CAPÍTULO XVIII. Pasado doloroso

1106 Words
Desafortunadamente, la noticia del culpable del desfalco o, mejor dicho, de la culpable, hizo que don Emmanuel perdiera el sentido, Alex y Natasha pidieron pronto una ambulancia, Matilde se fue con él, Alex los alcanzó en el hospital y Natasha se quedó al cuidado de los niños. Nadie podía creer que Nathalya se hubiere atrevido a cometer tal barbaridad en contra de su padre y de su constructora. En el hospital, los médicos lograron estabilizarlo, pues acababa de sufrir un infarto a causa de haber recibido tan cruda noticia. Mientras tanto, Nathalya, en manos del canalla de Ángel, no la estaba pasando nada bien. Cuando salieron de casa, ella seguía sin hablar, no tenía nada que decir, sólo escuchaba las palabras de Ángel, quien no entendía su reacción, pero tampoco le importaba. La llevó a una casa muy lujosa fuera de la ciudad, donde la encerró en una de las habitaciones. Nathalya lloraba y esperaba que en casa sus seres queridos estuvieran bien, decepcionados de ella, pero bien, tenía la esperanza de que pronto su padre o la policía la buscaran por el delito que había cometido. Al día siguiente, don Emmanuel recibió a su contador en su cuarto de hospital, quien llevó consigo todas las evidencias que incriminaban a su hija, junto con un par de cartas que ella había escrito previamente. La primer carta iba dirigida a él, en ella le suplicaba perdón y le explicaba la razón de sus malas acciones, él ya presentía que algo muy fuerte la había obligado a actuar de esa manera y al leer esa carta, solo lo confirmó. La segunda carta iba dirigida a Alex, su esposo, quien se rehusaba a recibirla y mucho más, a leerla, pero al ver a don Emmanuel tan abatido por la desaparición su hija, quiso regalarle el beneficio de la duda y la leyó. En ella, Nathalya también le suplicaba perdón a él y sobre todo, suplicaba para que protegiera al pequeño Emmanuel de la maldad de Ángel. También le explicó lo que le había sucedido hace poco más de cuatro años y el abuso del cual había sido víctima recientemente. Él no lo creía, ya no sabía si debía creerle o no, pero, a solas, don Emmanuel le contó lo sucedido hace años. - Días después de tu boda, yo llegué a la casa de mi hija a tocar la puerta, ella me abrió, estaba tan... no sé cómo describirlo, su aspecto era... se notaba que había estado llorando, ojerosa, su ropa era una pijama, su cabello ceboso, como si llevara días sin ocuparse de sí misma, su cuerpo estaba tan delgado, se notaba que no estaba alimentándose bien. Ella me rechazó de inmediato y yo me fuí para no perturbarla más. Después de unos días regresé preocupado, pero no quise molestarla, entonces doña Jose, la vecina, me invitó a tomar un café en su casa y me habló de todo lo que había vivido mi hija en ese corto tiempo. Dijo que Nathalya había ido a una boda, por eso sé que fue el día de tu boda con Natasha, y que regresó al día siguiente con la ropa destrozada, con golpes en la cara y en el resto del cuerpo, traumatizada, que había encontrado a su madre en el suelo muy lastimada, que en el hospital, los doctores le habían dicho que no había nada que hacer por ella, que la atención médica había llegado muy tarde y su madre murió. Doña Jose me contó que ella misma la convenció de levantar las denuncias correspondientes, una por la muerte de su madre, porque el fulano con el que vivía la había golpeado terriblemente, y otra por la violación que había vivido, mi hija se negó, pero al final accedió, Nathalya todavía se culpa por la muerte de su madre, por no haber llegado a tiempo para atenderla. Después descubrió que estaba esperando un hijo de ese desgraciado y el mundo se le vino encima, no sabía qué hacer, estaba deprimida, sola, desesperada, temerosa, por eso pensó en abortarlo, pero no pudo, mi hija no es mala, tú lo sabes, tiene un corazón de oro. Y fue cuando me la traje a vivir conmigo para apoyarla, para que nunca más estuviera sola ni desprotegida, no sabes lo terrible que fue escucharla gritar cada noche, porque en sus sueños se repetía ese momento tan doloroso donde ese infeliz... - don Emmanuel tuvo que respirar profundo para seguir relatando - le conseguí atención psicológica y la convencí de estudiar una carrera para que se distrajera, para que siguiera con su vida, prácticamente la obligué a continuar, porque mi hija ha vivido aterrorizada desde entonces. Incluso, días antes de su boda, la ví llorando, tenía tanto miedo de no poder ser tu mujer en su noche de bodas. Por eso te suplico que la perdones, hijo, ustedes se aman, no permitas que las intrigas de ese patán sigan haciéndole daño a mi hija - Don Emmanuel, yo entiendo todo lo que me dice, nunca imaginé todo lo que ha sufrido Nathalya - ¿Eso quiere decir que me ayudarás a encontrarla? - Claro, señor. Ahora me preocupa que no sé cómo le diré lo que pasó con Natasha - ¡Lo verdaderamente importante es encontrarla y salvarla de ese maldito! - ¡Cálmese, don Emmanuel! Le hace mal alterarse - Estaré bien, muchacho. Por favor, llama al detective privado, su teléfono está en mi agenda, Matilde sabe dónde, y llama también a la policía, denunciaré a mi hija por el desfalco - ¡Pero, señor, es su hija! No debería denunciarla - Lo sé muchacho, pero la policía no nos va a creer lo del secuestro porque ella nunca se negó a ir con él, hasta creerán que es su cómplice, en cambio, si la denuncio por el fraude, tendrán que buscarla hasta por debajo de las piedras Don Emmanuel no buscaba dañar a su hija, pero sabía que de esa manera, la policía le prestaría atención, la prefería presa que en manos de ese criminal, al menos en la cárcel podría verla. Dos agentes se hicieron cargo del caso y obtuvieron las declaraciones de los testigos, a espaldas de todos, Alex les proporcionó las cartas que había escrito Nathalya con el objetivo de liberarla de toda culpa, aunque seguía con dudas, no buscaba dañarla en absoluto, conservaba la esperanza de que los agentes tomarían en cuenta lo que estaba escrito en ellas. Alex le contó a Natasha todo lo que había tenido que soportar Nathalya durante este tiempo, ese doloroso pasado que hasta la fecha continuaba llenando su vida de amargura.
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