atrás, cerca de mis veinte, estaba comprometida con un hombre que, si bien no amaba, podía tolerar, Aslan era un heredero a terrateniente de una provincia muy poderosa de Turquía, así que, ante los ojos de mi exigente progenitor, no había mejor partido, sin embargo, Aslan era un imbécil. Terminó en la cama de una mujer que consideraba mi amiga y nunca me habían agradado las cosas usadas. Mi dignidad me impidió continuar con ese matrimonio por muy fructifero que pareciera. No olvide que en esa jugada por era el premio, no el jugador que deseaba los beneficios. Ese compromiso terminó roto y como si fuera una magistral y astuta jugada de los cielos, terminé dentro de un avión, rumbo a los Emiratos deseando un poco de libertad y olvidar el trago amargo. En este punto, aun no lograba comprender si esa decisión fue buena o mala. Mi cabeza y corazón todavía no estaban listos para analizar ese crudo momento de mi vida, pero lo que, si era seguro, fue que conocer a ese hombre puso mi vida patas arriba. Observé el plato y suspiré. No era nada bueno recordar. —¿Estas bien? —preguntó mamá. —Si, muy bien. —¿Entonces porque tienes esa cara? Papá me observó con detenimiento. —Simplemente recordaba. —Hay cosas que vale la pena olvidar Neylan. No me agrada de toda la manera en como conocí a esos italianos, pero supongo que si Marcello Salerno es tan bueno como dices, algo bueno debió haber dejado que conocieras a ese infeliz. —Kerem—reprendió mi madre como si supiera que el tema me molestaba. Volteó hacia mi y sonrió. No tenía que hacer eso. —No te preocupes, mamá. Mi padre tiene sus razones para pensar en Gianni de forma negativa. Sea como sea, ya no está y no creo que debamos mencionarlo en esta mesa. Aun tengo muchas cosas que planear como para pensar en hechos que ya no tienen nada que ver conmigo. Tanto papá como yo, debemos dejarlo descansar en paz, han pasado siete años. Siete largos y malditos años. Se suponía que a estas alturas debía haberlo olvidado ya. Gianni Salerno era un personaje que difícilmente se borraría de mi cabeza, pero sometida a mi orgullo me creí con la suficiente fuerza de voluntad como para escuchar su nombre sin quebrarme. La noche que lo conocí en aquel bar de los Emiratos no imaginé que las cosas irían más lejos que a un simple encuentro de desconocidos. Con esa sonrisa seductora y esos intensos ojos azules, me invitó una copa. Fue imposible perder mis ojos de encima después de que mis dedos rozaran sus dedos y las chispas iluminaran el ambiente. No tenía idea de quien era, tampoco de su apellido, solo que era uno de los hombres más atractivos que había visto en mi vida, cuyos ojos eran similares a los de una fiera que no permitía que nadie fuera en contra de sus deseos, un rebelde. Aquella noche conocí de primera mano lo que era el deseo. No quería que sus dedos abandonaran mi cuerpo ni que sus labios se detuvieran de besar mi cuello. El alcohol estuvo a punto de dominarnos, pero, aunque el letargo nos hizo parar ya era demasiado tarde como para evitar un escandalo. Emir abrió la puerta de la habitación de hotel y todo se volvió un caos. Una chica musulmana no podía dormir con un hombre, menos con poca ropa, así que mi dramático hermano terminó exigiendo cosas que un occidental difícilmente iba a cumplir. Esa mañana escuché por primera vez el apellido Salerno cuando el escandalo en la habitación minó de seguridad italiana cada rincón y exigieron a mi hermano soltar el cuello del costoso traje Brioni y liberar al hijo del Capo. Ese evento marcó un hito en todo sentido. Pase de ser una prometida engañada a seguir las decisiones de mi padre que no pensaba dejar que un italiano jugara con mi virtud. No hubo tal ofensa, pero estaba demasiado enfadado como para escucharme y si era completamente sincera, casarme con Gianni Salerno no parecía ser un castigo si no un premio. En ese preciso momento pensé que todo estaba solucionado. Iba a tener una boda con un hombre poderoso y muy atractivo. Sería una reina, como lo era Turquía y mi estatus seguiría siendo igual o más atractivo. No había manera de que las cosas fueran mal o eso pensé, hasta que Gianni murió tiempo después. Mi deseo de ese matrimonio contrastaba de manera feroz con su negativa. Él no deseaba una boda y menos la presión de todo el mundo porque cumpliera con algo a lo que él no había ofendido. Sus ojos azules insistieron una y otra vez que esa boda no se llevaría a cabo y el destino le sonrió para cumplirlo. Gianni había muerto seis años atrás. La noticia fue una bomba para mi padre quien maldijo su nombre cientos de veces, pues las causas de su muerte no fueron nada honrosas. Los Salerno eran una familia que idolatraban la unión familiar y Gianni se convirtió en todo lo contrario durante los meses antes de su muerte. Fue un tirano que cometió ciertas traiciones y que fue expulsado por sus malas decisiones de las cuales, yo preferí no ahondar. Tenía suficiente con su muerte como para buscar las causas y pensar si yo había tenido algo que ver en su confusión. —¿Vas a seguir poniendo esa cara cada vez que lo mencionan? —preguntó mi madre siguiéndome en el pasillo, pues cuando lo consideré prudente, me puse de pie de la mesa y pedí que me disculparan. —Lo siento, mamá, pero hay cosas que no olvido aún. Estabamos en Italia. Papá estaba allí para reunirse con la familia Salerno y cerrar de una vez por todas la unión con la firma de los contratos prenupciales. El asunto sería sencillo. Al morir Gianni, los italianos mantuvieron la promesa de la boda, que Lucian Salerno selló con mi familia. Las nupcias no iban a romperse y Marcello Salerno, iba a responder convirtiéndose en mi esposo. ¿Pero quienes eran los Salerno en realidad? La temida Famiglia gobernaba en todas las regiones de Italia. Los respetados hermanos Salerno gobernaban con autoridad sus respectivas provincias, de una manera un poco diferente a lo que hacía mi padre en Turquía. Sus negocios eran ilícitos en su mayoría, pues ellos eran la mafia que controlaba el bajo mundo del hampa en cada región de Italia. Cada hermano poseía un territorio. Luca Salerno, dominaba Roma a lado de su esposa Gabriella, quien le otorgó dos hijos, Marcello de treinta, el mayor y Renzo, quien apenas y tenía quince años. Era el más pequeño. Leonard Saleno, estaba en Sicilia, en compañía de su Regina, Fiorella. El Capo de Palermo no tenía herederos varones, pero si una pesada alianza en Rusia, pues su hija, Alessandra, era la Kadyrova en Moscú, ya que muchos años antes, se había casado con Valery Kadyrov, el Glavnyy ruso que controlaba la temida Bratva. Según tenía entendido, Renzo, heredaría Sicilia. Ludmila Salerno, estaba casada con Franco Contti, a quien le había dado un hijo varón llamado Adriano. Su marido, era dueño de la mitad de la Toscana y un aliado directo de la familia o más bien, parte significativa de ella. Franco no solo era un capo, si no también cuñado en ambos sentidos del poderoso Lucian Salerno, dueño de la Toscana y técnicamente el pilar de la familia. Leisel Contti era la esposa del capo di tutto capi, y fue la madre de Gianni, quien, a su vez, fue el primogenito varón de la gran familia italiana. Había tenido mucho tiempo de estudiar a todo el mundo con astucia, así que era conocedora de varios detalles de mi próxima familia política. Me detuve al escuchar un comentario por parte de mi madre. No parecía dispuesta a dejarme ir. —Neylan—me dijo—. Tienes que sacarlo de tu cabeza si quieres ser feliz próximamente. Marcello parece ser un buen hombre y aunque podríamos decir que es un reemplazo, también tiene palabra. No podrás ser feliz si dejas que los fantasmas te atormenten. Gianni está muerto. —Lo sé. Lo sé desde hace mucho, pero sin importar cuantos días pasen, no puedo sacarlo de mi cabeza. Rezo a Allah para que me conceda el olvido y pueda encontrar o más bien, disfrutar de los beneficios de esta boda—exclamé buscando sus ojos para que me diera un poco de consuelo con su mirada ambar—. Hay una diferencia enorme entre Marcello y Gianni. El primero me agrada mucho, es muy guapo y puedo decir que encantador. Es atento y parece decidido a hacer que las cosas funciones. Ambos conocemos la importancia de este matrimonio para nuestras familias y nos sentimos felices con ello, pero nos limitan las emociones. —Si te gusta como hombre funcionará. Sonreí. —Mamá… ¿Enserio estabamos hablando de eso en el pasillo? La residencia rentada que nos hospedaba era hermosa, pero como la mayoría de las mansiones, tenía empleados por todas partes que eran oídos en las paredes. Mi madre sonrió divertida, pues estaba segura de que no hablaba de cariño. Levantó las cejas y yo bufé. —Es guapo. No sería difícil intentarlo. —¡¿Entonces porque lo piensas tanto?! Porque tenía miedo de no sentir lo mismo que con Gianni. —Porque soy una tonta. —No, no lo eres—replicó—. Creo que eres demasiado astuta. Tu padre siempre se ofendió pensando que le habían arruinado la reputación de su hija, pero tu siempre has sido selectiva y aunque insistes en que no sabias quien era el hombre que te sedujo, siento que lo sospechabas. —Solo era muy guapo y ya. —Si, si, como sea. No existía nadie en la tierra que me conociera más que mi madre. Se acercó a mi y acarició mi rostro. Tenía mi cabello suelto, ondeando en perfectos y definidos rulos que heredé de ella. Su mirada me recorrió como si fuera lo más bello del mundo y entonces me sonrió de nuevo. —Siempre has sabido lo que quieres. Entiendo perfectamente cuanto te gustaba Gianni, pero él tomó sus propias decisiones. No dejes que su fantasma te siga hasta el presente porque entonces vivirás un infierno. Con Marcello tendrás lo que siempre has deseado para ti y yo buscaré la forma de que tu padre busque la paz con los italianos—dijo con toda la seguridad—. Ahora está molesto, pero no por el pasado. Solo es un padre que sabe que una vez que su hija tenga un anillo occidental en el dedo, ya no estará bajo su ala. Está acostumbrado a verte todo el tiempo y ahora tendrá que aceptar que ya no eres suya, si no de alguien más. —¿Solo está celoso? —No sería tu padre si no lo estuviera. Asentí con ojos divertidos. No creía que mis deseos fueran tan ambiciosos. Quería una hermosa boda, costosa y de la cual todo el mundo hablara. Si había sido criada como una princesa, mi boda debía estar a la altura. No era una ambición, era un requerimiento. ¿Habría deseado que el prometido fuera diferente? Puede que si, estaba allí porque un italiano de ojos azules me había prendido, pero el destino me lo arrebató, así que debía aprovechar a donde me había llevado y rescatar todo lo que fuera posible. Marcello no era un mal tipo, de hecho, me agradaba mucho. Tenía ojos grises intensos y unos modos muy finos. Todos los Salerno eran así. Y ahora tendría uno plenamente para mí. (…) Autuum Rose sonaba en el piano. Una chica de corto cabello tocaba la pieza en medio del gran salón. Parecía toda una artista y esos finos rasgos caucacicos me hicieron pensar que me encontraba en algún teatro ruso. Había sido contratada para amenizar la reunión y no perdía los ojos de la partitura. Luca Salerno parecía demasiado interesado en que las cosas salieran bien y no era el único, pues yo también estaba un poco nerviosa de que papá lanzara todo por la borda con su explosivo y poco controlado carácter. Mamá iba a encargarse. Estaba segura. La residencia de Luca Salerno en Roma era muy diferente a lo que hubiera esperado. No era una gran casa en medio de la urbe, si no una con aspecto muy actual, perdida entre un camino de cipreses en medio de las montañas. Llevaba una vida privada, tal vez porque de todos los hermanos, era quien, hasta la fecha, tenía un acta de defunción en los documentos del gobierno. Aun así, era increíble la vida tan alejada del mundo y a la vez tan perfecta que se respiraba allí. Marcello era muy sano. Creció en un ambiente así, con un hombre que amaba profundamente a su esposa como padre y en compañía de un pequeño hermano. Era serio y responsable, ambas cosas consecuencias de una buena crianza y de su propio carácter. Gabriella, su madre, era hogareña, de un cabello ondulado marcado y de un cuerpo que, a pesar de los años, seguía siendo curvilíneo. Sin duda, el ambiente que ambos crearon era el indicado para criar a una familia. Recorrí el inmeso jardín pensando si era lo apropiado para mi. Era obvio que no viviríamos con ellos, pero su idea de vida era singular y la tentación de tomarla como propia era muy llamativa. Mi padre permanecía de pie, cruzando un par de palabras con Luca, mientras mi madre escuchaba la conversación atenta de su brazo. Todo parecía correr con normalidad, así que aproveche que todo el mundo estaba entrenido para salir del jardín. Mis pasos me llevaron a apreciar el enorme árbol de Ginko que había en el jardín y a lo lejos, el majestuoso lago artificial que hacia matiz con la decoración. —¿No ha pasado más de una hora y ya has huido? Giré al percatarme de la presencia de Marcello a mis espaldas. Sonreí. En ninguna de nuestras reuniones se había mostrado desaliñado en su vestimenta y esta vez no fue la excepción. La reunión sería formal, así que su atuendo se presto perfectamente para la ocasión. Me observó unos segundos y pareció decidirse a inclinarse para besar mi mejilla. Su aroma peculiar me pareció de lo más seductor. El perfume era una mezcla de toques amaderados y citricos a la vez, que, en conjunto, creaban una muy intensa, pero a la vez jovial fragancia masculina. —Solo estaba conociendo. Llegamos hace un rato. —¿Tu padre no tuvo un mal viaje? —Bueno, está conversando, así que no lo creo. El viaje en particular fue un poco largo, pero la camioneta era comoda y no hubo nada en el camino que se interpusiera en nuestra llegada. Si papá hacia algo, era por su carácter y no por estrés. Mis ojos recorrieron el jardín y notaron las miradas de los guardaespadas que minaban el césped. Definitivamente era una reunión complicada. —Los demás están por llegar. No quiero que la conversación se alargue demasiado. Hay puntos importantes que sería bueno dejar claros. En cuanto a la boda, dejaré que se haga como tu deseas, siempre y cuando permitas agregar los ritos sicilianos que son parte de mi familia. —¿Quieres dos bodas? —No tendría problemas en pagar dos. —Entonces soy una prometida con suerte—bromee para después recordar que deseaba mi noche de Henna—. Te daré tus votos italianos si me dejas tener mi noche de Henna. Se que no es una costumbre en tu familia, pero en la mia si y no puedo casarme sin tener una. Solo me casaré una vez y debo hacerlo bien. Marcello pareció divertido. —¿Quieres ponerme colores en el rostro o algo? —Solo es para mujeres. —Entonces no necesitas que yo apruebe nada. —Si necesito, porque es una tradición que te presentes al final y también que tengas una fiesta con nuestros padres y con todos los hombres de tu familia. Si nos vamos a casar, deberíamos ser participes de las tradiciones del otro. Solo tienes que decir que si y seguirme, juro que no te arrepentirás. Una sonrisa ladeada apareció en sus carnosos labios y negó con la cabeza para después mirarme con un brillo poco característico de sus ojos. La idea de la boda parecía emocionarle, pues a ninguno de los dos nos pasaba por la cabeza el amor o algo similar, si no disfrutar del momento y tomar los beneficios para garantizar paz. Chasqueó la lengua. —¿Tengo elección? —No—respondí. —Siendo así, comenzaré a complacerte—exclamó sin despegar sus ojos de mi—. Hacer a mi esposa feliz es uno de los requerimientos que un hombre que se casa con una princesa debe aceptar. Quieres tu noche de Henna, entonces tendrás tu noche de Henna con tantos colores y música como quieras. Puedes traer a todas las mujeres de Turquía que desees y, además, estoy seguro de que mi madre se prestará a participar. —Entonces ya no tenemos nada más que negociar. —¿No quieres nada más? —Podemos verlo sobre la marcha. Espero que el mismo respaldo que tu tendrás de mi padre, yo lo tenga de ti en caso de que mi hermano lo necesite. Tendrás camino libre en tus negocios en Europa y un nuevo aliado. Como Capo serás imparable Marcello y yo como tu esposa deseo que lo seas. El no se negó a ninguna de mis palabras. —Si Emir necesita el respaldo de mi familia cuando llegue el momento de suceder a tu padre, lo tendrá. No te preocupes por eso. Te dije que tendrías exactamente lo mismo casandote conmigo, que si lo hubieras hecho con Gianni. Tal vez no te ame, pero podemos llegar a querernos con el tiempo y voy a respetarte. Con ambas cosas obtendremos lo que ambos queremos. Alargó su mano invitándome a tomarla. No esperé demasiado y atendí su petición. Mi mano quedó pequeña delante de la suya. Era suave, masculina y daba una sensación calida única. El roce me provocó una ligera corriente que me llevó a recordar las palabras de mi madre. ¿Podría llegar a querer a Marcello? Era muy posible o eso creí. —Los problemas del pasado no deben nublar nuestro juicio Gurkan. Admiró enormemente lo que significas para Europa y también el gran hombre que eres en Turquía. Nunca ha sido el deseo de mi familia ofender a la tuya de alguna manera y siempre he visto esto como una oportunidad de paz y no como una manera de hacer la guerra. Mis ojos admiraron de primera mano, porque Lucian Salerno era el pilar de su familia. Tenía una voz gruesa y autoritaria, además de que solía hablar por todo el mundo y tenía el respaldo de sus hermanos. No solo significaba que tenía un nivel de autoridad considerable sobre ellos, si no que le respetaban y que le confiaban, pues el Capo hablaba por ellos y se hacía respetar muy bien. Mi padre clavó sus ojos en él, pero ni por breves segundos bajaron sus miradas por la presión del otro. Disfrutaban de medir la autoridad en presencia de los demás, pero el ambiente de tensión que se creaba solo ponía nervioso a todos. Papá se inclinó para dejar la copa en la mesa de centro. Tragué saliva al darme cuenta de la fina línea que nos dividia. El lado derecho estaba plagado de italianos. Marcello observaba de reojo a su padre quien permanecía a lado de su hermano mayor y los demás admiraban la escena como si no fuera la primera vez que vivían algo así. En el lado izquierdo estabamos nosotros, mi familia, con la carencia de la presencia de Emir quien no había podido asistir en ese momento, así que mamá y yo tuvimos que lidiar con la presión, pero fuimos respaldadas con los hombres de la seguridad que no se apartaron ni un solo segundo de ambas mientras papá permanecía sentado en el sofá. —Aun no olvido las razones que me trajeron a Italia, Salerno. Al igual que tu admiro mucho la capacidad que tienes en los negocios, especialmente cuando gozas del poder de delegación. Nunca hemos sido rivales y a pesar de los años, tampoco amigos cercanos, pero ahora seremos familia y eso me incomoda, porque te entregaré algo preciado. —Soy conciente de eso—dijo Lucian. —¿Pero él será capaz de aceptar la responsabilidad? Papá levantó la mirada y señaló a Marcello con el dedo índice aun cuando el gesto era un poco maleducado. Mamá casi se abalanza sobre él, pero lo único que hizo para mantener la compostura, fue apretar ligeramente su hombro con sutileza. El capo volteó hacia Marcello. —Sin ninguna duda. —Me agrada el muchacho, tiene hagallas y parece tener palabra a diferencia del anterior. Nunca tuvimos porque alagar esto tantos años cuando pudimos haber terminado todo con una boda rápida, pero si hubiera hecho eso, ahora mi hija sería una viuda y no sabría el estatus que gozaría dentro de su familia, considerando que Gianni fue un detractor. Joder. Mamá palideció. ¡Su conversación no había surtido efecto! —El tema de Gianni quedó en el pasado, Kerem. Mi hijo está muerto y enterrado y lamento mucho que tu hija quedara atorada en medio de los acontecimientos de hace años. Mi palabra es ley y, por lo tanto, sin importar que la muerte haya alcanzado a Gianni, la oferta de paz sigue y tu hija quedará en mi familia. Marcello la cuidará y la respetará según los acuerdos. Muerto y enterrado. Siempre reproché a Gianni su comportamiento. ¿Tan malo fue que le obligaran a casarse? Primero pensé que estaba siendo un caprichoso. No había nada de malo en una boda por poder en nuestro mundo ¿Entonces porque a él se le complicaba tanto? No era fea para que me viera como una insulsa que se metería en su cama y además los acontecimientos suscitados en el pasado, nos demostraron a ambos lo compatibles que éramos. La seda habló por nosotros y demostró que había química. Algunas noches soñaba con aquel encuentro donde sentí por primera vez lo que era un hombre. Sus manos en el cuerpo, sus labios en mis pechos, su pasión directa al corazón. Tragué saliva impidiendo que mis recuerdos llegaran en ese momento. Gianni tomó sus decisiones y lo complicó todo. Decidió tomar la senda incorrecta. Se hizo de aliados negativos ante los ojos de su familia, traicionó la confianza de su padre y al final fue expulsado cuando se alió con la Calabria en un fuerte negocio que ninguno de sus tios y su propio padre respaldó. Su decisión marcó su final. No hubo nada que mi padre pudiera hacer o que yo pudiera abogar en su dirección, pues cuando la boda se estaba planeando Gianni abogó por tiempo. No podía casarse conmigo sin ser capo. No podía ser su esposa sin ser Regina. Usando los beneficios con papá, decidió darle el tiempo requerido, tiempo que usó para armar todo el desastre que terminaría en su muerte. Cuando ese auto estalló en llamas yo estaba demasiado lejos y conociendo el caos que formaba con sus ojos azules, era demasiado ilusa como para pensar que pude hacer algo al respecto. Gianni fue expulsado como una paria y días después toda su historia acabó. Su madre no volvió a ser la misma desde su muerte pues, aunque sonreía, sus ojos ya no tenían el brillo de cuando la conocí. Una parte de Leisel Salerno murió con Gianni. —No conozco mucho de negocios—intervine—, ni tampoco de terreno o logística, pero lo que si se es que esta boda será benefica para ambos lados. Me gustaría que dejáramos de pensar en el pasado, para centrarnos únicamente en el futuro. Solo así podremos crecer. A diferencia de lo que mi padre piensa, Gianni no fue del todo culpable en el pasado. Hay emociones que simplemente sobrepasan al deber. Sentí la mirada de todo el mundo sobre mi. Ese era mi sentir. Ya no era una niña de veinte años que andaba huyendo de su destino por una infidelidad de un idiota, ni tampoco la que se dejó seducir por las garras de un italiano. Cometí esos errores, era cierto, pero ya tenía los pies en la tierra y pensaba hacer lo más conveniente para todos. Los años me habían otorgado una mirada más clara sobre lo que deseaba. Gianni puso mi mundo patas arriba y era momento de arreglarlo. Nadie se opondría nunca a una boda con un Salerno, no siquiera mi padre, quien a pesar de la ofensa no ignoró los beneficios, así que era momento de dar la vuelta a la hoja. —Apoyo la moción de Neylan—dijo Leisel provocando una sorpresa inmediata en mi—. Mi hijo cometió algunos errores, pero creo que, para todos, la muerte fue suficiente pago. Soy fiel creyente de que el mundo puede ser hipócrita algunas veces. Di a luz un varón que desde niño fue destacado en muchos aspectos. Fue el primogenito de esta familia y cuando fue requerido, siempre tuvo el valor, los méritos necesarios y jamás avergonzó al apellido hasta que su ambición le nubló un poco. El mundo nunca juzga tus buenas acciones, pero si te crucifica por las malas. La vida debe seguir y usted, señor Gurkan, debe estar seguro de que Marcello no cometerá los mismos errores que Gianni. Su esposa es una gran mujer y mi familia espera lo mismo de su hija. —Lo agradezco mucho. Mamá no se tardó en responder el halago. —Hablo con sinceridad y si hecho en falta algo, es que Neylan no sea mi nuera, pero entiendo que el destino no lo quiso así. Gabriella se ha sacado el premio mayor, porque veo en sus ojos verdes mucha determinación y un hombre no puede llegar a ser un grande sin una mujer digna a lado. Suelen ser caóticos algunas veces y la voz de la mujer correcta es la calma que requieren para que las aguas vuelvan al cauce del que nunca debió salir. Su voz fue igual de respetada que la de su esposo. Crucé algunas palabras con ella en el pasado. Mi padre se incorporó, pues permanecía inclinado en su asiento, escuchando de manera atenta la conversación. Buscó a mi madre con la mirada y ella asintió, dando la razón a Leisel. —Siendo así, tengamos una boda.
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