Kensington parpadeó, el primer signo de incomodidad que mostraba en años. Mark, inmóvil junto a Lucia, contuvo una sonrisa. **Esa** era la mujer que había desafiado cárteles y fiscales corruptos. —Mis disculpas si— —*No las necesito* —lo interrumpió Lucía, recogiendo el contrato con un movimiento fluido—. Lo que necesita es entender que en este bufete, las *asociaciones* se ganan con respeto, no con insinuaciones de pasillo. —Pasó las páginas hasta una cláusula específica—. Como esta cláusula 9-B, que *usted* intentó modificar anoche sin mi autorización. Kensington palideció. **Nadie** debía saber de esos cambios. —¿Cómo...? —*Porque Lucifer lee todo* —susurró ella, dejando caer el documento sobre la mesa con un golpe seco—. Incluso los emails con mi Bufete que usted borra. E

