1 | GOLPES BAJOS

7040 Words
- ¡Eric Bennett! El estadio estalló cuando el presentador gritó su nombre en el micrófono. Eric levantó los brazos encima de su cabeza, observé mi nombre tatuado en su antebrazo y contuve una sonrisa, y también me contuve de revolear los ojos. Me divisó en la primera fila y me guiñó un ojo, de forma disimulada, pero pronto sentí el flash de las cámaras apuntarme a la cara. Respirando profundamente me cubrí el rostro hasta que sentí que se distraían de mi presencia, que en definitiva no era importante en ese momento, cuando se iba a llevar a cabo la pelea más esperada del año. Eric Brennett contra Joshua Gallagher. Daría de que hablar. Personalmente, jamás me gustaba tener que presenciar las peleas de Eric. A pesar de que pasaron los años, él no se deshacía de la costumbre más destructiva que podía llegar a tener. Podía ganar fácilmente una pelea, podía no salir tan lastimado, pero él, como el buen idiota que era, dejaba que lo golpearan, bajaba la guardia, con la excusa de que ¨lo impulsaba¨ a poner más de sí mismo. No me gustaba para nada. Pero, como buena novia, tenía que estar ahí para él y para apoyarlo en su carrera como boxeador, que había despegado hace dos años atrás. La pelea comenzó y contuve el aire mientras lo veía tantear sus pasos, atrás y adelante, esperando el momento exacto para tirar el primer golpe, o defenderse y cubrirse del primero que le tirara su contrincante. Fue Gallagher quien tiró el primer golpe y Eric fue lo suficientemente rápido para esquivarlo y devolvérselo, pero este pudo esquivarlo justo a tiempo. - Tu novio ganará, todo el mundo lo sabe. – susurró Joe Hard cerca de mi oreja, el abogado y representante de Eric. Lo miré de reojo un segundo, con una ceja enarcada. El tipo no me caía para nada bien. - ¿Ah, sí? – volví a mirar a Eric, rogando internamente que por favor no bajara la guardia y siguiera esquivando los golpes con la misma agilidad que los primeros cinco minutos. - Hay mucho dinero de por medio, Eric lo sabe, eso lo tiene motivado – comentó con aire de superioridad y con una codicia en la mirada que me fue conocida. Me reí irónicamente por lo bajo, no pareció notarlo -. ¿Y tú que piensas? - A mí me preocupa que pueda caminar mañana. – le espeté, molesta y ardida. No lo aguantaba. Ante el comentario, la cara de Hard cambió completamente, y luego de darme una última mirada apenada, volvió a concentrarse en la pelea. Él sabía de lo que estaba hablando, lo comprendía por lo sucedido en la última pelea de Eric, hace un mes y medio, aproximadamente, en donde terminó tan golpeado y herido, que estuvo dos días en cama, sin poder mover un músculo sin quejarse del dolor. Aparté los malos recuerdos y me concentré en el presente. Los golpes que tiraba Eric eran directos y precisos, el punto en donde quería golpear, que yo podía reconocer a la perfección antes de que incluso los diera, allí golpeaba y Gallagher no era conocido por poseer la mayor rapidez a la hora de esquivar los golpes, aunque sí era conocido a la hora de tener que moler a alguien a golpes y no importarle al respecto. Cuando lo golpeó en las costillas me estrujé las manos con fuerza cuando vi la expresión de dolor plantada en su entrecejo. Habían veces, puedo jurarlo, en que sentía que cada golpe que le daban a él, me lo daban a mí también. Eric tenía años de experiencia, tenía práctica, los mejores entrenadores, dentro de lo habitual, un buen estilo de vida considerando que era deportista, pero sus malditas tendencias autodestructivas no se iban, y nadie podía sacárselas, ni siquiera yo. Por eso, cuando noté que bajó los brazos un segundo, solo un segundo, dándole paso a Gallagher para que lo golpease, supe que lo hizo apropósito. Ardí de la rabia cuando el réferi los separó. Eric miró por encima de sus hombros, buscando a Freddie con la mirada, pero no me contuve. - ¡Eric! ¡Eric! – lo llamé, me miró, transpirado, con la respiración acelerada. Elevé las cejas y lo miré con desesperación -. ¡¿Qué haces?! ¡Esquiva los malditos guantes, Brennett! Lo noté tragar saliva y asentir un poco por lo bajo. Brennett me conocía, ya llevábamos el suficiente tiempo juntos para asegurarme de que lo hacía. Habíamos hablado al respecto miles de veces: si alguna vez yo volvía a notar que dejaba que lo lastimaran a propósito, habría muchos problemas. Tuve que amenazarlo con dejarlo para que empezar a escucharme en primer lugar. Me sentí mejor cuando el segundo round comenzó y no dejó que lo tocase ni un pelo, y con los reflejos como el de un tigre, lo acorraló dos veces contra las cuerdas. Joe tenía razón, Eric estaba motivado, lo estaba haciendo bien. Cubrí mi rostro con una mano cuando el guante de Gallagher golpeó con fuerza el pómulo de Eric, y luego su boca, logrando que comenzara a sangrar con facilidad. - ¡Vamos, amor! – grité enojada, con fuerza, clavando las uñas en las palmas de mi mano. En el último tiempo, había adquirido lo que a mí antes me gustaba llamar a la definición de una pareja ridícula, en la que yo no podía parar de llamarlo por apodos. O bueno, quizás se me había pegado del propio Eric, quien me llamaba por apodos la mayoría del tiempo. El segundo round fue parejo, ambos golpearon y recibieron casi lo mismo del otro. Pero en el tercero, Eric fue el mejor. No le dio tiempo a Gallagher a tirar un solo golpe, y si lo hacía, estaba tan exhausto que ni siquiera tenían una potencia y dirección exactas. Eric se aprovechó de eso lo más que pudo, pero Gallagher continuaba con un punto fijo: el ojo derecho de Brennett, en donde su ceja ya estaba partida y la sangre salía a borbotones. Me contuve las lágrimas y vi como el médico revisaba y pegaba su ceja lo mejor que podía. Eric no permitía que lo detuvieran un segundo más, lo conocía, cuando lo veía gritarle de aquella forma a Freddie, era porque no estaba buscando contenerse para nada. Golpeó sus guantas uno contra otro y volvió al medio de ring. Lanzó los primeros golpes, acorralando a Gallagher y golpeando continuamente su estómago y costillas. Contuve la respiración cuando noté que tiraba un puñetazo con gran potencia hacia su rostro, pero suspiré cuando lo esquivó con facilidad y lo devolvió con el doble de fuerza. El guante azul de Eric chocó con una potencia impresionante en el rostro de Gallagher, quien quedó atontado ante el impacto, y, luego de que le diera otro golpe, esta vez con el puño izquierdo, lo vi caer casi en cámara lenta a la lona. Cerré los ojos con tranquilidad por un segundo. > rogué, porque notaba que Eric estaba exhausto, y aunque confiaba en él con todo mi cuerpo, no quería que se expusiera una vez más y esta vez le saliera mal. Una sonrisa se extendió por mis labios cuando el conteo inició, y se borró tan rápido Gallagher se puso de pie nuevamente. Observé seriamente lo que sucedió después: Gallagher mantenía la distancia mientras que Eric se acercaba de forma descubierta tirando golpes con su derecha, él otro solamente mantenía la guardia alta y daba pasos hacia atrás esquivando lo que podía. Cuando Gallagher tiró el siguiente golpe y noté que Eric se desconcertó por un segundo, cerré mis ojos con toda la fuerza del mundo, al mismo tiempo que me mordía la lengua con muchísima fuerza para no gritar de la desesperación. Eric tiró el golpe definitivo de la noche, que dio de lleno en el rostro de su contrincante y lo mandó al piso con fuerza, haciendo estallar al estadio entero. Cuando el cuerpo de Gallagher chocó contra la lona, Eric supo que de eso no se levantaría más y elevó los brazos al aire. Me puse de pie, salté y grité cuando lo declararon el ganador de la noche. Y los sesenta minutos de pelea parecieron cinco segundos en aquel momento. - ¿Qué te dije? ¿Eh, preciosa? – Hard festejaba y aplaudía, gritando el nombre de ¨Bestia Brennett¨ al compás de los fanáticos. Miré al techo y llené de aire mis pulmones al mismo tiempo que de mis hombros se iba todo el peso que habían estado en ellos desde aquella mañana. Lo vi festejar su victoria con felicidad y arrogancia, elevando los brazos al cielo, con el cinturón cruzado en su pecho, me sentí profundamente orgullosa por él, y cuando me miró y caminó hacia la esquina del cuadrilátero. Me puse de pie sin dudarlo y me prendí de las cuerdas para impulsarme hacia arriba y encontrarme con sus labios, ensangrentados, sudados, pero sus labios al fin y al cabo. - Te amo, nena. – me susurró contra la boca antes de darme un último beso en la frente y dirigirse al medio del ring con su equipo de nuevo. Las cámaras lo sofocaron, y él, amante de la atención, lo disfrutó. Me quedé estática en mi lugar, viendo como toda la gente lo rodeaba y lo felicitaban, lo admiraban y lo amaban. Eric Brennett siempre tuvo ese carisma y talento que llegaba a todo el mundo. Lo vi mirarme un segundo, con expresión alegre. Levantó la mano e hizo un movimiento de cabeza para luego volver a atender a los periodistas. Un segundo después, sentí como alguien me tocaba la pierna para llamar mi atención. Miré hacia abajo y me encontré con Billie. Me mordí el labio, mirándolo cansada. - Órdenes son órdenes. – fue todo lo que me dijo con su voz monótona. Me impulsé hacia abajo y me crucé de brazos, mirándolo insulsa. El tipo con ropa completamente negra, alto de dos metros y medio y con el cuerpo de una heladera intimidaría a cualquiera, menos a mí. - No es tu trabajo cuidarme a mí. – le recordé enarcando una ceja. Colocó una mano en mi hombro y me hizo un gesto para que empezara a caminar frente a él. Bufando, le hice caso. - Mi trabajo es seguir las reglas de Eric – me recordó, como siempre -, y la primera en la lista es cuidar de ti cuando él no está disponible para hacerlo. - Sí, últimamente no está muy disponible que digamos. – me quejé mientras caminábamos hacia el interior del estadio. Yo cubría mi rostro lo mejor que podía de todas las cámaras y evitaba responder a las preguntas que me tiraban. Por suerte, aunque no quiera admitirlo, Billie estaba allí para, con su cuerpo gigante, cubrir el mío que era bastante pequeño. Aprecié el silencio cuando entramos al predio. - Sus problemas de pareja adolescente no me incumben. – bromeó el guardia de seguridad de Eric, a quien ya considerábamos un amigo más. Él si me caía bien. Me reí. - Oh, vamos. Amas el puto drama de adolescentes. Te he descubierto mirando Gossip Girl en tus tiempos libres. – lo pinché con el recuerdo. Se rio profundamente y luego me miró algo serio. - El problema es que ustedes ya no son más adolescentes. Y con esa simple oración me quedé en un silencio sepulcral. Tenía razón, los años ya habían pasado, más rápido de lo que me gustaría admitir, y ya no teníamos diecisiete y dieciocho años. Eric acababa de cumplir veintitrés y yo estaba a unos meses de cumplirlos también. La vida en sí, se nos había pasado volando luego de la secundaria. Yo estaba cursando mi tercer año de abogacía, con suerte, el año próximo ya sería una abogada hecha y derecha, y podría trabajar por mi cuenta de una vez por todas y dejar de depender de alguien más. En ese caso, de Eric. Porque mientras yo me mataba estudiando, él ni siquiera lo había necesitado cuando Freddie lo contactó para entrenarlo hace cuatro años, y desde entonces toda nuestra vida había cambiado, demasiado. Entré en el vestuario y arrugué la nariz ante el olor a sudor mezclado con sangre. Divisé a Eric sentado en una mesa, en el medio de todo el lugar, con sus médicos y entrenadores alrededor. Estaba enojado, con el ceño fruncido, y era porque uno de sus doctores estaba curando el corte en su ceja y en la comisura de su ojo hinchado. Desde donde estaba pude ver el color que había tomado la zona de sus costillas. Me pasé una mano por la cabeza y empecé a caminar hacia él. Sentía que el pecho iba a explotarme; la peor parte de las peleas era ver cómo quedaba él en realidad después de todas ellas. - Okey, okey, okey, suficiente – apartó con una mueca de dolor la mano del doctor de su cara y entonces, cuando este se movió, me divisó -. Hola, hermosa. Me dijo, y cuando sonrió luego de esas palabras, noté sus dientes llenos de sangre. Aparté la mirada cuando escupió en una cubeta su saliva ensangrentada. Me miró un segundo, serio. - Fue una gran pelea. La gente se volvió loca – Hard no dudó en empezar a hablar -. Hace mucho tiempo no ganas por KO. ¡Se volvieron locos! Todos aplaudieron ante las palabras del representante. Suspiré con pesadez, las miradas viajaron a Eric y luego a mí, todo porque el susodicho estaba con la mirada baja y para nada emocionado. Hard aclaró su garganta. - Vayan fuera un rato. – sentenció Eric. Lo miraron confundidos y atónitos. - Deberíamos hablar de... - Dije que se fueran – lo miró con ojos furiosos -. Discutiremos de lo demás luego. Ninguno jamás lo vio reaccionar de esa manera, y creo que fue debido a ello que se quedaron con los rostros atónitos. Hard no dijo nada más y dirigió al equipo fuera, pero por suerte Eric les agradeció antes de que salieran de la habitación. Billie fue quien cerró la puerta, y al mirarme, revoleó los ojos negando con la cabeza. Cuando estuvimos solos, él con la cabeza baja, estiró los brazos hacía mí como un niño. Contuve una pequeña sonrisa y tomé sus manos, empujándome hacia su cuerpo y sintiendo como sus brazos me rodeaban por la cintura. Apoyé mi barbilla en su hombro y lo escuché respirar por lo que se sintieron como largos minutos. - Lo siento. – dijo moviendo su cabeza de mi hombro, miré en la zona y la descubrí manchada con sangre, la que seguía saliendo de su labio. - No pasa nada – me encogí de hombros y lo miré a los ojos, hice una mueca -. Eric, tu cara... - ¿Estoy feo? – a mi pesar, me reí, pero triste -. Vamos, nena, gané. - Siempre dices eso.- revoleé los ojos. - Porque siempre gano – contestó con sorna -. Deberías estar feliz de que pueda decir eso. - Estoy feliz, y orgullosa – prometí -. Pero esto... - mire su ceja cortada, sus ojo hinchado de todos los colores, desde rojo a morado y negué con la cabeza -, no puedo manejar esto. Nunca pude, lo sabes. - Lo sé, Val, pero es mi trabajo. ¿Tendremos esta discusión de nuevo? – suspiró cansado. - Okey, okey... - nos miramos un segundo y luego unió sus labios con los míos, lo besé casi con cuidado, esperando no lastimarlo peor de lo que ya estaba -. ¿Tienes una conferencia? - Sí. – bufó -. ¿Te quedas conmigo? - Mejor nos vemos en tu departamento.- dije y el revoleó los ojos. Si había algo a lo que no me acostumbraba y que no me gustaba en absoluto, eran las cámaras y la gente entrometida. Eso en una conferencia de prensa sería imposible de evitar. Estar alrededor de Eric en sí era difícil todo el tiempo. Era una persona conocida en casi todo el país para ese momento, y si continuaba ganando los campeonatos, no tardaría en llegar a los estadios de todo el mundo. Yo no comprendía mucho de la industria, pero sí sabía que con cada pelea que ganaba, el dinero en su cuenta de banco era más grande, ganaba más seguidores en sus r************* , en la calle lo reconocían y, se alejaba más de mí. - Nuestro departamento, Val. Lo compré para nosotros. – se quejó. De nuevo la misma historia. - Tú lo compraste y tú pagas las cuentas, no yo, entonces, es tú departamento. – revoleó los ojos. - Val Drake, vivimos juntos hace más de tres años, es momento que empieces a llamarla tu casa también – negué con la cabeza y me sonrió -. Pero sí, nos veremos allí. Le diré a Billie que te lleve. - Puedo conducir mi auto. - Ya sabes que no me gusta que estés sola. – parecía un paranoico, o mejor dicho, lo era. - La gente se interesa en mí cuando estoy contigo, si voy sola no me reconocen – acaricié su cabello -. Te enviaré un mensaje ni bien llegue allí, ¿Sí? – hizo una mueca de disgusto -. Eric... - amenacé. - Me avisas cuando llegues – asentí, me miró un segundo y luego apoyó su cabeza en mi pecho -. Te amo. - Lo sé – le acaricié la cabeza -. Ahora ve a darte una ducha, que apestas. Se rio y me dio una nalgada que me hizo gritar de la sorpresa y del dolor. Me reí y él también, me apretó con fuerza y nos besamos una vez más. Me abrazó un segundo más antes de ponerse de pie y dirigirse hacia la ducha del vestidor. Suspiré – últimamente lo hacía repetidamente -, tomé mi bolso y salí del vestuario dirigiéndome hacia el estacionamiento. En el camino me crucé con Billie, quien me miró de manera desaprobatoria – como de costumbre – , mientras comía una dona glaseada. Me reí. Me subí al auto y arranqué el motor. El viaje hacia el departamento era bastante lejos de allí, y quería llegar lo más rápido posible para cocinar algo, estudiar un poco, y esperar a Eric con la cena lista. Desde que me había mudado de California hacia Nueva York por la Universidad y me había ido a vivir con Eric en el departamento, tuve que aprender a cocinar obligadamente, porque si fuera por Eric Brennett viviríamos a base de pizzas y hamburguesas lo que nos quedaba de vida. Por suerte, no se me daba tan mal y me gustaba, particularmente, casi todo lo que cocinaba. Odiaba vivir a base de Eric, que él tuviera que pagar la luz, el cable, el agua, y el maldito supermercado a la hora de ir de compras. No me gustaba sentirme y ser una mantenida, en general, ya no era una niña y no podía permitirme vivir de alguien más. Todo comenzó cuando Eric me dijo que no era necesario que trabajase, luego, todas las veces que intenté conseguir un trabajo y no dio resultado me tiraron abajo, y, tras nuevamente las quejas de Eric diciéndome que no necesitaba conseguir un trabajo, bueno, dejé pasar el tiempo y de repente ya casi tres años se habían pasado volando. Eric no había comprado sino uno de los mejores departamentos que se encontró, y yo no me había animado a preguntarle cuanto le había costado de verdad. Pero lo cierto es que con tal solo veintitrés años Eric Brennett tenía la cuenta más grande de banco que la de su propio padre, y eso era decir mucho. Dejé el auto en el garaje del East Side Building y caminé hacia el ascensor. Presioné el número del anteúltimo piso y observé la vista de la ciudad por el vidriado del elevador. Todavía no podía acostumbrarme a Nueva York, era muy grande, muy caótico, me ponía nerviosa salir a conducir, a hacer compras, a un bar. Eric se había adaptado con facilidad, iba más con él que conmigo, como la mayor parte de nuestra nueva vida. Caminé por el pasillo decorado de forma algo rústica, pero un tanto moderna hasta que llegué a la puerta del apartamento. Era un lugar espacioso y lujoso, contaba con una sala de estar con la televisión, la mesa de pool, la mesa de póker, los sillones de cuero n***o y blanco y una puerta corrediza que abarcaba la mitad de la pared, que dirigía al balcón. Tenía tres habitaciones extra, además de la cocina y el baño para invitados. Una, la más grande que contaba con baño propio, era nuestro cuarto, la otra fue destinada a su gimnasio y la tercera no estaba ocupada en sí. Yo la utilizaba como sala de estudio, pero lo cierto era que estaba llena de cajas y bolsas sin abrir, o abiertas pero innecesarias. Encendí la televisión y dejé el programa en donde analizaban la pelea de ¨Bestia¨ Brennett contra Gallagher. No presté la suficiente atención y me dirigí a la cocina para empezar a cocinar. Até mi cabello en un rodete alto, lavé mis manos y empecé a pelar las papas. Esa noche haría la suficiente comida para volver a repetir el plato mañana como almuerzo. Carne con papas hervidas y ensalada de pepino y tomate me parecía una buena idea. Y Eric últimamente solicitaba muchísimo tomate en cada una de sus comidas, era como su nueva adicción. - Este niño no tiene estrategia, no presta atención, golpea sin saber verdaderamente como hacerlo, lo hace a la fuerza bruta, y el boxeo es de inteligencia, de análisis – levanté mi vista ante el comentario del tipo en la televisión, un chico bastante joven, con el cabello n***o y los ojos celestes, tenía una ceja enarcada y una mirada divertida -. Si tenemos que ser sinceros, ¿Cuánto tiempo le queda al ritmo que va? – soltó una risita sarcástica -, llegará uno que lo dejará tirado en la lona y ni él ni su carrera se volverán a levantar. Bufé negando con la cabeza y tirándole dardos con los ojos a la pantalla mientras cortaba el pepino. - Vete al infierno. – lo maldije en un grito. Escuché el tono de llamada de mi celular y lo saqué de mi bolsillo, sonreí al leer el nombre en el identificador de llamada y no dudé en contestar, con el humor devuelto a la vida. - ¡Cómo estás, perra! – el rostro de Lenn apareció en la pantalla y me reí. - ¡Hey! Extrañaba ver tu horrible cara – me mostró el dedo medio sonriendo -. Estoy bien, ¿Qué hay de ti?, ¿Cómo está Zach? – bufó revoleando los ojos. - No me hables del imbécil – elevé las cejas sorprendida -. Nos peleamos, nada serio, ya se nos pasará. ¡Pero cuéntame! ¿Cómo le fue a Eric? - Ganó. - Uy, pero que sorpresa – me reí -. Me alegro por él. ¿Está por ahí? - Nop. Tiene una conferencia de prensa. – coloqué el celular contra un vaso de modo de no tener que sostenerlo y continué cortando los vegetales mientras Lenn hablaba. - Ya veo... - chasqueó la lengua -. ¿Y tú cómo estás? Cuéntame algo, maldita sea. - ¿Qué quieres que te cuente? Nada interesante ocurre además de lo que ya todo el mundo sabe – me encogí de hombros –. Yo me concentro en romperme el culo en la universidad, y Eric se concentra en romper culos en el ring. Esas son nuestras ocupaciones. - Val, no quiero ser la primera en decirlo pero... qué va, lo haré – reí -. ¿No sientes que la relación ha cambiado mucho en este tiempo con él? Detuve el cuchillo a mitad del corte y miré la pantalla, a los ojos de mi amiga, quien estaba seria, en completo silencio. Lo pensé, sé que no tenía que haberlo hecho pero lo hice. Mi amor por Eric seguía intacto, de hecho a cada segundo lo amaba más, pero las condiciones, nuestra vida, ya no era igual, y a mí me costaba adaptarme al cambio, las circunstancias eran más grandes que yo. Llené de aire mis pulmones y lo solté poco a poco, decidí serle sincera. - Nosotros no hemos cambiado para nada – confesé -, él sigue siendo el mismo, nosotros somos los mismos – me dolió mentirle -, pero las circunstancias ya no son iguales. Ya no siento que seamos solo nosotros dos, ¿sabes? Creo que todo el mundo tiene voz en nosotros. - Ha de ser horrible – asintió Lenn -. Si yo apenas tolero cuando Julie o Less se meten entre las cosas con Zach, no me imagino ustedes dos. – bromeó, logrando que riera. - Hablando de... ¿Cómo están ellas? - Bien. Cansadas por la universidad, pero bien – encogió sus hombros -. Pensábamos en ir a visitarte todas juntas en las fiestas. O bien, tú puedes volver. Mi corazón se hinchó de alegría en pensar pasar las fiestas con mis amigas y mi familia de nuevo. Asentí frenéticamente con la cabeza, haciendo a Lenn sonreír de oreja a oreja con alegría y emoción. - Gregg, Zach y Matt quieren ir a ver a Eric para antes de Navidad, con las chicas estamos queriendo convencerlos para quedarnos de corrido hasta Año Nuevo y luego volver. - ¡Sería genial verlos a todos de nuevo! Ahora que me pongo a pensar, hace mucho tiempo no nos vemos. - Casi un año. Abrí mi boca sorprendida, triste. - ¿Un año ya? - ¿Qué quieres que te diga, amiga? – Encogió sus hombros -, no tienes tiempo para nada. - No soy yo, es que... - Es Eric, lo entiendo – me interrumpió -. Val... - suspiró, y al volver a levantar la vista y fijarla en mis ojos, me preparé para sus siguientes palabras -, entiendo que estén enamorados, y sé que lo seguirías a cualquier lado pero... No renuncies a ti misma, es tú vida también; no puedes detener el mundo porque depende de él, ¿comprendes lo que quiero decir? – asentí, comprendiendo y sintiendo cada una de sus palabras. - Bueno, me tengo que ir – dije, cuando la campanilla del horno sonó -. Eric volverá en cualquier momento y quiero darme una ducha. - Okey. Cuídate y hablamos durante la semana – asentí -. Te quiero, perra. - Lo mismo digo, linda. Adiós. Finalicé la llamada y me apresuré a quitar la carne del horno. Mi estómago rugió al sentir el aroma que delicioso que despedía la cacerola. Me moví con rapidez y preparé la mesa para ambos, colocando la ensalada y la carne con papas en el medio. Cuando todo estuvo perfecto, corrí hacia nuestra habitación y entré en el baño para darme una ducha. Luego de secarme el cabello y vestirme con ropa de entre casa – un short de jean cómodo y una blusa cualquiera -, tomé mi celular para enviarle un mensaje a Eric. Antes de que pudiera escribir nada, me llegó una notificación. ¨Eric Brennett te ha etiquetado en una publicación¨. Le di click y me dirigió hacia la última foto que había subido. Admiré la toma un segundo: había sido tomada en el momento justo en que me subí al ring y él me besó. Yo sonreía con sus labios sobre los míos y él me apretaba la cintura con fuerza. Solté una carcajada al leer el pie de la foto: ¨Prepara nuestro ring de esta noche, y prepárate para mí, nena. ¨ No dudé en enviarle un mensaje: ¨¿Otra pelea? No creo que soportes otro round conmigo ;). Ven rápido.¨ No me molesté cuando no me contestó, porque jamás estaba verdaderamente pendiente del celular, porque no tenía mucho tiempo libre en las manos. Fui a la sala y decidí mirar la televisión en el tiempo que lo esperaba a que regresara. Por suerte, un documental acerca de un asesinato sin resolver empezó a transmitirse en un canal y me distraje con facilidad. Miré el reloj y me puse de pie de forma brusca. Ya iban a pisar las una de la madrugada y Eric todavía no aparecía, ni contestaba los mensajes y mucho menos las llamadas. Me había dejado plantada, una vez más, por ir a quién sabe dónde. Obviamente, no me molestaba que saliera y disfrutara de su vida, pero al menos pedía que me contestara los mensajes, que me avisara que estaba bien cuando se lo preguntaba, y ni siquiera eso podía hacer. Lo estaba odiando con cada fibra de mi cuerpo en ese momento. Miré la mesa puesta y la comida sobre la mesa y me puse de pie de un salto dirigiéndome hacia la habitación. Me senté en la cama y pensé en qué demonios hacer. Nadie de su equipo contestaba mis llamadas, y Billie leía mis mensajes pero los ignoraba por completo. ¿Debería quedarme y esperar a que regresara como la buena idiota que era? ¿Cómo sería mañana por la mañana? ¿Aunque sea se disculparía? Claro que lo haría, lo conocía como a la palma de mi mano. Llegaría a casa, vería la mesa y la comida fría, revisaría su celular y entonces me rogaría que lo perdonase. Y yo, que estaba expuesta a la situación, que quería de verdad adaptarme al cambio de su vida, lo haría luego de uno que otro beso y, claramente, buen sexo. Tomé mi celular alarmada cuando llegó una notificación. Me decepcioné un poco cuando noté que era una alerta de Google y no un mensaje de él, pero abrí mis ojos como platos al darle click en la noticia y leer el encabezado: ¨ERIC ¨BESTIA¨ BRENNETT, FESTEJANDO SU VICTORIA CONTRA GALLAGHER¨ , y seguido de ello una foto de él entrando en un bar. Un bar que yo conocía porque se había convertido en uno de sus favoritos desde que llegamos a Nueva York. No lo dudé, ni un maldito segundo dudé en ponerme de pie y tomar una chaqueta cualquiera del armario y calzarme mis zapatillas mientras me dirigía a la sala y tomaba las llaves del auto a toda prisa. El ascensor tardó más de lo habitual, o solamente era lo que me pareció a mí debido a que todo lo veía de color rojo. Yo era paciente con Eric, comprensiva, lo ayudaba y entendía siempre, pero no iba a soportar que me dejara plantada de esa forma, no cuando habíamos quedado esa misma mañana en cenar juntos después de la pelea, no cuando había estado todo el maldito día junto a él esperando a que me prestara un mínimo más de atención, y muchísimo menos cuando ni siquiera era capaz de tener la decencia de avisarme que, al parecer, no llegaría a casa esa noche. Cuando las puertas del ascensor se abrieron me encontré con el rostro desconocido de un hombre, pero que extrañamente se me hizo familiar. No le presté atención, y enojada me metí en el elevador. Apreté los puños a los costados de mi cuerpo con mucha fuerza. - ¿Subes o bajas? – miré al hombre que me habló sin terminar de comprender su pregunta. ¿De dónde lo conocía? Subió las cejas en espera de una respuesta -. ¿A qué piso vas? - Ah, um... al garaje. – pasé una mano por mi frente cuando lo vi apretar el botón que nos dirigía hacia allí. Respiré profundamente una y otra vez intentando tranquilizarme -. ¿Tú vas ahí también? - No, pero no me molesta acompañarte. – me miró dedicándome una sonrisa. No estaba de humor ni siquiera para estar compartiendo un espacio tan reducido como el elevador con alguien, y muchísimo menos si ese alguien intentaba seducirme de una forma para nada disimulada como aquel tipo. Al mirarlo un segundo más, no pude creer la suerte que llevaba encima aquel día. El maldito era el mismo que hace menos de cuatro horas estuvo hablando mierda de Eric en su programa de deportes. Bufé, negando con la cabeza, y mi instinto protector me llevó a querer defenderlo a toda costa de aquella persona, incluso a pesar de que estaba profundamente enojada y ofendida con él. - ¿Vives aquí? – intentó sacar tema de conversación luego de mi mirada despectiva y mi silencio sepulcral. Revoleé los ojos y miré el marcador de pisos del elevador, que iba más lento que una tortuga. - Sí – lo miré -. Mi novio y yo. - ¿Con que novio, eh? – guardó las manos dentro de los bolsillos de su pantalón y me miró de forma divertida. A pesar de mi enojo me era imposible no tener la necesidad de admitir que era jodidamente atractivo -, ¿quién es el suertudo? > pensé en cuanto realizó esa pregunta que tanto había estado esperando. - Resulta que hoy estuviste hablando mierda de él en tu programa barato – le solté de forma brusca y me gané una mirada sorprendida de cejas arriba, luego de pensarlo un segundo, se rio con sarcasmo -. Eric Brennett, te ha de sonar el nombre. Ya sabes, no dejas de hablar de él. - Bueno, linda, ese es mi trabajo; literalmente, vivo de eso – le sonreí de forma falta ante su respuesta -. Así que, ¿dónde está ¨bestia¨ Brennett ahora? – Preguntó luego de un segundo, por suerte ya estábamos llegando al garaje -. Supe que estaba festejando en un antro, ¿yendo a buscarlo para traerlo de la oreja? – su tono sarcástico y malicioso me hizo querer darle una bofetada, pero me contuve y respiré profundamente hasta que la puerta del ascensor se abrió. Di un paso fuera del elevador y me detuve, di media vuelta sobre mis talones y lo encaré. Me miró curioso y expectante. - Tu programa es una mierda, al igual que tu trabajo. Mejor ve a subirte a un ring, a ver si aguantas tanto tiempo siendo golpeado como aguantas hablando mierda de los que hacen lo que tú no tienes las pelotas para hacer, lindo. – el último adjetivo, dicho con mi tono más irónico y sarcástico, fue el remate de toda mi frase. Las puertas del ascensor no le dieron tiempo a contestar mis palabras debido a que se cerraron rápidamente cuando abrió la boca para hablar. Sintiéndome un poco mejor, algo más relajada – bueno, ni tanto -, caminé hacia mi auto y me apresuré en salir de allí haciendo chirriar las ruedas en el asfalto. Llegaría a ese maldito club y le rompería la nariz de un puñetazo. Si bien lo había defendido frente al idiota del comentarista, no fue porque no estuviera mas molesta, sino porque mi instinto protector, mi fidelidad y lealtad, no podían abandonarlo por nada del mundo. Luego de todo lo que vivimos juntos, a Eric le costó más salir adelante que a mí, aún habían en el presente algunas secuelas que no podían desaparecer, y que dudaba desapareciesen algún día, aunque sí lo esperaba. No me gustaba confesarlo, pero había momentos en los que me sentía como la única persona en el mundo que lo comprendía y amaba hasta el punto de evitar cualquier cosa que llegase a lastimarlo. Nuestra relación a lo largo de todos esos años se había fortalecido muchísimo. Él era todo para mí, y yo para él, lo entendía porque no se cansaba de decírmelo diariamente. Conocía la mente de Eric y entendía que había algo en él que le generaba un miedo constante a que lo nuestro terminase. ¨No sobreviviré sin ti¨ me había dicho una semana después de que me desperté de mi accidente de auto cuando estábamos en la preparatoria. Se había largado a llorar frente a mí, me abrazaba con desesperación y me repetía esas palabras de forma desesperada. Fue tan grave el daño psicológico y emocional que tuvo para él todo eso que no me permitió conducir un auto hasta después de casi dos años. Hacía poco había comenzado a sentarme atrás del volante de un auto, él me dijo más de una vez que le daba terror verme o imaginarme conduciendo, que no creía poder soportar algo así de nuevo. Eric, a pesar de que se esforzaba por mostrarse fuerte y decidido ante el mundo y la gente que lo seguía y admiraba, era una de las personas más débiles y vulnerables que había conocido jamás. Poco a poco se dejó ver a su verdadero yo, y me sentí tan impotente al verlo dolido y en sufrimiento que me prometí cuidarlo a pesar de todo. Eric Brennett estaba roto y yo estaba dándole pedazos de mí con tal de repararlo de nuevo. Por eso, exactamente por eso, no podía comprender que me hiciera algo como aquello. Dejarme plantana, no contestar los mensajes ni las llamadas, ni siquiera poder decirle a Billie, o a cualquier otra persona, que me dijese en donde estaría toda la noche. Yo soportaba mucho de él, de su nuevo estilo de vida, soportaba y me adaptaba y no le soltaba la mano sin importar qué, pero yo necesitaba que él pusiera algo de su parte, porque yo sola no sostendría, ni sacaría a flote, nuestra relación. Si a él tanto le importaba, si él tanto me amaba, encontraría una maldita forma de empezar a cambiar. Luego de conducir unos quince minutos hasta el antro donde Google me había informado que estaba mi novio, no me importó dejar el auto frente al lugar, incluso sabiendo que estaba prohibido estacionar allí. Escuché las quejas provenientes desde fuera y cuando los camarógrafos me reconocieron, cubrí mi rostro antes de empezar a escuchar los ¨clicks¨ de las cámaras y los flashes dejándome ciega por un segundo. Me bajé de mi auto con rapidez y caminé hacia la entrada con dificultad, seguida de un montón de paparazzi insoportables. - ¡Val, Val! ¿Qué se siente saber que tu novio es una de las promesas del boxeo? – preguntaba uno -. ¡Val! ¿Por qué no estuviste en la conferencia de prensa luego de la pelea, Eric no quiso? – decía el otro mientras yo continuaba queriendo avanzar -. ¡¿Es muy difícil lidiar con la fama de tu novio, no te molesta la cantidad de mujeres que lo rondan todo el tiempo?! – y así, las preguntas que lanzaban iban de mal en peor, y me enojaba de sobremanera que el mundo me conociese como ¨Val, la novia de¨, no era simplemente su novia, maldita sea, odiaba que lo tratasen como el aspecto más importante de mi vida. Suspiré aliviada al llegar junto al guardia de la puerta y me apresuré en mostrarle mi documento para que me permitiese entrar de una vez por todas. Podía sentir a las personas detrás de mí cuchicheando, a los reporteros tomar fotos y hacer preguntas que, al parecer, no aceptaban que jamás iba a responder. El guardia revisó su iPad y me miró con una ceja enarcada. - No estás en lista. – sentenció. > Suspiré pesadamente pasando una mano por mi frente, apartando mi cabello despeinado de mi rostro. - Mire, señor guardia, el chico alto y moreno que usted vio entrar, el que estaba con el rostro herido y hecho mierda, bueno, él es mi maldito novio – le hablaba entre dientes, procurando que solo él me oyese -. Haré un malito escandalo aquí afuera si no me deja entrar para hablar con él. y créame cuando digo que sé cómo armar escándalos. Lo noté dudar un segundo y observarme de arriba abajo, y agradecí a todos los cielos cuando se hizo a un lado en la puerta y la abrió para permitirme entrar. Suspiré y me preparé psicológica y físicamente para el ambiente al que estaba entrando. El humo invadió mis pulmones en menos de un segundo y la música solo servía para hacerme doler aún más la cabeza. El lugar, como de costumbre, estaba a rebosar de gente. Gente que me miraba mal y de forma rara al ver la ropa que llevaba puesta, lo cual era obvio ya que todos allí dentro vestían con ropa de diseñador, elegante y lujosa, pero no podía interesarme menos. Recorrí el lugar con la mirada rápidamente, con mi corazón latiendo a mil y las miles de cosas que planeaba decirle a Eric en cuanto lo tuviera en frente. Lo divisé en su apartado VIP de siempre y apreté los puños a los costados de mi cuerpo cuando empecé a caminar hacia él sin una pizca de duda y tranquilidad en mi pequeño cuerpo. Me molestaba verlo riéndose a carcajadas con sus colegas y como seis chicas alrededor, me molestaba que estuviera bebiendo vaya Dios a saber qué, y más que nada me molestó cuando lo vi tomar su celular y revisarlo por un segundo para luego volver a guardarlo en su bolsillo. Le gritaría tanto que lo dejaría sordo y... Mi paso fue aminorando cuando vi que una morena de piernas largas y vestido dorado corto y esplendido caminó hacia él y le dijo algo que, claro, no alcancé a oír ni entender. Mis pasos eran cada vez más cortos conforme me acercaba, entrecerraba los ojos y observaba la escena con atención. La morena le dijo algo y él la miró encantado y sonriente, asintiendo. Mi corazón dio un vuelco cuando ella se sentó en su regazo y él simplemente se rio luego de que ella le susurrara algo al oído. Asintió una vez más – podía sentir mis uñas clavarse en la palma de mis manos -, y ella estiró el brazo con su celular para sacarse una foto. Lo vi posar ante la cámara del celular alegre y risueño. Abrió grande los ojos y sacó la lengua, ella estaba un poco más seria, pero con su brazo delgaducho rodeaba su cuello y pegaba su rostro al de él. No podía explicar la catarata de emociones que estaba empezando a sentir en aquel momento. Quería gritar, llorar, maldecir y romper algo, todo al mismo tiempo. Estaba a dos pasos de él, cuando de repente él la miró para decirle algo, sonriente, y ella se inclinó hacia adelante y clavó sus labios pintados de rojos en los suyos. Me detuve en seco, con el corazón más que destrozado dentro de mi pecho, y con las energías anteriores completamente desvanecidas para entonces. Ella lo besaba, él no. Eric tenía sus ojos abiertos como platos mientras ella lo besaba de forma intensa, pero no se apartaba. Quería verlo, yo no aparté mi vista porque quería ver qué hacía él, si la dejaba, si le seguía, si se ponía de pie y se iba a la mierda. Me llené de un poco de alivio cuando él la tomó de los hombros y la apartó, con el ceño profundamente fruncido y negando con la cabeza. Pero había sido muy tarde, y la sonrisa, y la forma en la que le apartó el pelo de la cara, me hizo sentirme más idiota y humillada que hace un segundo atrás. Y entonces nuestros ojos se encontraron y los míos no tardaron en llenarse de agua. No quería ni verlo. En cuanto se puso de pie con expresión desesperada, yo di media vuelta y caminé a toda velocidad para salir de ese lugar.
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