PARTE 8

1446 Words
La mañana del siguiente día comenzó por lo alto. Era una madrugada fría, el viento más fuerte que de costumbre. Era muy temprano y la mesa ya estaba servida. Aron examinó la mesa, luego a Rubí. Sus manos con vendas por pequeñas cortadas. Aron suspiró y tomó asiento. —No tienes que hacer la comida. —Soy tu mujer. Así es como debe de ser. Aron sabía que Rubí era de una buena familia, de seguro esta era la primera vez que tocaba una cocina. El desayuno estaba delicioso, Aron no solía comer demasiado por las mañanas, por respeto a su esfuerzo Aron vacío su plato de comida. —¿Qué harás hoy, Aron? Estaba pensando en ir de compras y quería que me acompañaras. —Rubi, de pronto, se exaltó y corrigió rápidamente —Claro, solo si estás desocupado. Aron la miro con un poco de pesar. —Estoy de guardia. Lo siento. Aún no están adaptados a mi disponibilidad. En cuanto el compromiso sea aceptado, tendré turnos accesibles. —No te preocupes, yo puedo sola. —Compra lo que quieras. —¿Lo que quiera? Aron asintió. —No importa el precio. Rubí soltó una carcajada. —Lo tomaré en cuenta. El dinero era lo último que le importaba a Aron. Aron regresó a su dormitorio. Se dio una ducha y como estaba acostumbrado a vivir solo, solía exhibirse sin remedios. Rubí casi grita al verlo desnudo. Aron, que estaba secándose el cabello húmedo, arqueó una ceja. Si se altera por tan poco, no podía imaginar como sería la intimidad entre ellos. Aron ignoró la exhalación agitada de Rubí y camino hacia ella con pasos firmes. Le tomó la muñeca con suavidad y la guío hasta sus abdominales. —No me gustan las cosas suaves. Las mejillas de Rubí se encendieron. —Es mi casa, acostúmbrate a verme desnudo. Rubí tartamudeó varias veces antes de poder pronunciar una sola palabra. —No es justo. Si no puedo tocarte, es más una tortura. Aron ladeó el rostro con una media sonrisa. En cuanto al sexo, Aron no era una persona muy penosa. Podría llegar incluso a perder el pudor. —¿Quién dijo que no puedes tocarme? Rubí ladeó el rostro confusa. Era la primera vez que veía aquella muralla caer un poco. —Pero… Dijiste que… —La penetración está prohibida. Santo dios. Rubí jamás en la vida había sentido una vergüenza tan grande, era un cosquilleo que se extendía desde los dedos de sus pies hasta su nuca. ¿Esto era deseo s****l? Aron vio como la fina tela en el busto de Rubí se alzó pesado y agitado. Unos bellos pezones comenzaron a dibujarse. Aron los miró y luego al rostro sonrojado de rubí. Su mano se alzó y sobo la clavícula de rubí. La piel de la chica se erizó enseguida. La yema de los dedos de Aron se deslizaron hacia abajo hasta detenerse en los pechos. Rubí con los ojos entrecerrados y la respiración agitada abrió los labios para respirar. —¿Quieres que siga? Ella asintió avergonzada. Claro que quería, sin importar lo sucediera, sabía que si llegaban a cruzar la línea de respeto, era imposible que Aron se arrepintiera de dejarla más tarde. Aron presionó el pezón hacia abajo. La electricidad de ese acto derritió las piernas de rubí. Era una sensación estremecedora, desconocida, deliciosa y culposa. Aron inclinó la cabeza hacia abajo y lamió la tela con la punta de la lengua. La entrepierna de rubí comenzó a lubricarse con rapidez. Había algo ahí abajo que estaba palpitando, gritando por ser estimulada. Aron siguió lamiendo, se arrodilló ante ella, bajando los besos hasta su vientre, la tela del vestido arrugándose en sus grandes manos. De pronto el timbre sonó tan fuerte en sus oídos. Aron chasqueó la lengua, se incorporó y sobó su nuca. Rubí se cubrió el rostro. Aron vio el intercomunicador, después vio a Rubí y le ordenó entrar al cuarto y cambiarse. Ya en la habitación, rubí se despojó del vestido. Vio su cuerpo en el espejo completo. Chorreaba un líquido viscoso allá abajo y todavía sus pezones están firmes. Rubí sobó su cuerpo con suavidad hasta llegar a los pezones. La sensación era diferente. Para cuándo salió de su shock, salió al lobby con su nueva ropa. Henry estaba en la mesa del comedor con Aron. Rubí se sintió incómoda al ver a Aron aún descubierto, solo se había puesto una toalla que cubría su m*****o. Henry, en cuanto la vio entrar, se puso de pie con respeto. —Santo. ¡Así que eres la señora Black! Henry la había visto desde lejos, pero verla de frente era aún más sorprendente. Era hermosa, por supuesto, pero su sorpresa se deslizaba más hacia Aron. Una mujer o un hombre, hermosa o fea, que Aron estuviera casado era lo verdaderamente sorprendente. De pronto el rostro fino de Rubí se distorsionó, Henry que se dio cuenta elimino su sonrisa amable. —Blackhole. —corrigió Rubí descolocando a Henry. Henry se quedó en silencio un segundo. Después entendió a qué se refería rubí. Un poco incómodo, Henry desvió la conversación hacia otro lado. —Había escuchado mucho de ti. Eres hermosa. Felicidades por la unión. Rubí miró hacia la mano extendida de Henry. No quería estrechar esa mano. Sin embargo, bajo la mirada de Aron no tuvo más opción que hacerlo. —Gracias. Aron ¿Pasa algo? —rápidamente dirigió su atención hacia Aron. Aron asintió y luego miró hacia Henry que, con voz más profesional y neutra, habló. —El canciller ha invitado a la señora Black a la fortaleza. Rubí arrugó las cejas. Tenía muchas ganas de reclamarle a Henry por volver a llamarla de esa manera. Al estar casada con Aron, ella adoptó el apellido de él ¿No? ¿Cuál era la insistencia en llamarla Black y no Blackhole? —Es obligatorio. —afirmó Aron, —No tenemos opción. Alístate te esperaré. Rubí asintió con la cabeza, regresó al dormitorio para cambiarse una vez más. No podía ir vestida tan descortés. Aron y Henry esperaron que Rubí desapareciera para hablar nuevamente. —¿Creo que no le caí bien a tu mujer? Aron también pensó lo mismo. —Deberías explicarle el procedimiento en cuanto al “HOLE”. —Lo sé. En su momento, no me pareció importante. Claro, así era Aron, le restaba importancia a las cosas. —Creo que para ella sí lo es. Aron suspiró agobiado. Solo existen dos personas en Bazari con el apellido Hole. Aron Blackhole y Henry claumerhole. El hole era una abreviación que significa “el que guarda”. Tener esa abreviación en su apellido es tan importante, te da reconocimiento y valor. Este apellido no es hereditario, ni siquiera en una unión. —¿Qué sabes sobre esto? —Aron movió la invitación en su mano —¿Qué es lo que desea Loren ahora? Henry se encogió de hombros. Aunque preguntará, no podía responder, ya que no sabía nada. —No lo sé, aunque presiento que no está muy de acuerdo con esta unión. O al menos de la manera en la que se hizo. —Desde cuando le interesan estás cosas a él. No tengo por qué pedir permiso para hacer mi vida. Henry miró algo anonadado a Aron. Para muchos en Halow, Aron es un hombre reservado, callado y poco sociable. Lo único cierto en esa información es que no es una persona que no gusta de la compañía de los demás. Sin embargo, solo aquellos que realmente conviven con Aron pueden dar testimonio de su personalidad. —No discutas con él, Aron. Ya sabes cómo es. Aron se puso de pie y caminó hacia la habitación con un rostro que decía todo, menos calma. Henry, muy adentro, pensó que esto se pondría feo. Aron odiaba sentir que alguien quisiera gobernar su vida y sus acciones, mientras que Loren era lo contrario, amaba jugar con las personas, llevarlas al límite. Henry había olvidado mencionarle a Aron sobre Myli. La señora se enojó bastante cuando se enteró de que Aron se había casado con otra persona. Henry sonrió incómodo. Cuando eran niños, entre la multitud de niños que habían sido traídos desde diferentes lugares del planeta, solo dos fueron escogidos para ser compañeros del próximo canciller. Mientras crecieron, Henry siempre vio la notable diferencia entre él y Aron. Aunque se llevaban bien, Henry siempre notó que la señora Myli favorecía más a Aron. En momentos se sentía molesto, pero ahora de grandes, agradecía que las cosas fueran así. Tenía más libertad que cualquiera y solo podía sentir lástima por Aron. CONTINUARÁ.
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