Capitulo 3: Discusión con el coronel

1357 Words
Capitulo 3: Discusión con el coronel Fui a mi habitación a dormir un poco después de cambiarme a mi pijama, tomé mi diario personal al acostarme en la cama, siempre escribía antes de dormir como terapia para la ansiedad, desde que me mudé a la capital había sido muy difícil todo, pero sabía que los inicios de un trabajo eran siempre muy difíciles, en especial esto de ser artista. Comencé a escribir: Dia 1. La casa es linda, amplia, lujosa, un poco silenciosa aunque solo es mi percepción porque no he estado con los niños aún así que veremos mañana, parecen ser chicos lindos aunque la sirvienta Ana me dijo que son demonios, así que pronto lo comprobaré por mí misma. Entre otras cosas, mi jefe; el coronel McDonald da miedo, es un sujeto que parece estar feliz solo cuando me habla fuerte, pero es muy sexy, claro es un señor bastante mayor posiblemente me dobla la edad y tenga 40, pero eso no le resta que sea guapo. Solo espero sobrevivir los siguientes días, realmente espero que sea un escalón hacia mi sueño de ser actriz y no un error que me haga retroceder. Cerré el diario y lo metí en la gaveta de la mesa de noche para que nadie lo viera, me acosté arropándome y entonces luego de unos segundos me quedé dormida. ***** Alguien me estaba moviendo el brazo muy rápido haciendome desperta del sueño al que me había ido, mi corazón desenfrenado mi mirada nublada perpleja. —¿Qué? —dije sin poder despertarme del todo— ¿Que pasó? —Levántate. Encendí la luz de la lampara y grité aguantándome la boca al ver el rostro de la señora Ana cubierto de crema verde. Lucía terrorifica. —Ay mierda —dije ahora apenada por asustarme al verla—, perdón. —Levántate —repitió ignorando mi imprudencia. —¿Por qué? —miré la hora en el reloj de la mesa de noche— No inventes, son las 4:30 de la mañana. ¿Quién se levantaba a esta hora? —Debes alistar a los niños para la escuela. —dijo. —¿A que hora tienen clase? —pregunté— ¿a la 5? —A las 7 —replicó—, el transporte pasa a las 6:30. —Ajá ¿y mi trabajo no es bañarlos y arreglarlos? —refuté. —Sí —admitió. —Entonces déjeme hacerlo a las 5:30 y dejeme dormir —refuté molesta acostándome otra vez. —¿Cree que 1 hora sea suficiente? —dijo de forma burlesca. —Obvio, ahora salga de mi habitación —dije sin abrir los ojos. —Como digas —se limitó a decir yendose y por fin dejándome sola. Me intenté dormir otro poco pero no pude, ahora solo pensaba en que tenía que ir a ver a los niños, tal vez era más complicado de lo que creí y al ser la primera vez que iba a arreglar a los niños quería tomar la experiencia esperando que no fuera complicado. Me levanté para lavarme la cara y fui a la habitación de los niños, primero fui a buscar al niño Thomas lo cargué para que se bañara, él estaba medio adormecido, lo ayudé a lavarse los dientes y lo vestí, colaboraba conmigo pero no sabía si era porque estaba aun dormido, creo que era por eso. Luego fui por la niña Lila y ella sollozaba cuando la metí a bañar, cuando se terminó de despertar le coloqué el uniforme, ambos bajaron ya listos y fui a buscar sus bolsos metiendo el desayuno que le había hecho la señora Ana, eso era lo que hacía con mis hermanitos, así que no era tan ajena a esto, sabía como controlarlos, los niños fueron a ver televisión aún medio somnolientos mientras esperaban que los llevaran. Al parecer las mañanas eran el peor día para los niños, al menos aun no había comprobado que eran insoportables. De repente Escuché pasos y el coronel McDonald entró a la sala arreglándose las mangas de su uniforme militar de alto rango, relamí mis labios observándolo, pero creo que no iba a acostumbrarme a que fuera tan guapo y no solo eso, con el uniforme lucía mucho más llamativo. —¿Los niños? —preguntó el coronel mirándome con una ceja alzada. —Están esperando por ir a la escuela —dije. —¿Donde? —Allá están —los señalé con la barbilla— viendo la televisión. Él miró hacia allá y pareció ligeramente intrigado porque tenía toda la situación bajo control en mi primera mañana, pero es que no era tan dificil si sabías lo que estabas haciendo, a los niños había que tratarlos con tranquilidad para que se mantuvieran tranquilos. —¿El informe? —siguió preguntando. ¿Informe? —¿Qué...? —dije sin comprender de qué me hablaba. —El informe —repitió— que debes pasarme todos los días de los niños. Recordaba que en las instrucciones me había dicho ayer quería un informe detallado cada noche de los niños, realmente no comprendía para qué o qué, es decir eran niños y podían hacer miles de cosas. Para mí no tenía sentido. —Eh, pues ayer casi no traté con ellos —admití—, solo los acosté. Pasaron todo el día en la casa de su abuelo, apenas los vi en la noche, los cambié y acosté, ellos estaban completamente agotados. El coronel McDonald entrecerró los ojos y dio un paso hacia mí, dejé de respirar y creo que algo dentro de mí comenzó a temblar cuando sentí la intensidad de su presencia. Me daba miedo este hombre y él lo sabía. —Creo que no has entendido que cuando digo que quiero un informe detallado cada noche —dijo—, es que me lo des cada noche, más tardar cada mañana al despertar lo quiero en la mesa. —Pero usted los vio... —dije sin comprender su argumento, me parecía muy tonto que hubiera que hacer un informe muy detallado de los niños y de como los cuidaba o de como había pasado el día. Era una perdida de tiempo innecesaria. El coronel McDonald relamió sus labios e inclinó la cabeza a un lado con la mirada fija en mí. —¿Me estás replicando? —preguntó indignado. Mierda. Este hombre iba a ocasionar que me orinara del terror. Me iba a despedir por estar con la bocota, es decir, aunque no le veía sentido, eran sus reglas y tenía que aceptarlo. —No señor —dije tragando pesadamente saliva—, solo digo... —No te pago por decir —me interrumpió—, te pago por hacer ¿entiendes? Aclaré mi garganta sintiendo mi rostro enrojecer, pero juro que era porque estaba gritando internamente. Era mi jefe, pero estaba sacándome de mis casillas porque me trataba como si fuera estúpida. —Entiendo —dije—, ya se lo haré y lo dejaré en la mesa señor McDonald. Él estiró sus labios en una sonrisa, era evidente que él era un obsesivo del poder y le encantaba tener la razón. Me caía fatal. —Que bueno que entiendes —dijo—, y otra cosa Mariana... Lo miré en espera de lo que fuera a decirme, él dio un paso hacia mí y automáticamente dejé de respirar temblando un poco, siempre que estaba cerca sentía que estaba entrando en pánico. —Es mejor que no vuelvas a replicarme —dijo bajando el tono de voz a solo un susurro—, o habrá consecuencias. No le respondí, solo me quedé muy quieta logrando recuperar mi respiración y esperé a que se fueran dejándome por fin sola. ¿Consecuencias? O sea... ¿despedirme? ¿pero por qué se sintió de repente como si fuera un extraño coqueteo? No por favor, ¿como iba a pensar que el coronel McDonald estaba coqueteándome? No, de seguro eran ideas mías porque estaba nerviosa, es que era un hombre intenso, su mirada, su presencia... cualquiera temblaría. Solté un suspiro esto iba a ser difícil de lo que pensé.
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