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Mi hombre Dominante

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Blurb

La historia sigue a Maya Stone, una chica de 19 años, cuya vida tranquila en el hotel de sus padres da un giro inesperado cuando su amiga la involucra en un plan para confesarle sus sentimientos a Ares Bailey, un CEO importante, el cual se hospeda en ese hotel. Aunque Maya inicialmente se muestra escéptica, ya que Ares es un hombre mucho mayor a ellas, siendo una chica que jamás a experimentado los deseos carnales y mucho menos el amor, de pronto todo eso surge cuando ambos se conocen. Ares cae ante la belleza de Maya y aunque sabe que su diferencia de edades podria ser un gran problema, está dispuesto a esperarar el tiempo que sea necesario para estar con ella y sumergirla al mundo de la Dominancion. A medida que su relación se intensifica, ambos se dan cuenta de que están destinados a pesar de los obstáculos que enfrentan.

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Inicio
Estaba empezando la primera semana de verano, y el clima ya hacia estragos en la zona, era tan insoportable el calor que apenas podía sobrellevar quedarme dentro de mi propia habitación. Era una locura. Por ese motivo, en aquel día decidí abandonar la comodidad de mi horno privado y unirme a Alice en la recepción del hotel de mi familia, donde un ventilador sobre el mostrador trabajaba lentamente para aliviar el calor. Dado que los alojamientos tradicionales no eran populares entre los lugareños y el turismo nunca fue una prioridad para Greeword, el flujo de huéspedes era escaso, incluso durante lo que considerábamos como los meses de mayor actividad. Por esa razón, mis padres no vieron ningún problema en permitirme estudiar allí, en la recepción, siempre y cuando no incomodara a los pocos clientes que teníamos. —¡Uh, quiero hacer este! —anunció Alice, señalándome un nuevo cuestionario en un sitio web en la computadora del hotel—. "¿Qué tipo de chico es el ideal para ti?" —leyó el título y soltó una risita—. El chico ideal para mí es el nuevo huésped. —Pensé que estabas saliendo con el chico que vende patas de pollo —dije, echando un vistazo alrededor antes de volver a juguetear con mi celular. Esta era la verdad. Ella simulaba trabajar, yo simulaba estudiar. Mientras Alice utilizaba la computadora del servicio para realizar pruebas en línea, yo ocupaba el incómodo banco de la recepción, con un libro abierto sobre el mostrador, aparentando que estaba aprendiendo algo cuando, en realidad, estaba navegando por f******k en el teléfono. —Mira, estoy saliendo, pero solo porque no puedo salir con Ares Bailey, ¿ok? —respondió, de manera sencilla. —No sé quién es Ares Bailey, pero espero algún día tener una relación tan intensa y sincera como la tuya con el chico del puesto de comida. —bromeé, y ella se encogió de hombros con cierta despreocupación. —Por lo menos como patas de pollo gratis. —contestó, demostrando cierta convicción de que la relación valía verdaderamente la pena—. ¡Ahora shh, necesito concentrarme! La miré por el rabillo del ojo, riendo débilmente. Alice se toma muy en serio estas pruebas. Así que no me importó interrumpir nuestra conversación improductiva. —El rendimiento de este módulo es el peor de todos. Aplicar una central de despegue no parece ser la mejor opción. —Escuché a alguien decir mientras intentaba reprimir una risa cuando vi un meme perdido en medio de f******k. —No, la mejor opción es cambiar el director de esa filial —dijo otra persona. —Eres muy radical, Patrick. —El hombre de la primera voz refutó y noté, aun con la cabeza agachada, los pies de dos sujetos cruzando la recepción del hotel—. Oh, buenas tardes —dijo, y escuché a Alice responder tímidamente, lo cual es extraño porque nunca se pone tímida. Curiosa, levanté la mirada para ver de quienes se trataban, pero lo hice demasiado tarde cuando los dos hombres ya habían cruzado el pasillo que los llevaba a las habitaciones de invitados. Al sentir un codazo en mis costillas, miré asustada hacia un lado y vi a Alice gruñir de una manera muy extraña. —¡Es él! ¡El huésped del que hablé, Ares! —Contuvo los gritos en un susurro. —¿Cuál de ellos? No se ven de nuestra edad. ¿Cuántos años tienen? —pregunté, girando mi rostro para analizar las espaldas de los hombres antes de que desaparecieran de mi vista, pero no hizo mucha diferencia porque no vi mucho sobre ninguno de ellos. —El más bajo. El otro es un tal Patrick y ya rompió un frigobar, solo Jesús sabe cómo. —Respondió, todavía eufórica—. Además, ¿la edad que importa? ¡Ah, quiero que ese hombre me haga su esposa y darle muchos hijos! —Santa madre de dios, Alice, no creí que te gustaran los mayores. Esos bebés saldrán de ti como si se resbalaran en un tobogán de agua. —Rezongué, aterrorizada ante la imagen de una persona tan desnaturalizada considerando la posibilidad de ser madre. Apoyó el codo sobre la encimera y luego la barbilla sobre su mano, suspirando. —¿Viste esas piernas? ¿Cómo puede un hombre verse tan sexy con ropa social? Me forcé a dedicarle una sonrisa y le di unas cuantas palmaditas comprensivas en la espalda. —Probablemente no conseguirás nada con él, hombres de su edad no se fijan en chicas como nosotras, pero no te desanimes, al menos puedes seguir comiendo patas de pollo gratis, ¿verdad? Alice me dio una mirada poseída, arreglando su postura a una menos apasionada y más agresiva. —¿Qué tal si le das un poco de apoyo a tu amiga, ¿eh? Maya. Levanté las manos en un gesto de rendición, riendo. —Si pudiera sabes que te ayudaría, pero no creo que pueda… Respiró pesadamente, pareciendo estar de acuerdo, pero luego abrió mucho los ojos y se volvió hacia mí con una expresión espantosa. —¡Pero puedes! Sonreí falsamente, un poco asustada también. —Ok, primero deja de poner esa cara, ¿de acuerdo? Te ves como un villano pensando en su plan malévolo y eso es extraño. Alice me dio un golpe en la frente. —¡Oye Maya, no seas mala conmigo! Rezongué bajito, pasando mi mano por el lugar adolorido. Realmente la loca parecía un experimento defectuoso del profesor chiflado. —Ahora escúchame. —Alice se acercó a mí y bajó la voz como si estuviera contando un secreto de la CIA—. Voy a escribir una nota y se la vas a entregar, ¿entendido? Entrecerré los ojos con sospecha. —¿Por qué no lo entregas tu misma? —Porque soy tímida. —Respondió, cínica—. También porque tus padres me despedirían si ven que su empleada le gusta coquetear con los huéspedes. La última justificación parecía más aceptable. —¿Qué obtengo con eso? Pareció pensativa, se mordió la lengua, se golpeó la barbilla con su dedo y finalmente pareció llegar una respuesta. —¡Te traigo patas de pollo gratis por una semana! —Nadie soportaría comer tantas patas de pollo así. Ella resopló, decepcionada. —Te ayudo con tus tareas. —Eres tan tonta como yo. —Refunfuñé aburrida—. Es lo mismo que pedirle ayuda a un gorila. Alice chilló, frustrada. —¡Entonces pide lo que quieras, demonios! Esta vez, fui yo quien quedó pensativa. ¿Qué podría ofrecerme Alice a cambio de un favor? Me sonrojé ante la única posibilidad que cruzó por mi mente, y ella sonrió cuando vio que, después de todo, había algo que podía pedir. —¿Qué es? —preguntó, y negué con la cabeza porque era demasiado vergonzoso, pero Alice era insistente—. No te avergüences, dime lo que quieres, Maya, dilo. Bajé un poco la cara y me rasqué la nuca, revelando mi pedido a la velocidad de una ametralladora, pero mucho más bajo. —Quiero dar mi primer beso —dije muy bajo. Frunció el ceño, confundida. —¿Cómo? Respiré hondo, obligándome a no sentirme tan avergonzada por un asunto tan tonto. Pero no funcionó. —Quiero dar mi primer beso… —Revelé, de una manera más lenta y comprensible, pero lo lamenté en cuanto abrió los ojos, asustada. —¿Tú nunca…? —Se detuvo, sorprendida—. Wow. A los doce años faltaba a las clases para besuquearme detrás de los baños con los chicos mayores de la escuela. Qué ejemplo eres May. Tienes 19 años y, ¿no has dado tu primer beso? Me encogí un poco más. ¿Por qué era tan vergonzoso? —Está bien, haré eso por ti, no es para tanto —dijo de nuevo, y noté que se obligaba a no soltar más comentarios sobre mi castidad labial—. ¿Tienes a alguien en mente? Negué, porque no tenía. Nunca en mi vida sentí atracción o ganas de besar a un chico y ya estaba empezando a creer que algo andaba mal conmigo, pero tenía curiosidad por saber cómo sería. Tal vez me guste la sensación y entonces finalmente comenzaré a notar más a los chicos. —Ok, eso lo complica un poco, pero aún puedo arreglarlo. Tengo unos primos más jóvenes que besan cualquier agujero en la pared, así que besarte no será un problema para ellos —dijo Alice, no exactamente tranquilizándome, y extendió la mano—. ¿Tenemos un trato? Miré su mano extendida por un tiempo, antes de finalmente sellar nuestro vergonzoso trato. Esa noche, iría hasta la habitación de Ares Bailey.

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