II. El club de canto.

1570 Words
Como Natasha ignoraba por completo lo que pasaba en realidad, empezó a jugar a ser cupido. Le contó a Alex su plan y, encantado de ayudar, se sumó a la estrategia. Sus grupos coincidían en varios eventos, así que Alex solo tenía que asegurarse de que las chicas asistieran y se ofreció a llevarlas a casa después de cada fiesta, lo que facilitó muchísimo conseguir el permiso de sus padres. Nathalya no podía dejar sola a Natasha, así que la acompañaba a todas las fiestas. En la primera, apenas vio a Ángel rodeado de chicas, su primer instinto fue salir corriendo. Para no levantar sospechas, le dijo a Natasha que quería irse porque los celos la habían atacado, aunque en realidad estaba mortificada por la vergüenza. Cada vez que Ángel se acercaba, ella encontraba cualquier excusa para esquivarlo: tropezaba, se agachaba a recoger algo, o simplemente desaparecía entre la multitud. Él solo la miraba y sonreía, disfrutando de su belleza y de la persecución involuntaria, sin sospechar que cada escapada aumentaba la confusión y la atracción de Nathalya. La noche se le hizo larguísima, y aunque deseaba que terminara, no podía evitar sentir una mezcla de miedo y emoción que la mantenía en vilo. Varios días después, Ángel decidió formar el club de canto de la escuela como parte de su servicio social. Nathalya se inscribió sin pensarlo. Cantar en público nunca había sido lo suyo; era demasiado tímida. Pero quería intentarlo y, además, Natasha estaba a su lado, animándola como si fuera su fan número uno, aunque no supiera una sola nota. El primer ensayo fue todo un reto. Nathalya apenas se atrevía a abrir la boca, y su voz se perdía entre los acordes. Ángel quería que se relajara, que disfrutara, pero también vio la oportunidad perfecta para acercarse un poco más. Nathalya pensó en irse y no volver nunca más, pero Natasha la convenció de seguir luchando por su sueño. Poco después, Ángel la citó para un ensayo solo de los dos. Nathalya no pudo negarse, y Natasha, cómplice, los dejó a solas, contenta de que su amiga tuviera un poco de “acción romántica” aunque no lo supiera. —…Sólo quisiera saber una cosa —dijo Ángel, apoyándose en la pared y sonriéndole de forma traviesa—, ¿por qué me huyes? —Es que… —Nathalya se armó de valor— me siento muy avergonzada por lo que pasó el otro día… ya sabes… lo de la toalla. Ángel soltó una pequeña risa y, con una sonrisa dulce, le acarició la mejilla: —No sé de qué hablas, pero créeme, no me molesta en lo más mínimo. Y además… tienes una voz preciosa, deberías cantarle al mundo. —Gra… gracias —dijo, nerviosa y ruborizada—. Trataré de hacerlo mejor. Y así comenzaron a ser amigos. Nathalya sabía que él era un mujeriego, y no tenía intención de nada más que amistad; su corazón ya pertenecía a otro sueño. Pero Ángel no estaba acostumbrado a chicas que le resistieran y, para él, aquella tímida y adorable chica era un reto irresistible… y tenía todo un año para intentar conquistarlay cumplir, así, su capricho. Durante ese año, la vida de Nathalya se volvió un torbellino de emociones y silencios. Su mala fama crecía, pero a ella poco le importaba; detrás de su actitud fría y altiva, había un corazón que apenas se atrevía a latir por sus propios sentimientos. Era su escudo: fingir que ningún hombre la merecía era más fácil que mostrar lo que realmente sentía. Natasha, en cambio, vivía una rutina más tranquila. Cada día se enamoraba un poco más de Alex, y él de ella. Verlos juntos llenaba de alegría a Nathalya, aunque también la hacía sentirse más sola, encerrada en un vacío que nadie podía tocar. Su mayor deseo era que su amiga fuera feliz, y se dedicaba con empeño a aconsejarla, a impulsarla para que demostrara su amor, mientras luchaba por contener su propio dolor. Ángel, por su parte, se acercaba sin cesar. Era un mujeriego, pero con Nathalya algo parecía distinto. Sus palabras, sus miradas insinuantes, la hacían sentir atacada y observada a la vez. Ella no podía escucharlas; su corazón estaba atrapado por otro, y cualquier indicio de afecto de alguien más solo aumentaba su confusión y miedo. Intentaba distraerse con otros chicos, pero solo encontraba heridas nuevas, tanto en su corazón como en su reputación. En casa, el sufrimiento era constante. La madre de Nathalya vivía a la sombra de un hombre violento y vicioso; los golpes y la humillación se habían vuelto rutina. A veces, Nathalya debía refugiarse en la casa de Natasha para sentirse segura. Su cuerpo empezó a resentirse: perdía peso, pasaba hambre, cargaba con un dolor que parecía no tener fin. Soñaba con que su padre recordara que tenía una hija y regresara por ella, pero ese deseo se tornaba cada día más lejano. En su interior, se repetía una y otra vez: no necesitaba de ningún hombre para ser feliz; ni siquiera su propio padre merecía sus lágrimas. Mientras tanto, Natasha avanzaba por un camino más ligero. Su padre ganaba bien, cuidaba de ella y respetaba sus decisiones. Alex se mostraba atento y respetuoso, y aunque la madre de Natasha estaba enferma, la familia lograba sobrellevar la situación. Su hermana había hecho su vida, y todo parecía marchar con calma y armonía. Nathalya contaba sus secretos a Natasha, pero suplicaba que nadie más los conociera, ni siquiera Alex. Él no era ingenuo y percibía su tristeza detrás de cada sonrisa forzada. Trataba de ayudarla con bromas y risas, intentando sacarla de su aislamiento. Siempre la aconsejaba sobre Ángel, recordándole que no le convenía y que quizás debía prestar atención a otros chicos de su edad. Pero Ángel no tardó en percibir lo vulnerable que era Nathalya, y empezó, poco a poco, a usar esa sensibilidad a su favor, sin que ella lo notara del todo. —Nathy, quisiera hablar contigo. —Ángel, di lo que tengas que decirme —respondió ella en tono bromista. —Es algo serio… ¿podemos hablar en privado? Nathalya asintió y lo siguió a un rincón más apartado. —¿Necesitas algún consejo para conquistar a una nueva víctima? —bromeó ella. —Por favor —replicó él, un poco molesto por el comentario. —O.K., te escucharé —dijo, mirándolo fijamente, retándolo a decir algo que la hiciera defenderse. —Sé que te estás esforzando mucho. —Sí, como sabes, soy bastante tímida para cantar en público. —No me refiero a eso —dijo Ángel con suavidad—, pero de igual forma te agradezco. —Si no es eso, entonces no entiendo de qué hablas. —Mírate —dijo señalando su cuerpo—. No estás comiendo bien. Nathalya se cruzó de brazos, negando con la cabeza. —A mí me gusta cuidar mi figura. —No te pongas así —respondió él con serenidad—. Me preocupas, y te lo digo como tu amigo. —No sé de qué hablas. —Claro que sí… y me duele que no tengas la confianza de contarme qué te pasa. Tú no eres así. —¡Te equivocas! Ni siquiera me conoces… ¿cómo te atreves a decir eso? —¡Siempre te he querido! —Tú quieres a todo lo que traiga falda —interrumpió ella. —Lo sé, siempre he sido un mujeriego, pero contigo es diferente. —De hecho, me extraña que no trataras de enamorarme como lo haces con todas. —Porque te respeto. Quiero que tengas a alguien mejor que yo a tu lado. Pero eso no sucede; siempre estás en boca de todos. —¿Y eso a ti qué te importa? —No me molesta en absoluto, te lo juro, pero me preocupo por ti. De verdad te quiero. —Ash, ya vas a empezar… —Si me das una oportunidad, prometo serte fiel y quedarme a tu lado hasta que tú decidas. —No lo sé… no creo que sea… —él la interrumpió. —¿Conveniente? Claro que lo soy —dijo ella, bromista—. Soy tu amiga, me conoces, y todo el mundo sabe que en secreto estás enamorada de mí. —Eso no… —volvió a interrumpir Ángel. —Natasha hace todo lo posible por dejarnos solos. —Ella sólo… —No puedes negarlo. No soy tonto y me doy cuenta de muchas cosas. Sólo dame la oportunidad. Nathalya debía decidir por sí misma. Sabía que no lo amaba, pero aceptarlo le parecía un favor a su propia vida. Natasha estaba feliz: por fin su amiga parecía conquistar a su guapísimo Ángel. Alex, por su parte, también se animó a declararle su amor a Natasha. Ambas chicas vivían un momento que parecía demasiado perfecto. Nathalya fingió emoción y alegría, sosteniendo su mentira para que nadie descubriera su amor secreto y prohibido. La graduación de Ángel llegó pronto, y todo marchaba bien… al menos para las apariencias. Él tenía planes a futuro que no incluían a Nathalya, pero ella debía cumplir su capricho primero, antes de que él la descartara como lo hacía con tantas otras. A pesar de los chismes y de su mala fama, Nathalya seguía siendo virgen, y ni todos los regalos del mundo podrían cambiar eso. La paciencia era su mejor arma, y hasta ahora, sabía cómo aprovecharla.
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