Capitulo 2: El primer momento incómodo
—Pe... perdón no vi, lo siento —susurré sin poder encontrar las palabras de que casualmente se me cayera algo tan importante frente a mi jefe que además me daba miedo.
Maldición sentía que iba a desmayarme.
¿Cómo se me pudo caer?
Me arrodillé limpiando los trozos de vidrios rotos e hice un gemido cuando sentí que me rompí la piel de mi dedo y comenzó a salir una gota de sangre.
Maldición.
—Perdón, perdón —susurré— le compraré un marco nuevo.
—Deja eso, te vas a cortar —dijo acercándose a mí para tocarme el hombro— y no toques las cosas.
—Estaba limpiando. —mentí, porque evidentemente no estaba “limpiando” estaba “registrando” la casa.
Me levanté dejando ahí los trozos en el piso y levanté la foto enseñándosela para que supiera que al menos la foto estaba intacta, él frunció el ceño mirándome de esa forma dura donde no hacia más que una mueca de desaprobación, me quitó la foto de mis manos tan rapido que me sobresalté.
Uhg.
—Tu trabajo no es limpiar —replicó—, tu trabajo es cuidar a los niños.
Tragué pesadamente saliva, obviamente sabía cual era mi trabajo, pero que me lo echara en cara me molestaba, solo quería replicarle, pero no quería que me despidiera, y sabía que entonces tendría que cerrar la boca.
—Sí señor. —me limité a decir, llevarle la contraria sería mi perdición.
El coronel McDonald dio un paso hacia mí dejándome sin respiración porque invadió mi espacio personal, sus ojos entrecerrados fijos en mí como si me amenazara con ellos.
—Te daré solo una oportunidad más porque es tu primer día —dijo bajando el tono de voz en una sutil amenaza—, de lo contrario ya te habría echado.
Tragué pesadamente saliva, por un momento sentí que se me había desconectado la lengua del cerebro.
—Esta bien. —susurré— No volverá a suceder.
Se quedó mirándome un momento más posiblemente enfatizando su punto y entonces se dio media vuelta y se fue.
Respiré.
Joder, pero es que este hombre lo que tenía de guapo lo tenía de tenebroso y maléfico, como si quisiera siempre enfatizar su punto, me daba taquicardia.
Luego de varios minutos los niños llegaron y la señora Ana nos presentó, parecían apenas interesados en verme, parecía que estaban muy cansados. Los ayudé con las cosas, era un niño; Thomas y una niña; Lila, ambos muy parecidos al papá con los ojos azules y el cabello oscuro, ambos guapos, los ayudé a bañarse, ponerse las pijamas, cepillarse los dientes y los acomodé en sus camas como me indicaron, ellos me obedecieron sin refutar, también era que sus ojos estaban tan pesados que estaban casi durmiéndose, los dejé encendiendo la luz de la lámpara y cerrando la puerta de la habitación.
—Son tranquilos —le dije a Ana cuando me la encontré de paso en el pasillo, ella iba llevando unas sábanas limpias y se rió irónicamente sin detenerse.
—Porque tienen sueño, es la única forma. —murmuró y se adentró en una habitación que me imaginaba era la suya.
Mi estomagó gruñó recordándome que no había comido, así que bajé a comer algo antes de dormir, deambulé un poco por la cocina y tomé una manzana roja, creo que comer algo ligero me haría bien.
Iba por el último mordisco de la manzana cuando escuché pasos y el señor McDonald entró.
Casi me atraganté, y no precisamente porque él me diera miedo, sino porque no llevaba camisa, solo unos pantalones cortos colgando de sus caderas y su deslumbrante torso ejercitado al descubierto adornado de tatuajes.
Mierda.
Tuve que obligarme a cerrar la boca.
Este hombre... uff...
Apenas me vio y no me dio tanta importancia, menos mal porque yo estaba casi teniendo un paro cardíaco.
—Buenas noches, Mariana —dijo abriendo la nevera.
Aclaré mi garganta porque sentí que la lengua se me despegó del cerebro.
—Buenas noches señor McDonald —dije botando el tallo de la manzana en la basura.
—¿Donde están? —preguntó el señor McDonald, me voltee hacia él observando que bebía agua pero... joder, sus músculos se contraían y parecía ardiente.
¿De qué hablaba?
Me imaginaba que de los niños.
—Durmiendo señor —dije—, yo hago bien mi trabajo.
Él cerró la nevera dándose media vuelta dándome una buena vista de su espalda y sus piernas ejercitadas.
Este hombre estaba como quería.
—A ver —dijo comenzando a caminar a la escalera.
Oh.
—¿Qué? —dije sin comprender.
—Voy a ver si hiciste un buen trabajo —dijo sobre su hombro.
Subió las escalera y yo lo seguí algo nerviosa de lo que fuera a decirme, el coronel McDonald entró a la habitación de los niños y y me asomé un poco para verlo, él los miró y luego le dio un beso en la frente a casa uno, seguidamente salió de la habitación cerrando la puerta y fijó sus ojos azules en mí, por un momento creí que diría algo, pero no, solo me observó por un tiempo más de lo aceptable.
Tragué pesadamente saliva sin saber qué decir, sintiendo que mi rostro se sonrojaba por completo, observé como sus labios se estiraron en una leve sonrisa y sin decir nada se volteó caminando por el pasillo y entró a su habitación.
¿Uh?
Me quedé completamente confundida sin saber qué había significado eso, pero esperaba que estuviera conforme.
Pasé una mano por mi frente, que intenso.