2. La Boda parte II

1075 Words
La iglesia estaba envuelta en un silencio solemne, solo interrumpido por el murmullo de los invitados. La luz de los vitrales teñía el ambiente de tonos dorados, pero Lucía no podía apreciar la belleza del momento. Su corazón latía con fuerza mientras caminaba hacia el altar, consciente de las miradas de los asistentes, entre ellos Giovanni Lombardi, el temido *Capo di Tutti Capi* de Italia, padre de su prometido, Vittorio. A su lado, Salvatore Lombardi y otros miembros de la mafia observaban con atención. Lucía, impecable y elegante, saludó a los invitados, aunque su mente estaba lejos de allí. Al llegar al altar, Vittorio la esperaba con una sonrisa confiada. Su esmoquin n***o resaltaba su figura, y sus ojos azules brillaban con seguridad. Lucía se acercó con una sonrisa serena, pero sus ojos reflejaban determinación. "Vittorio, necesito hablar contigo. Ahora. En privado." Vittorio, sorprendido pero calmado, respondió: "Claro, mi amor. ¿Nervios de última hora?" Lucía lo tomó del brazo y lo condujo a una habitación privada. Una vez dentro, cerró la puerta y le entregó una carta anónima que había recibido esa mañana. "Lee esto." Vittorio tomó la carta, y su rostro palideció al leer los detalles de su relación secreta con Dalila, incluyendo fechas, lugares y fotografías. Al terminar, levantó la mirada, intentando mantener la calma. "Lucía, esto es una mentira. Alguien quiere arruinar nuestro día." "No intentes engañarme otra vez. Lo sé todo. La boda ha terminado." Vittorio, con un tono frío y casi amenazante, replicó: "Piensa bien lo que estás haciendo. Hay cosas en juego que no entiendes." "Lo entiendo perfectamente. No puedo seguir con esto." Vittorio intentó persuadirla, recordándole su amor y su futuro juntos, pero Lucía no cedió. Un recuerdo de su amiga Vale, quien le había advertido sobre las actitudes sospechosas de Vittorio y Dalila, reforzó su decisión. "Vale tenía razón. Te ha estado observando, y yo he sido ingenua para no verlo." Vittorio, con una voz más fría, advirtió: "Si me dejas, habrá consecuencias. Mi familia no se tomará esto a la ligera." "Ya no me asustas. La boda ha terminado." Lucía salió de la habitación con paso firme, manteniendo la cabeza en alto. Vale la esperaba cerca de la entrada. "¿Lo hiciste? ¿Terminaste con él?" "Sí. No podía seguir con esa farsa." Juntas, abandonaron la iglesia discretamente. Al salir, la brisa fresca golpeó el rostro de Lucía, quien respiró profundamente. Marcando un número en el teléfono de Vale, Lucía dijo: "Mariana, soy Lucía. Necesito que me envíes toda la información sobre los estados financieros del bufete, los casos legales en curso y el estatus de los clientes. Sí, todo. Ahora mismo." --- El origen de la carta era un misterio, pero Lucía no podía ignorar la verdad revelada. --- Dentro de la habitación privada de la iglesia, el aire estaba cargado de tensión. Vittorio Lombardi, con el rostro pálido y las manos temblorosas, intentaba mantener la compostura. Dalila, su cómplice, estaba sentada en una silla, con los ojos bajos y las manos entrelazadas. La puerta se abrió de golpe, y Salvatore Lombardi entró con paso firme, su rostro enrojecido por la furia. "¡¿Qué demonios pasó aquí?! ¿Cómo dejaron que esa mujer los descubriera?" Vittorio, intentando mantener la calma, respondió: "Tío, cálmate. Fue solo una carta anónima." Salvatore, gritando aún más fuerte, golpeó la mesa con el puño: "¡No me digas que me calme! ¡Esa carta pudo venir de cualquiera!" Dalila, con voz temblorosa, intentó apaciguar la situación: "Señor Salvatore, por favor. Lucía no tiene forma de probar nada." Salvatore, mirándola con desprecio, avanzó hacia ella: "¡No me hables, estúpida! Tú también tienes la culpa." Vittorio, poniéndose firme, se interpuso entre Salvatore y Dalila: "Basta, tío. Ya dije que lo tenemos bajo control." La tensión en la habitación era palpable. Antes de que la discusión pudiera escalar aún más, la puerta se abrió de golpe. Giovanni Lombardi, el patriarca de la familia, entró con paso firme. "¿Alguien me puede explicar qué está pasando aquí? ¿Por qué Lucía se fue de la iglesia sin dar explicaciones?" Salvatore, con tono gracioso pero sarcástico, respondió: "Seguramente fueron nervios de última hora, Giovanni. A todas las novias les pasa." Giovanni, mirándolos con desconfianza, advirtió: "Espero que ustedes no tengan que ver en todo esto, por su propio bien. Están avergonzando el apellido Lombardi." Giovanni salió de la habitación, dejando a Salvatore, Vittorio y Dalila en silencio. Salvatore se volvió hacia Vittorio y Dalila, su rostro aún enrojecido por la ira. "Esto no ha terminado. Si algo más sale mal, los dos pagarán las consecuencias." Salvatore salió de la habitación, dejando a Vittorio y Dalila solos. Vittorio, susurrando, dijo: "Esto se está saliendo de control. Necesitamos asegurarnos de que Lucía no tenga forma de probar nada." Dalila, con voz temblorosa, respondió: "Lo sé, Vittorio. Pero no podemos dejar que nos descubran." --- Mientras tanto, Rafael Valdez se dirigía al centro del altar. Su rostro reflejaba preocupación. "Señoras y señores, lamento informarles que la boda ha sido suspendida. Les pido disculpas por los inconvenientes." Los murmullos aumentaron, pero Rafael no tenía tiempo para explicaciones. Con paso decidido, se dirigió hacia el pasillo que conducía a la habitación privada. Justo en ese momento, vio a Giovanni Lombardi salir de la habitación. "Don Giovanni, necesito entender qué ha ocurrido. Lucía no actúa sin razones." Giovanni, con tono serio, respondió: "Rafael, hay que averiguar qué es lo que ocurrió aquí, y la única persona con esas respuestas es Lucía." Rafael, con una mirada preocupada, insistió: "Lo sé, don Giovanni. Solo espero que todo esto no traiga consecuencias con su familia." Giovanni, asintiendo lentamente, replicó: "No te preocupes, Rafael. Lucía es como mi hija, y sé que todo esto no lo planeó ella. El culpable pagará." --- A cierta distancia de la iglesia, un vehículo n***o con vidrios polarizados estaba estacionado. En el asiento trasero, un hombre observaba a Lucía y Vale mientras se alejaban. Sus ojos azules reflejaban satisfacción. En su mano sostenía un teléfono con un mensaje recién recibido: *"La carta ha sido entregada. Ella lo sabe todo."* El hombre sonrió levemente y guardó el teléfono. Con un gesto discreto, indicó al conductor que iniciara el vehículo. El auto se alejó lentamente, mezclándose con el tráfico. El hombre recostó la cabeza, cerrando los ojos con serenidad. Pero en su mirada había algo que sugería que esto era solo el comienzo.
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