ETERNO| PRÓLOGO

2316 Words
PALERMO, ITALIA Leonard Salerno se había casado. Luca bebió la copa de vino como si fuera agua sentado en aquella mesa mientras miraba a su hermano bailar un vals con su bella esposa que parecía girar en sus brazos de forma natural. Nunca había mirado a Leonard más feliz en su vida como aquel día. Adoraba que su hermano fuera feliz con Fiore, Lucian con Leisel y Franco con Ludmila, pero no quería que se exigieran lo mismo a él. Con Leonard casado, aquel con el que había compartido aventuras, se sentía solo. No había vuelta atrás al respecto y eso le dejaba solo. El matrimonio no era para él. El matrimonio no era más que una cerca que lo encerraba para robarle su preciada libertad. No culpaba a sus hermanos por enamorarse, pero no estaba dispuesto a permitir que desearan lo mismo para él. El problema con Luca no era que no quisiera casarse, si no que negaba sus sentimientos con tal de mantener su preciada libertad y los códigos de la familia eran claros. No tenía tiempo, tenía que casarse si quería Roma. Deseaba con todas sus fuerzas la capital, pero lo que tenía que hacer para obtenerlo le enfermaba. No entendía cómo Leonard pudo hacerle lo que le hizo. Había sido su culpa que Gabriella terminara en la mansión, pero no por ello tenía que ir y hacer la mentira más grande con el padre de esa chica. Se negaba a aceptar que había estado jugando con ella, quería llevársela a la cama, al final ella se había resistido y eso le quitaba el encanto. Puede que a él le quitara la fascinación pero Lucian se lo había advertido, podía follar con mujeres que quisieran el mismo objetivo, pero seducir a una mujer de buena familia para aprovecharse de ella jugando con sus sentimientos no era algo que el mayor de los Salerno estuviera dispuesto a tolerar. Gabriella no estaba en aquella boda, él se había negado a llevarla porque aún estaba en discusión la visita a sus padres. No quería hacerlo, no quería pararse delante de un hombre y pedirle la mano de su hija y además lanzar mentiras sobre que la cuidaría y le sería fiel. Él adoraba a las mujeres, dudaba poder estar solo con una en toda su vida. Sintió una mano en su hombro y eso lo hizo voltear. —Llevas dos botellas de vino. —Quiero ahogarme—musitó haciendo a Lucian sonreír para después quitarle la botella y ponerla lejos de su alcance. —No tienes razones para hacerlo. Tendrás una boda enorme como está y entonces podrás ser capo. Necesito liberar todo este peso de mis hombros y el único peso que ahora sostengo es el tuyo. —No soy como tu o como Leonard. No veo nada agradable en atarme a una mujer de por vida. No concuerdo con los pensamientos tradicionalista de papá y tampoco con los tuyos. Puedo manejar Roma sin problemas, pero no casarme por ello. Casarse es un puto infierno. Lucian sonrió para después buscar con la mirada a su esposa quien le sonrió a la lejanía de forma cómplice. La alemana levantó la copa en su dirección y su marido le imitó. —No es un infierno si te casas con la correcta. Créeme hermano, la forma de vivir cambia, pero la felicidad que te otorga saberte comprometido con alguien y que ese alguien te regale la fortuna de ser padre y compartir recuerdos, es alucinante, cuando lo vivas me dirás que tenía razón. No quería ser padre. No quería casarse. —No quiero hijos. —No quieres nada y ese es mi problema contigo. Eres terco y jodidamente obstinado. Te advertí que te mantuvieras lejos de esa chica. Puedes follar con cada mujer que desees aquí en Italia o fuera, pero no te permito que juegues con aquellas mujeres que no están interesadas en seguir tu juego y que las manipules para obtener lo que quieres. Luca bufó. —Me tachas de villano. Lucian clavó sus ojos en él e hizo un gesto de exasperación total. Sabía lo que su hermano era y no pensaba disfrazarlo con lindos ideales. —Eres un casanova, Maurizio. El italiano pareció divertido al ver el adjetivo con el que fue calificado. —Ellas me aman y yo las amo. No soy un hombre hecho para ser disfrutado por una sola mujer. Sería una pena para ellas verme condenado a mantenerme dentro de la cama de una y no poder invitarlas a entrar. El matrimonio no es para todo el mundo y tus planes de obligar a casarme son bajos y viles. —Podría darte tiempo para que te cases con quien ames, pero sé que no lo harás nunca porque tu jodido problema es que careces de compromiso y de responsabilidad sentimental. Roma necesita un capo fuerte y firme, se que lo eres, porque debajo de toda esa desfachatez sigues siendo un Salerno y tienes carácter. Toma tu próximo matrimonio como tal y compórtate. Tal vez no la ames como dices, pero debes respetarla, pues si no tienes respeto no puedes tener nada. Los hombres que intentan justificar su infidelidad con toda clase de pretextos, entre ellos el hecho de que no aman a sus mujeres, no deberían ser llamados hombres, si no lacras. —¿Lo dices por mí? —Luca… —Si, definitivamente lo dices por mí. Ya sabes lo que dicen “sobre aviso no hay engaño”, entonces no te sorprendas si hago a mi querida e inocente esposa infeliz, por tu culpa. —¿Mi culpa? —¿Quien coño fue detrás de ella y se dejó ver por su padre? Todo estos putos años te has follado a cada mujer que has deseado y has actuado con ellas con completa impunidad. Hazte responsable de tus actos y olvídate de lo demás. ¿Quieres Roma? Esa chica será tu camino a ella. Prepárate porque iremos a ver a Hugo Pacinelli dentro de unos días y pedirás la mano de su hija y el matrimonio se llevará a cabo de las formas apropiadas. Luca se levantó para inclinarse y acercar la botella de vino. —¿Y si decido no hacerlo? —Entonces le daré Roma a Giordano y tú estarás a la espera de Nápoles, pues no pienso dártela hasta que cumplas con la norma—aseveró haciendo que Luca maldijera. Roma era la capital. Roma era distinción. Roma era mejor que Nápoles. No podía creer que su hermano le diera la capital a un terrateniente mientras que a él le dejaba con una adquisición pequeña. Sabía que Lucian era capaz de todo para persuadirlo pero que decidiera ir tan lejos fue algo que no esperó ni en sus peores pesadillas. —Bien. Fue lo único que dijo porque estaba demasiado enfadado como para decirle algo más. Tomó la botella de vino y después ingresó a la nueva mansión que se había levantado para su hermano en Palermo. Había sido comprada y decorada al gusto de Fiorella quien sería la dueña y señora de esa casa. Afuera la música estaba a punto. Fuerte. Vivida. Alegre. Era una boda. Se pegó de golpe a la botella y después terminó dejándola sobre la mesa de centro de la sala. Cerró sus ojos y suspiró, enfadado de que las cosas no se dieran como él deseaba. De haber sabido que intentar persuadir a esa mujer a dormir con él le traería tantos problemas nunca lo hubiera hecho, o al menos eso se dijo. Era preciosa, diferente a cualquier mujer con la que hubiera tratado antes. Era inteligente, amable y luchadora. Casi la habían asesinado en Mondello por su culpa y fue con ese pensamiento cuando de dió cuenta que tal vez sí que había sido irresponsable. No debió haberla involucrado en su mundo. Debió haberla dejado en el suyo. Lucian estaba dispuesto a hacer cualquier cosa porque su hermano sentara cabeza. Consideraba imposible que otra mujer pudiera hacerlo comportarse como lo hizo con ella al inicio, así que no había tenido reparos en hablar con la chica quien había recibido una enorme suma de dinero por parte de los italianos a modo de ayuda para su hermano enfermo, dinero con el cual había recibido la mejor atención y parecía estar recuperándose para bien. Estaba agradecida y decidida a pagar ese dinero así tuviera que trabajar turnos dobles, pero Lucian no quería el dinero y tampoco Leonard. Ambos italianos querían que Luca fuera comprometido al menos una vez en su vida porque ambos sabían que la mujer no le era indiferente, solo que Luca Maurizio era obstinado. Lucian le había pedido a esa chica su consideración y aceptación para casarse con su hermano. Había hablado con ella asegurandole todo su apoyo para intentar mantener a Luca en el sendero donde quería. Su hermano no sólo detestaba el compromiso si no también le tenía un pánico atroz. Gabriella había aceptado, no solo porque se sentía agradecida por el dinero si no porque en el fondo estaba perdidamente enamorada de él. Ambos habían compartido momentos en Palermo y ella le había cuidado cuando le habían disparado en Nápoles. Era innegable que le quería y que ese hombre de ojos grises le causaba más de lo que podía controlar. —¿Que pudieron hacerte para estar tan enfadado? Luca tomó aire de forma casi melancólica. —Parece que Lucian está dispuesto a hacerte parte de la familia. Pensé que no estabas aquí—comentó el italiano para después darse la vuelta y ver a la mujer que había asistido con un lindo vestido color rosa, agradable, fresco y para nada exhibicionista porque a pesar de ser hermosa por dentro y por fuera, Gabriella disfrutaba más vestirse de forma elegante que seductora. No buscaba seducir a nadie ni tampoco tenía el estilo de Ludmila, Leisel o Fiore, quienes parecían diosas de la seducción andantes con su caminar, pero sí que las admiraba, porque eran preciosas. —Fui invitada. —Lo sé, por mi hermano ¿No? —Así es, ambos. —Que bueno. Luca tomó su botella de vino dispuesto a irse, pero una pregunta de la mujer le hizo detenerse. —¿Estás mejor? Espero que ser tan obstinado y salir de la cama antes de lo debido, no te haya pasado factura. Recibiste varios disparos, debiste haberte cuidado más tiempo. —Estoy bien, mi estado de salud no debe preocuparte. —¿Qué te he hecho? —No me has hecho nada, pero me estás llevando a un sitio donde claramente no quiero entrar y un lugar que todos consideran adecuado para mi, menos yo. Gabriella se quedó en silencio para después comprender que se refería al compromiso. Dió unos pasos hacía el italiano y dió su punto de vista al respecto. —Se que no quieres hacerlo. —No lo tomes personal, no es porque seas tu, solo no quiero casarme con nadie, porque dudo que alguna vez llegue a querer a alguien como para pasar toda la vida. Suelo aburrirme rápido de las mujeres y pasar toda la vida atado a una me parece u suicidio. Sus palabras fueron sinceras, así se sentía, pero lastimaron a la chica quien asintió y sonrió ligeramente. Daría lo que fuera porque cambiara esos pensamientos, pero en el corazón no se mandaba. —Supongo que el matrimonio no es para todos. Puedes decidir, pero si vas a ver a papá sabré que has tomado una decisión. Puedes decidir no casarte y yo estaría de acuerdo con ello. Acepto esto porque se lo debo a tu familia—mintió al final, pues si no le quisiera, hubiera trabajado toda su vida para pagar el dinero que le habían prestado, solo que sus sentimientos la hacían desear intentar algo con Luca, al menos una esperanza porque le quería. Estaba enamorada de él. —Si tuviera opción tomaría otros caminos, pero creo que al final si deseo obtener mi parte tendré que aceptarlo y casarme contigo. Podemos hacer un trato, tú y yo, solo de ambos, sin que nadie más lo sepa e intentar ser felices a nuestra manera. Gabriella sintió que dejaba de respirar cuando tuvo a Luca a nada de distancia. El italiano era más grande y más alto que ella, así que tuvo que levantar la mirada para hacer contacto visual. —¿Qué trato? —Vivir juntos, pero separados. Tengo algo en mente—musitó—, podemos casarnos, tener una linda boda y una buena luna de miel, después, tú puedes vivir tu vida y yo la mía. Puedes conocer a otros hombres siempre y cuando no te embaraces de ninguno. Cuando Lucian nos presione sobre tener un hijo le diremos que eres esteril o alguna mentira habremos de inventarnos. Tal vez si llegamos a una acuerdo podemos dormir juntos y darle un heredero a Roma, pero nada más allá. No quiero una mujer que intente controlarme ni una que me haga perderme de los placeres de la vida. Gabriella intentó ocultar el enfado que sus palabras finales le causaron. Tomó aire y decidió mantenerse firme. —No formaré parte de ese trato. Si quieres algo tienes que comprometerte. Nadie te obliga a casarse, solo a decidir entre dos cosas que añoras. Si tu vida son las mujeres, escogelas a ellas, se que tu hermano te ha dado opciones, si quieres Roma estas encerrado conmigo y tendrás que cumplir Maurizio, porque el matrimonio no es un juego y si yo entré aquí es para respetar las cosas como deben de hacerse. No negociaré contigo así que decídete bien porque si no aceptas tu realidad e intentas usarme para obtener tus objetivos, te chocaras con pared. Los ojos de la italiana fueron firmes. Luca no tendría el camino fácil a la vida liberal que quería llevar, especialmente porque Gabriella no cedería fácilmente.
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