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Yo sonreí y el señor Lund me miró, era un hombre sumamente agradable y en especial un caballero. — Tiene el cabello blanco— le dije — así que eso es un punto para su vejez. — Buen punto — me dijo el señor Lund — se lo haré saber — me guiño el ojo. Se puso a escribir y luego se levantó de su lugar, yo me dirigí al que era mi cuarto temporal para coger mi maleta. Al salir mire que él llevaba dos maletas y un bolso maletero. — ¿Nos vamos? Yo asentí y cuando quiso ayudarme con mi maleta no acepté, ni que le saliera un tercer brazo para cargarla. Subimos en su coche y nos dirigimos al aeropuerto en donde fuimos a la autopista, entregó unos papeles y se dio vuelta para esperarme. — Vámonos — me dijo — tengo un jet para ir más cómodos. Yo me sorprendí aunque ni sabía porque, solo con ver

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