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Diario de un embarazo casual 2.

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Ahora que Ema se ha convencido de que Fernando no le corresponde como ella desea, decide pasar la pagina y seguir adelante con su vida, protegiendo al maximo la hija que espera de ambos.

Pero Fernando no acepta esta nueva actitud de Ema y decide demostrarle, tras equivocarse repetidas veces, que lo que pasó entre ellos no fué solo algo casual, y para comprobarselo deberá enfrentarse no solo a la negativa de Ema de creerle sino también a un nuevo amor que parece ofrecerle su protección a ella y a su hija. ¿Le dejara el camino libre Fernando a Ema para que sea feliz con otro? ¿O luchara por reconquistarla?

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No quiero verte
No sé cuánto caminé totalmente ciega por las calles. Me detuve para tomar aire y espabilar los ojos, entre las lágrimas, el sudor y la impresión ya no veía bien el camino y me tocaba cruzar para seguir a la casa. Miré atrás, me sentía perseguida, los gritos de Fernando hacían eco detrás de mí y la aparición de Carolina...ella que tocó mi vientre emocionada, y hasta dijo que todos eran ahora tíos del bebé. Nunca dejó de gustarle Fernando, y él, él aprovechó, él siempre aprovechaba una oportunidad, como aprovechó la que yo le di. Retomé mi camino, recobre el aliento y crucé, con la mente solo en llegar a la casa, con la memoria en ella apareciendo en la sala de su casa, en como él se sorprendió al verme, como sus ojos se abrieron tan grande y no podía hablar, no podía ni traga. Y yo como una estúpida haciéndome imágenes en mi cabeza, creando ilusiones de él, yo...los dos comprando cosas para Violeta. ¡Estúpida! Grité por la calle. ¡Eres una estúpida! ¡Estúpida! Lo conocía, sabía que era un mujeriego, ¿por qué iba a ser diferente conmigo? Mis pies flotaban sobre el asfalto, mi cabeza, no sabía pero tenía que `poder controlar cada paso que daba. Llegué a la reja del edificio. Estaba a salvo, pero sabía que tenía que correr y encerarme porque Fernando, si lo conocía bien vendría a explicar lo que ya estaba explicado. Lo logré, logré abrir con mis manos torpes y temblorosas, cerré también y una vez ahí, sola, lloré. Lloré fuertemente, quería borrar todo lo que había hecho, todos mis meses de fantasía imaginando una relación con él. Mis deseos hacia él, lo que pensaba que solo sentía conmigo, que a mí, solamente a mí podía tocarme y mirarme como me miraba, y no era así. Nunca fue así, mamá siempre tuvo razón, Naomi vio las cosas mejor que yo, Luis me lo advirtió, Fernando solo vio una oportunidad, la tomo y ahora solo veía que yo estuviera bien porque llevaba a su hijo en mi vientre. Violeta, y tan felices que íbamos a buscarlo. Tú que cuando lo escuchas o lo tienes cerca, te da por patear, tu papá no cambiará nunca. Había estado en el piso junto a la puerta. Traté de calmarme, la doctora nos dijo que justo ahora, ella comenzaba a percibir todo el entorno, y no era bueno que sintiera esta tristeza, decepción y dolor que parecía que me iba a partir el pecho, que lo estaba hundiendo y solamente las lágrimas parecían calmarlo. Respiré seguido, tenía que beber agua, tenía que serenarme, por mi bien y por el de la bebe. Levantándome escuché que se abría el ascensor y me congelé. Podía ser alguien de los otros tres apartamentos, pero no, tocaron nuestro timbre. Era él. No me moví, si pensaba que no había nadie se iría, así que no hice nada de ruido. Estaba tan asustada como si yo misma hubiera cometido la falta y no él. –Ema, sé que estas ahí. –Comenzó a decir y mi corazón dio un vuelco, no me moví. –Abre la puerta, por favor. Yo...no sé qué voy a decirte, no sé qué debo hacer pero necesito saber que estas bien, necesito pedirte perdón, no te esperaba. –Era obvio que no. Volvió a tocar el timbre, no se iría. –Ema, abre la puerta, por favor. Hablemos, dime los insultos que quieras, dime para que fuiste, golpéame si quieres pero abre la puerta. –No quiero verte. –Le respondí del otro lado, con la poca fuerza que me quedaba. –¡Vete! ¡Vete, Fernando, no quiero verte! Y no hay nada que tenga que decirte. –¡Ema... –¡Veeeeteeee! –Grité tan fuerte, que él ya no volvió a hablar y pocos segundo después escuché se cerraba el ascensor, se fue. Después que tomé agua, creí que estaba calmada, pero no. No me sentía igual, si llamaba a mamá tendría que darle explicaciones y no quería que empeorara su opinión de Fernando, al final de cuentas no iba a dejar de ser el papá de Violeta por yo haberlo encontrado, así que le escribí a Naomi y ella no esperó a que se lo pidiera dos veces y llegó a la casa en media hora. Pensé que la había congelado cuando le conté, no se movía. Su boca quedó abierta y fue enrojeciendo hasta las orejas, se levantó de la silla del comedor y me miró perpleja. –¡Dime algo! –Exigí. –Eso no a aquedarse así, Ema. –sacó su teléfono. –¿Qué vas hacer? –Carolina sabe que tu estas esperando un hijo de Fernando, y si bien no eres su novia, Vanesa, que es su mejor amiga, si lo es o lo era. –El reclamo no es para ella, Naomi. Me duele tan adentro haberlos visto juntos, saber que...con Carolina o con quien sea, él estaba con otra, y compartían. –No, no Ema. –Naomi vino hasta mí y tomó mis manos. –Ellos no estaban compartiendo, ella fue a su casa porque yo misma vi lo que insistió para quedar con él en el mismo grupo y hacer la asignación, ya ella había planeado esto. –Sí, pero él aprovecha lo que se le ofrece. –Ah, eso sí. Es un sinvergüenza. ¿La madre sabrá que tiene la casa como hotel? –La miré apenada. –Discúlpame amiga, no lo digo por ti. –No, por mí también, Naomi. Y no sé si su mamá lo sepa, me imagino que lo sospecha, pero eso no me importa, lo que me importa es este terrible dolor que siento. –¿Y por qué no abriste la puerta y le diste una cachetada? Debiste escuchar lo que tenía que decirte.      –Justamente era eso lo que no quería. No quiero verlo, no quiero que me explique las cosas que hizo con ella, no quiero sentirme como una estúpida enamorada.      –¿Tienes miedo de creerle, Ema?      –No. Tengo miedo de darme cuenta que a pesar de ver lo que vi, de saber lo que sé sobre él, mi corazón me traicione. –Naomi me miró con lastima, ella me entendía, no me juzgaba, pero yo me sentía tan criticada por todos. –Creo que esto que yo imaginé que podía ser, ha muerto hoy.      –Te digo que no entiendo a Fernando. A veces me convence de lo mucho que le importas, no como amiga, parece querer ser tu novio, un hombre para ti, a pesar de nuestras edades él ha actuado tan responsablemente, y ahora esto, no da respuestas claras.      –No voy a mentirte, Naomi. Yo me ilusioné. Él me mira de una manera que yo nunca vi que mirara a Vanesa o a ninguna otra, es tan atento, insinúa cosas tan...directas, pero, es solo su juego, al fin de cuentas mamá tenía razón y tú también cuando decías que era un fresco.      Naomi asintió y volvió a tomar su celular y comenzó a escribir.      –Pero no voy a dejar que todo quede así, Ema. – Decía mientras escribía rápido, yo me levanté para estar detrás de ella y envió antes de yo mirar. –Yo guardé tu secreto pero el de Carolina no.      El mensaje para el grupo del chat iba directo a Carolina. Naomi la acusaba de falsa amiga y de querer ser plato de segunda mesa al insistir tanto para ser la compañera de Fernando, hasta el punto de ir a buscarlo en su casa, donde yo los había encontrado desnudos. Eso no se le hace a una amiga, Carolina. Y con amiga se refería a Vanesa, no a mí, pues ellas eran muy buenas amigas y confidentes.      –¿Qué hiciste, Naomi? –Retrocedí protegiendo mi vientre, hasta Violeta había dado un brinquito.      –Lo que tenía que hacer, y espera las llamadas y los mensajes para que cuentes toda la verdad.      Para cuando Naomi se marchó, una hora y media después, había recibido 30 mensajes de diferentes compañeros y conocidos.      Lorena y Ninoska emplazaron a Carolina por el mismo chat para que confesara y Carolina se retiró del grupo, de manera que admitió que había sido verdad.      Cuando se marchó mi estómago rugió y fui a comer. No sé porque, sé que estaba mal, pero me sentía complacida por lo que Naomi había hecho.      Luis fue al único al que le respondí el mensaje cuando, sin mencionar lo que había pasado con Carolina, me preguntó como estaba y le dije que bien, a excepción de mis parpados hinchados.      Después de comer, me invitó la cama a descansar, y la acepté, caí rendida. Mi mente estaba agotada, el esfuerzo porque ya no me atormentara el recuerdo de lo que vi. Despertar de esa ilusión, romper la burbuja donde flotábamos Fernando y yo, no era nada fácil. Y por eso todo el rato estuve soñando con él, si se podía decir que era un sueño. Él me miraba insistiendo que quería explicarme y aparecía Carolina, ella comenzaba a sonreír y terminando riendo, y después la seguían Lorena, Ninoska y hasta el mismo Omar, todos ellos se reían a carcajadas, reían de mí, y yo estaba ahí parada, sosteniendo mi vientre con fuerza, protegiendo a Violeta de que no percibiera ningún tipo de ofensa, burla de ninguno de ellos.      Aun dormida, el dolor en mi pecho se hacía profundo y sus risas me herían, me mortificaban, no sabía que el amor dolía tanto.      –Buenas tardes señora. –Su voz me despertó, estaba muy cerca, no era parte de mi sueño, Fernando estaba en mi casa.      –Buenas tardes, Fernando. Ema duerme, llegué del trabajo y la encontré rendida.      –Eso explica lo de los mensajes sin responder. –Dijo. –Pero podría esperar a que despierte, le he traído algo de dinero y quería platicar con ella sobre un plan de abono para la clínica.      –¿Y no puedes decirle después? –Mamá no disimulaba su antipatía, su tono de voz era áspero.      –Es que...preferiría que fuese ahora.      Cuando escuché los tacones de mamá dirigiéndose al cuarto, me senté en la cama y la esperé en la cama, sentada. No quería que mamá supiera lo que había pasado, pero ¿de qué otra manera le decía que no quería salir a ver a Fernando?      –Ah, ya estas despierta. –Mamá sacudió las manos. –Afuera está Fernando, quiere hablar contigo.      –Dile que no puedo ahora, no me sentía bien y tuve que dormir.      –¿Por qué tienes los ojos hinchados? –Se acercó a mí y tomó mi barbilla. –¿Lloraste? Sí, lloraste mucho, ¿qué pasó? Por eso no quieres ver a este.      –No, mamá...      –No me engañes. –Insistió levantándome más la cara.      –Sí, pero son tonterías mamá. Igual no quiero verlo.      –Se lo diré. –Fue hacia la sala y yo la seguí hasta la puerta. La presencia de Fernando se sentía en la sala. –¿Qué paso entre tú y Ema? –Lo abordó llegando frente a él y aunque no podía ver su cara, yo sabía que mamá intimidaba. –Ella no quiere verte y tiene los ojos hinchados.      –¿Se siente mal? Yo quiero hablar con ella.      –Dime a mí lo que quieres decirle a ella, cualquier cosa sea. –              Bueno, no creo que sea buena idea.–Anda, dile lo que te encontré haciendo, pensé –Yo...cometí un error y quería pedirle disculpas a ella. –Te está escuchando, ¿no te basta con eso?       –¿Si se da cuenta, señora, que la manera que me trata, a pesar de que siempre la he respetado, no es la más cordial cuando soy el padre de su futuro nieto?       –Eso es problema tuyo, Fernando. Y es bueno que lo menciones, porque eres tu él que está aquí para pedir disculpas.       Se hizo un silencio y después escuché que se movía.       –Ema, sé que dijiste que no querías verme, igual tendremos que enfrentarnos en algún momento y bueno aprovecharé para explicarte.       –Bien, estoy segura que ella te escuchó.       No tenía que verla para saber que lo empujaba a la salida.       Quedé pegada a la pared escuchando ambas puertas cerrarse y después los tacones de mamá acercarse al pasillo.       –Gracias, mamá. –Le dije con un gesto de mucha pena.       –Ahora cuéntame lo que pasó.       Yo no quería hacerlo pero lo hice. Era inevitable ya que en algún momento se enteraría y mamá utilizaba una mirada casi de tortura cuando quería saber algo.       Después que se lo conté, notando un poco de asombro de su parte no me atreví a encararla.       –Sé lo que piensas de mí, que soy una estúpida por pretender que existiera algo ente nosotros, pero a veces me cuesta no hacerlo, sobre todo porque me confunde su comportamiento.       –Ayyy, Ema. –Mamá se levantó de la silla de la cocina y fue a la nevera, sacó un helado de dulce de leche, ese ahora era mi favorito. –No te culpes, te falta mucho para conocer a los hombres, ellos desde muy jóvenes están claros en cómo actuar y nosotras pues nos cuesta reconocer de entre muchos cual es el indicado. –Me sirvió una buena porción. –Mucho más sin son atractivos, carismáticos y amables como lo es Fernando.       –Mamá, ¿tuviste otros novios antes de casarte con papá?       –Tuve varios enamorados, y si conocí a varios con el encanto de un Fernando, pero que nunca hablaban claro, eran evasivos y a la larga entendí, en poco tiempo y sin irme a la cama con ellos, que no me querían para algo serio.       –Bueno, ese es mi caso ahora, la diferencia es que ya me fui a la cama con él y mira. –Le señalé mi panza.       –Aprendiste a la mala, ahora todo cambia para ti. Tu tiempo, tu espacio, tus necesidades, todo cambia a partir de que la niña nazca.       No voy a mentir diciendo que no tenía miedo.       –Vas a ayudarme ¿verdad?       –Claro que sí, Ema. Siempre. –Me sonrió y a partir de ese momento decidí que no estaba mal ser egoísta y preferir ser feliz y estar tranquila.              Sentada en mi cama, comencé a ordenar todo lo que tenía que ver con el nacimiento de Violeta.       Primero en una carpeta que ahora forré de rosa intenso, ordené los ecos, los exámenes y todo lo que tenía que ver hasta ahora con el embarazo. Fui a las gavetas e hice un inventario de lo que tenía, entre lo que la señora Paula compró, lo que mamá había comprado y lo que Fernando había traído.       Escribí en una agenda todo lo que faltaba para cuando Violeta llegara al mundo y eso me reconfortó.       Me sentía tranquila, el teléfono se reventaba con la noticia de Carolina en la casa de Fernando, me llegaban mensajes preguntando si era verdad. Naomi aclaraba la primicia y la acusada no se atrevía a decir nada. Creo que fue un poco excesivo, después de todo él siempre pudo haber dicho que no, pero estaba dispuesto.       Tomé mis cuadernos y en la laptop inicié mi informe de pasantías para cumplir con el último requisito de la graduación. Apenas empezaba pero ya tenía una idea de cómo iría el tema.       Era hora de impulsarme desde el fondo, era hora de admitir que lo que viví con Fernando, muy buenas vivencia, había sido cuestión de un momento.       Lo mejor era que me quedara con esos buenos recuerdos, con la experiencia que viví y siguiéramos adelante.       Tomé el teléfono y leí sus mensajes, eran solo dos.       –Perdóname por el mal rato, no pasó nada entre nosotros, perdón.       Si mamá lo leyera ya me imagino la cara que pondría       –Te daré tiempo, pero sabes que debemos vernos y hablar, estas esperando una hija mía, Ema.       ¿Qué era eso? ¿Su chantaje para que yo soportara sus desprecios?       No, Fernando.       Borré todos sus mensajes, antes me regodeaba leyéndolos nuevamente, revivir lo que quería decirme, imaginar su boca en la mía probándome, pero de eso ya no más.       Si no era Carolina sería Lorena, Vanesa, Ninoska o cualquier otra que a medida que anduviera por la vida apareciera.       No respondí. Habían cosas más importantes en que ocuparme ahora.       Fue un fin de semana largo. La mayoría del tiempo la pasamos en la cama, mirando películas y la internet. Mamá y yo comenzamos a vaciar el cuarto que era de papá y quedó resuelto el problema del exceso de recuerdos.       Salió y trajo la cinta decorativa que yo quedé en comprar el día en que encontré a Carolina y después de pintar afanadamente el cuarto de lila y blanco, entre las dos decoramos con la cinta.       –Dejemos abierta la ventana para que el olor salga. –Me dijo mirando orgullosa su trabajo.       Me ilusionaba. ¿Cómo sería? Su cabello, sus ojos, su boca.       La señora Paula me llamó para saber como estaba, era evidente que Fernando le contó y yo le charlé de lo que hacíamos mamá y yo con la intención de que se lo contara a él.       No iba a seguir llorando por él. Si me dolía, si pensaba en él, pero ahora mis sentimientos estaban cambiando y mi prioridad era Violeta.       El lunes cuando llegamos mamá y yo a su trabajo, su jefa me dijo que querían hablar conmigo.       Mamá y yo pensamos lo peor. No podían tenerme embarazada ahí. Menor de edad y embarazada haciendo tareas de liceísta.       Me sentaron en una oficina y pasó la jefa de la consultoría, Gilmar, uno de los abogados y otro hombre, más joven.       –Buenos días, Ema. –Mamá se había quedado en su oficina, en el piso de arriba.       –Buenos días. –Respondí intimidada.       –No te asustes. –Dijo ella amable. –Te llamamos para saber si querías aceptar trabajar ganando un sueldo en estas oficinas.       –¿Cómo?       –Sí, él es Cristhian Bermúdez, comenzara a trabajar hoy con nosotros en la consultoría y necesita una secretaria, le contamos que llevas aquí semanas y que te conocemos desde niña, así que te propondríamos el puesto, vas a necesitar una entrada y él no conoce a nadie.       Giré para ver el rostro de Él. Cabello n***o hacia atrás, ojos oscuros, sombra de una barba rodeándole la boca.       –Pero estoy embarazada, en cuatro meses tendré que ausentarme. –Dije dirigiéndome a él que no dejaba de verme. Lamenté ir vestida de esta manera tan sencilla aquella mañana. Él vestía de traje con corbata y zapatos brillantes.       –Se verá para entonces. –Respondió. Hasta su voz era seria.       –Entonces ¿no le importa?      –Si tú estas dispuesta, Ema, y tu mamá da su consentimiento, él acepta. –Dijo Gilmar con el mismo tono simpático de siempre.      –Yo acepto. –Respondí rápido sin poder ni siquiera sonreír. Estaba muy sorprendida.      –Bien. Mucho gusto Ema, Cristhian Bermúdez.      Me ofreció su mano y cuando la estreché, él la apretó con decisión, ahora tenía jefe.                           

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