Capítulo 13: El corazón del Inframundo.

3452 Words
Los ecos siseantes de la confrontación con las Gorgonas se desvanecieron en los laberínticos túneles bajo Delfos, pero la tensión permaneció palpable entre los jóvenes semidioses. El miedo visceral que les habían infundido las hijas de Forcis dejó un poso de inquietud, amplificando la conciencia de su propia inexperiencia y vulnerabilidad. La voz espectral de Pitón, aunque distante, parecía seguir resonando en los bordes de sus mentes, un gemido primario que les recordaba la amenaza creciente que se cernía sobre el mundo. La oscuridad de la caverna, que antes parecía un refugio, ahora se sentía como una trampa ineludible. Jayden, con la frustración carcomiéndole por dentro, se pasó una mano por el cabello azabache con un gesto áspero. Dejó escapar un gruñido bajo, dirigido a la oscuridad opresiva que los rodeaba. Había sido testigo de la debilidad de sus hermanos de armas, no por falta de valentía, sino por una cruda ausencia de experiencia en combate real y las profundidades de la magia divina. —Esto… lo que sea que estemos intentando hacer aquí, no va a funcionar —dijo, su voz cortante como un cuchillo—. Es una pérdida de tiempo. Devin, con el ceño ligeramente fruncido a causa de la confusión que aún lo embargaba tras el encuentro con las Gorgonas, preguntó con cautela: —¿A qué te refieres, Jayden? ¿Qué no va a funcionar? Creí que estábamos aquí para encontrar respuestas sobre la enfermedad de los dioses. Jayden lo miró con impaciencia, su mirada oscura escrutando a cada uno de sus compañeros, deteniéndose unos segundos en el desastre despeinado que era Calypso luego de su encuentro con Medusa. —Respuestas que no vamos a poder usar si terminamos convertidos en piedra o devorados por cualquier monstruo que se nos cruce. Mírense —señaló a Liam con un movimiento de cabeza—. Hijo de Zeus, sí, con la fuerza de un rayo, pero tan inestable como el clima en primavera. Orión, mensajero de pacotilla, más preocupado por una buena broma que por una estrategia de batalla. Romina, con la fuerza bruta de Poseidón, pero la cabeza llena de pájaros y tan maleable. »Marcus, leal y fuerte, pero lento y predecible. Silas, con sus hechizos, útil, pero fácilmente superado en combate directo. Calypso, inteligente, sí, pero demasiado indecisa, siempre pesando cada opción hasta que la oportunidad se desvanece. Y Hunter… —Jayden hizo una pausa, su mirada deteniéndose en el chico de ojos heterocromáticos, antes de continuar con un tono ligeramente diferente, una pizca de respeto que no solía permitirse—. Hunter tiene… un potencial increíble. Su linaje dual lo hace único, el verdadero "Guerrero de dos sangres" de la profecía, pero carece de entrenamiento real para canalizar todo ese poder. »Exceptuándonos a Zachary y a mí, ninguno de ustedes está realmente preparado para una misión de esta magnitud. Nunca han estado en una misión o una batalla más allá de los simulacros de entrenamiento de la Academia. Y así, es como si tuvieran una diana gigante pintada en la espalda. Son blancos fáciles para cualquier criatura que sepa lo que somos. Orión, aunque también mantenía el ceño fruncido, no era por confusión, sino por una concentración aguda, asimilaba las duras palabras del hijo de Hades, y a regañadientes, tenía que admitir que Jayden tenía razón. Ellos sólo habían pasado uno o dos años estudiando en Redwood, aprendiendo los fundamentos del combate y la magia, mientras que los gemelos Clare habían estado toda su vida entrenando bajo la tutela de su padre, fortaleciéndose, poniendo al límite sus habilidades en un entorno mucho más exigente. —Está bien, Jayden —dijo, su tono serio por una vez—. Entiendo tu punto. Somos novatos en esto. Entonces, ¿cuál es tu plan? ¿Qué sugieres que hagamos? ¿Simplemente nos quedemos aquí abajo esperando que las Gorgonas vuelvan por un postre? ¿Que todo se solucione mágicamente y los dioses recuperen su divinidad? Jayden compartió una mirada significativa con Zachary. El gemelo de cabello blanco suspiró, negando con la cabeza con una expresión que denotaba resignación más que derrota. —Ya qué —murmuró Zachary, como si estuviera cediendo a un argumento que habían tenido muchas veces antes, un debate silencioso sobre el camino a seguir. Jayden se dirigió a todo el grupo, su voz ahora firme y decidida. —Vamos a ir al Inframundo. Un murmullo de sorpresa e incredulidad recorrió al grupo. —¿Al Inframundo? ¿Estás hablando en serio? —preguntó Romina, sus ojos abriéndose de par en par, la imagen de su padre espectral aún fresca en su mente. —¿Estás loco? —exclamó Liam, su voz resonando en la caverna—. ¿Por qué querríamos ir al reino de Hades? Es el hogar de los muertos, de los monstruos… —Precisamente —interrumpió Jayden, sus ojos oscuros brillando con una luz fría y calculadora—. Allí entrenaremos. Allí conocerán realmente sus poderes, sus límites. Estarán bajo la protección de mi padre, en un lugar donde al menos tendremos cierta ventaja. Aquí arriba estamos expuestos, a merced de cualquier criatura que haya escapado. Abajo, tendrán la oportunidad de fortalecerse, de aprender a luchar como si sus vidas dependieran de ello… porque dependen de ello. Los semidioses se mostraron renuentes, la idea de descender al Inframundo evocaba imágenes sombrías y peligros inimaginables. La misma palabra "Inframundo" conjuraba visiones de almas errantes, ríos de dolor y bestias infernales. Pero en el fondo, todos sabían que Jayden tenía razón. Su inexperiencia era un lastre peligroso en la situación actual. La Academia Redwood, con todas sus simulaciones y clases, no podía prepararlos para la cruda realidad de enfrentarse a criaturas milenarias y a la manipulación de poderes ancestrales. —Pero, ¿cómo vamos a encontrar información allá? —preguntó Marcus. —Textos antiguos —dijo Calypso, sacando una tablet de su mochila. Era un dispositivo de la Academia Redwood, diseñado para acceder a bases de datos ocultas y conocimientos arcanos—. Los mitos a menudo esconden verdades. Necesito tiempo para buscar, concentrarme, cruzar referencias con los libros que hay en la biblioteca de Redwood, cuando logremos comunicarnos con la Academia. —Y en el palacio de mi padre hay una de las bibliotecas más extensas y antiguas del Inframundo —agregó Jayden, confirmando la idea de Calypso—. Acceso a conocimientos que no encontrarán en ningún otro lugar. Allí, en la oscuridad, bajo la guía de mi padre y mi madre, tendrán la oportunidad de comprender los misterios de sus propios poderes, de forjar su verdadero potencial. No como en un simulacro, sino con el peso real de la vida y la muerte en cada movimiento. No hay mejor lugar para endurecerse. Liam asintió lentamente, su rostro pensativo—. Tiene sentido. Si el velo entre mundos se desgarra, el Inframundo será el primer lugar afectado. Y los conocimientos antiguos son cruciales. —¿Y cuándo nos iríamos? —preguntó Devin, tragando saliva, la perspectiva de ir al Inframundo le daba escalofríos, pero la idea de un entrenamiento real, y la posibilidad de vengar la afrenta de las Gorgonas, también lo impulsaba. Zachary respondió, su tono pragmático, como si el Inframundo fuera simplemente otro destino en un mapa. —Primero recuperaremos nuestras cosas del hotel. No podemos viajar al reino de los muertos con sólo la ropa que llevamos puesta. Partiremos de inmediato. Utilizaremos las sombras para viajar hasta allá. Al menos estaremos relativamente seguros en el dominio de nuestro padre, algo con lo que estamos familiarizados y que podemos controlar en ciertos aspectos. Romina, aún con el recuerdo espectral de su padre grabada en la mente, preguntó con aprehensión: —¿Y qué hay de los monstruos, las almas errantes? ¿No dijiste que las cosas estaban tensas allá abajo? Jayden la miró con una seguridad que no sentía del todo, pero que proyectaba con maestría. —Mi madre se está encargando de mantener el orden. Perséfone no permitirá que el caos reine en su hogar. Estaremos bajo su protección directa. Además, el Palacio de Hades es una fortaleza inexpugnable, casi. Ningún monstruo se atrevería a cruzar el umbral sin una invitación… o sin una muerte segura. Así, los jóvenes semidioses iniciaron el arduo camino de regreso a la superficie, cada sombra, cada sonido ahora amplificado por la reciente confrontación. La excitación inicial de su primera misión internacional se había evaporado, reemplazada por una comprensión sombría de la magnitud del peligro que enfrentaban. Apenas rondaban entre los 16 y 17 años, algunos pronto a cumplir la mayoría de edad, y ya tenían una enorme carga sobre sus hombros, un destino impuesto por la sangre divina que corría por sus venas, una carga que ninguno de ellos había pedido. El peso de su descendencia se sentía ahora más pesado que nunca. La ciudad de Atenas brillaba con una miríada de luces cuando el grupo de semidioses, exhaustos y con el ánimo sombrío, regresó al Hotel Grand Bretagne. La majestuosidad del hotel, que antes les había parecido un refugio de lujo, ahora se sentía extraña y superficial, una delgada capa de normalidad sobre un abismo de caos que se agitaba bajo el mundo. Entraron por la puerta de servicio, evitando el bullicio del vestíbulo principal para no levantar sospechas con sus caras demacradas y la evidente tensión que los envolvía. Realizaron los trámites necesarios para desocupar sus habitaciones antes de la fecha prevista con una eficiencia sorprendente, explicando una repentina necesidad de regresar a América. Afortunadamente, el personal del hotel, acostumbrado a lidiar con una clientela variopinta y las excentricidades de los huéspedes adinerados, no hizo demasiadas preguntas. La única curiosidad fue una fugaz mirada a cada uno de ellos, sus ropas sucias y con algunas rasgaduras, y algunos rasguños en el cuerpo y rostro, pero el recepcionista, con una sonrisa profesional, no comentó nada. Era de noche cerrada cuando terminaron, el aire fresco ofreciendo un ligero respiro a la tensión que los embargaba. El cielo estrellado de Atenas se extendía sobre ellos, ajeno a los problemas que se agitaban en las profundidades. Los gemelos Clare guiaron al grupo a un pequeño parque cercano, un oasis de verdor rodeado por la bulliciosa ciudad. A esas horas, el parque tenía poca o ninguna afluencia de personas, lo que les ofrecía la discreción que necesitaban. Los faroles emitían una luz tenue, creando un ambiente melancólico que se ajustaba a su estado de ánimo. —Muy bien —dijo Zachary, su voz baja y concentrada—. Recuerden las instrucciones. Mantengan la calma y no se separen. A los gemelos les tomó varios viajes entre ambos para llevar a todos hasta la entrada del Palacio de Hades. Zachary abría portales de sombras, un proceso que exigía una concentración y un gasto de energía inmensos, permitiendo que un pequeño grupo cruzara al Inframundo. El aire se enfriaba bruscamente cuando las sombras se abrían, revelando un pasaje oscuro y gélido. Jayden los esperaba al otro lado para asegurar su llegada, su propia aura de oscuridad reconfortante en medio de la penumbra del reino de su padre. Luego, Zachary regresaba para llevar a otro grupo, repitiendo el proceso hasta que todos estuvieron al otro lado del velo. Al terminar, ambos estaban visiblemente débiles, sus rostros pálidos y sus respiraciones agitadas, el esfuerzo de viajar entre mundos, y llevar consigo seres vivos, mermando considerablemente sus fuerzas. Sus poderes estaban al límite, pero su misión era más importante que su agotamiento. Fueron recibidos en el umbral del imponente palacio por la misma Reina del Inframundo. El Palacio de Hades era una estructura colosal de basalto n***o y obsidiana, coronado por estatuas de criaturas míticas y gárgolas que parecían cobrar vida bajo la luz fantasmal del Inframundo. La entrada era un arco ciclópeo, flanqueado por enormes braseros que ardían con un fuego azulado y que arrojaban sombras danzantes sobre el rostro de Perséfone. Hunter estaba maravilloso por la imponencia del lugar. Perséfone lucía un vestido suelto de seda color verde esmeralda, adornado con delicados bordados de flores pálidas que parecían florecer en la penumbra. Su cabello oscuro estaba recogido en una trenza suelta adornada con pequeñas flores de granada, y a pesar de la suave sonrisa maternal que les ofreció, podían notarse ligeras ojeras bajo sus penetrantes ojos oscuros, testimonio de la tensión que también la afectaba. Su piel, usualmente etérea y luminosa, parecía un poco más translúcida de lo habitual, una señal sutil de la enfermedad que afligía a los dioses. Los gemelos agradecían a todo lo divino que su madre no hubiera sucumbido por completo al veneno que aquejaba a los dioses, más allá de una persistente fiebre y una fatiga evidente. Su presencia era un consuelo, una señal de que no todo estaba perdido. La diosa los guió hacia una espaciosa sala de estar, decorada con un gusto sombrío pero elegante. Paredes de ébano pulido, mobiliario tallado en maderas oscuras y cojines de seda púrpura creaban un ambiente de misterio y grandeza. Lámparas de obsidiana emitían una luz suave, revelando intrincados tapices que representaban escenas del Inframundo, susurros de mitos y leyendas que flotaban en el aire. Allí, se detuvo a observar a sus jóvenes invitados con una mirada escrutadora pero amable, sus ojos oscuros analizando cada uno de sus rostros cansados. —Bienvenidos, jóvenes guerreros —dijo, su voz suave como el susurro de las hojas en otoño, pero con una autoridad innegable, un eco de la naturaleza que ella representaba. A pesar de su suavidad, había una firmeza en su tono que inspiraba respeto—. Deben estar exhaustos después de su viaje. ¿Quisieran comer algo antes de descansar? He mandado a preparar habitaciones para todos. Hunter, en voz casi tímida, se adelantó un poco, sintiendo el impulso de ofrecer su ayuda. Siempre había encontrado consuelo y propósito en las pequeñas cosas, en cuidar de los demás. Aunque hasta hace poco sólo había tenido a sus hermanas y a su madre. —Señora Perséfone, si me permite, yo podría hacerles algo de comer a todos. No tiene que molestarse. Ya es suficiente con hospedarnos. El resto de los semidioses asintió con alivio ante la oferta del hijo de Afrodita. La idea de una comida casera, preparada con sus propias manos, era mucho más reconfortante que la perspectiva de la comida del Inframundo, cualquiera que fuera. El estómago de Marcus rugió discretamente, confirmando la urgencia. La mujer ladeó ligeramente la cabeza, dándole un repaso a Hunter de arriba abajo con una mirada curiosa, casi evaluadora, antes de dirigir una sonrisa traviesa a su hijo mayor, Jayden. Luego, con una gracia felina que le era propia, se acercó al chico de ojos heterocromáticos, sus ojos brillando con una luz inesperada. —Tú debes ser Hunter —dijo Perséfone, su voz ahora con un tono dulce pero lleno de picardía, como si compartiera un secreto con él. Jayden se tensó de inmediato, todo su cuerpo rígido y sus ojos ligeramente más abiertos de lo habitual. Lanzó una mirada de muerte apenas disimulada a su gemelo. Zachary, apoyado contra una columna y con una expresión inocente, miró hacia otro lado, silbando una melodía inexistente, los labios curvados en una sonrisa apenas perceptible. Era obvio para Jayden que su hermano no había perdido la oportunidad de contarle a su madre los detalles de su reciente… interés en el descendiente de Afrodita y Ares, o quizás sus propias observaciones habían sido suficientes para la diosa de la primavera. Hunter tartamudeó un poco, sus mejillas sonrosándose ligeramente bajo la mirada penetrante de la diosa. Se sintió expuesto, como si su corazón pudiera ser leído. —S-sí… sí, señora. La mujer sonrió complacida, sujetando ambas manos de Hunter entre las suyas, sus dedos fríos, como la tierra en invierno, pero su agarre sorprendentemente firme. Una extraña energía pareció fluir entre ellos, una conexión sutil, casi imperceptible. —Por favor, querido, nada de formalidades, llámame Perséfone. Después de todo, estaremos conviviendo por un tiempo. Y no te preocupes por la comida. Siempre es un placer tener invitados que se ofrecen a ayudar en la cocina. No como estos dos que ni siquiera pueden hervir el agua —miró de reojos a sus hijos antes de devolver su mirada al tierno muchachito—. Pero primero, descansen un poco. Han tenido un viaje agitado. El resto de los semidioses, y hasta el mismo Hunter, intercambiaron miradas confusas ante la inesperada interacción y la familiaridad de la Reina del Inframundo. No era la recepción fría y distante que esperaban de la esposa de Hades. Jayden carraspeó, interrumpiendo el momento con una falsa cortesía que no engañó a nadie. De manera sutil, sujetó a su madre por los hombros, guiándola hacia las escaleras del segundo piso, su postura claramente a la defensiva, o quizás territorial. No sabrían decirlo con exactitud. —Está bien, mamá. Ya es muy tarde y seguro estás cansada. Deberías ir a descansar. Nosotros estaremos bien aquí abajo. Hunter y los demás necesitan reponerse. Perséfone se detuvo en seco, mirando a su hijo con el ceño fruncido, una chispa de diversión en sus ojos oscuros. —¿Cansada? Jayden Rhys Clare, no intentes librarte de mí tan fácilmente. Tengo la intención de atender a nuestros invitados como es debido. Y tú también deberías —luego bajó la voz hasta susurrar—: No creas que no he notado tu reciente comportamiento. Jayden, firme en su intento de alejar a su madre de Hunter, no se detuvo, comenzando a subir las escaleras con ella, su voz bajando a un murmullo, pero aún audible para los semidioses, quienes, con la curiosidad de los adolescentes, agudizaban el oído. —Mamá, por favor, no empieces —se le escuchó decir a Jayden en un tono exasperado. Perséfone, viendo que su hijo no cedería y disfrutando de su visible incomodidad, alzó la voz lo suficiente para que Hunter y los demás la escucharan claramente, su voz resonando con un eco travieso por el pasillo. —Hunter, querido, siéntete como en casa. Puedes disponer de todo lo que hay en la cocina cuando te sientas con ánimos de cocinar. No seas tímido. Y si necesitas algo, no dudes en preguntar. O si Jayden te molesta… ¡sólo avísame! El resto de los semidioses no pudieron escuchar más sus palabras, ya que sus voces se fueron apagando a medida que se alejaban por el pasillo del segundo piso, sólo alcanzando a oír lo que parecía una acalorada discusión en susurros sobre “intimidad" y "entrometida". Silas, con una ceja levantada, rompió el silencio que se había creado. —Eso… eso fue extraño. Muy extraño para ser la esposa de Hades. La tensión se rompió con la sonora carcajada de Zachary, que resonó en la sala de estar, contagiando a algunos de sus compañeros, quienes empezaron a creer que la familia real del Inframundo había perdido completamente la cabeza. Romina se acercó a Hunter, con una sonrisa divertida. —Parece que a Perséfone le caíste bien. O que Jayden tiene algo muy particular que ocultar. Liam palmeó la espalda de Hunter, una sonrisa en su rostro, mientras Marcus soltaba una carcajada gutural. —Bien jugado, rarito. Parece que tienes un aliado poderoso en el Palacio de Hades. Hunter se frotó la nuca, sus mejillas aún sonrosadas, sin saber qué decir. La interacción con Perséfone había sido desconcertante y extrañamente cálida. No era la reina fría y distante que las leyendas describían. Era… casi maternal, pero con una agudeza que no le pasó desapercibida. Los ojos de Perséfone lo habían mirado de una manera que sentía que trascendía la simple curiosidad, casi como si viera algo más en él, algo que ni siquiera él mismo comprendía. —Bueno —dijo Orión, rompiendo el ambiente ligero—. Supongo que lo primero es descansar. Necesitamos estar frescos para lo que sea que Jayden y Zachary nos tengan preparado. El grupo, todavía riendo en voz baja y con una sensación de alivio después de la tensión de la batalla con las Gorgonas, se dirigió a las habitaciones que les habían preparado. Las habitaciones eran sorprendentemente cómodas, decoradas con lujo sombrío: camas con dosel, cortinas de terciopelo pesado, y chimeneas que ardían con un fuego silencioso. Cada uno se hundió en el colchón con un suspiro de alivio, la fatiga acumulada finalmente cobrando su precio. Mientras la oscuridad del Inframundo los envolvía, y a pesar de la extraña bienvenida de Perséfone, la mente de Hunter no podía evitar la pregunta que se cernía sobre todos ellos: ¿Qué les esperaba en los días venideros en este reino de sombras? ¿Y qué tipo de "entrenamiento" les aguardaba bajo la atenta supervisión de los herederos del Inframundo?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD