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No Me Conozcas

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Blurb

El verano de Carolina cambiará por completo al conocer al hijo de los amigos de sus padres; ese idiota con ojos seductores y sonrisa burlona, pero no dejará que le arruine su verano, o al menos eso intentará.

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– 1 –
    —¿Te acuerdas de los Archibald? —preguntó mi madre sentándose en la reposera junto a la mía.     —No particularmente —respondí dejando el libro que leía en mis piernas.     A decir verdad, ni siquiera me sonaba ese apellido. Mis padres conocían a tantas personas que se hacía imposible formar un registro en mi cabeza de todos ellos, más aún con mi inexistente habilidad para aprender nombres, y aunque soy buena recordando rostros, sin nada más que un apellido se me hacía difícil saber quienes eran.     —Los Archibald, Caro. —Me miró, como si no pudiera creer que no me acordara de ellos—. Cristóbal Archibald, Serena Pardo, la familia del sur que vivió un tiempo en Miami y vinieron a vernos hace años atrás —dijo casi herida, y yo hice una mueca de; realmente no sé de quién hablas, y mi madre continuó—. Bueno. La cosa es que vendrá Serena a vacacionar aquí, se quedará un par de semanas.     —¡Ah! Que bueno mamá.     Me sorprendió la noticia, pero al ver que mi madre seguía sentada inmóvil significaba que quería algo más, que la conversación no se había acabado con solo esa noticia. Entrecerré los ojos.     —Hmm. —Vi como juntaba sus labios hasta hacerlos desaparecer.     —Quieres que les pase mi pieza, ¿verdad?     En mi casa de verano solo había cuatro habitaciones; una de mis padres, una de mis hermanos, la mía que compartía con mi prima la cual iba todos los veranos y una pequeña donde solo cabía una cama. También había otra muy pequeña al lado de un Quincho que había construido mi padre a pasos de la casa, pero esa pieza comúnmente se utilizaba para guardar cosas, y no estaba segura de que cupiese una cama con todas esas cosas ahí. Al ser la más cuidadosa con mis cosas mi cuarto era la que se ocupaba cuando venía gente de afuera, dejándome con la habitación más pequeña, durmiendo apretadas en una cama de una plaza con mi prima.     —Algo más que eso; viene con su hijo —dijo mi esperando mi reacción.     —¿Ya, y? —Que vinieran con su hijo no parecía algo muy grav…—. Espera, ¿Quieren quitarme la habitación pequeña también? —dije alzando un poco la voz—. ¿Por qué? ¿No puede dormir con sus padres?     —No queremos que duerman incómodos, hija —respondió mi madre en tono de disculpa.     —¿Y por qué no duerme en la pieza de mis hermanos?     —Viene una amiga con su pareja y su hijo, Amanda Hardin, ella con su esposo solían vivir en Miami también, ellos ocuparán tu habitación, Serena que viene sola se quedará en la pieza pequeña, mientras los niños usarán la pieza de tus hermanos.      ¿Qué tenían los amigos de mi padre que se la pasaban en los Estados Unidos?     —¿Y dónde dormirán mis hermanos? —pregunté ya algo molesta.     —Al frente, en la casa de tu tío —respondió y yo hice una mueca de disgusto.     El solo hecho de pensar en dormir ahí me daba escalofríos. Mi tío, hermano de mi madre es muy simpático, pero como nunca se encontraba en casa mi primo y sus amigotes rugbistas no encontraban nada mejor que usar la casa como sede de fiestas. No me quejaba por eso, me gustaba ir de fiesta, pero después de ella la casa se convertía en un motel barato donde el aire denso era una mezcla de alcohol, cigarros, m*******a y sexo.     No podría dormir ahí aunque me pagaran y mi madre lo sabía.     —¿Y dónde se supone que dormiremos mi prima y yo? —Ahora era mi madre haciendo una mueca—. Madre, suéltala ya.     —Tu padre compró una carpa para instalarla detrás de la casa —dijo lo más rápido que pudo, como quitando una bandita. Mantuvo los ojos cerrados por unos momento.     ¡Una maldita carpa!      Abrió un ojo para espiar mi reacción, ya que tengo la fama de tener un temperamento corto, un genio de los mil demonios heredada de mi padre.     Claro, si el genio se podía heredar.     —¡¿Voy a tener que dormir en una carpa?! —dije indignada.     Estas también eran mis vacaciones, ellos venían y me robaban mi pieza, mi comodidad, mi cama, y yo, en una maldita carpa.     —Sé que no es lo más cómodo del mundo, pero con tu padre intentaremos hacer lo posible para que así sea.     Vi como mi madre llena de culpa intentaba hacer las cosas para mejor, así que resignada intenté no hacer más escándalo.     —Bueno. Será, no hay mucho que se pueda hacer ahora —dije bajando los hombros. Mi madre puso el rostro como si le hubieran golpeado en el estómago, a lo que agregué—. No te preocupes, vamos a ver lo que se puede hacer. —Fingí una sonrisa y mi madre soltó una carcajada.     —Tienes que trabajar en esa sonrisa falsa cariño. Gracias por comprender. —Me dio un beso en la frente y se dirigió a la casa     Seguí leyendo el libro que tenía entre mis manos. Estar ahí relajaba todas las fibras de mi ser hasta sentirme aturdida. El cielo azul, el pasto verde, los grandes árboles, el sol radiante que hacía ver la piscina como el mejor de los recursos contra el calor, era como un spa privilegiado. Era muy fácil confundir nuestra casa con un camping turístico, pero el hecho que viviéramos a 10 minutos del pequeño pueblo hacía que los extranjeros no llegaran hasta aquí preguntando por tarifas por una noche.      Tener esa casa de verano no significaba que mi familia fuera adinerada, pues el lugar fue heredado a mi madre por mi abuelo al fallecer y mi padre, un hombre esforzado, decidió hacer la casa mientras mi tío decidió hacer la suya justo al frente.     Miré a mi alrededor para apaciguar la mala noticia dejándola en el fondo de mi cabeza.     —Tu madre me contó las malas nuevas —dijo mi prima, Isabella, acercándose con una toalla en las manos—. ¿Te dijo cuanto tiempo nos queda antes de la perdición? —preguntó poniéndole algo de humor al asunto.     —No, no lo mencionó —respondí molesta al recordar la reciente conversación.     —Al menos vienen con su hijo, tu madre me dijo que venía una amiga con el suyo. Espero que sean guapos. —Se acomodó en la reposera para tomar de sol.     —Deben ser pequeños, no creo que pasen de los diez años, dormirán en la pieza de mis hermanos. —Veintitrés años no es pequeño, Carolina. —Me miró pícara—. Además, ¿Cuál es el apellido de la familia? ¿Chibaldi, Choald...?     —Archibald.     —¡Archibald! —dijo abriendo los ojos y las manos, como si se acabara de acordar del título de la mejor película—. ¡Y Hardin! Archibald y Hardin, prima —repitió algo molesta por no entender el significado de esos apellidos.     —¿Puedes llegar al grano?     —¡Apellido gringo, prima! —Me miró como si fuera cultura general y yo fuese la alumna más tonta del salón—. Probablemente son rubios con ojos azules, un metro ochenta cada uno —decía mirando al horizonte con voz soñadora.     —Isabella, despierta. —Aplaudí sonoramente e hizo un movimiento exagerado al salir de su ensimismamiento, y ambas reímos por su pésima actuación.     —Bueno. Solo pido que sean agradables a la vista —dijo dándose vuelta para tomar sol de estómago.     —No me importa si son Brad Pitt y Johnny Depp en persona, ya los odio por dejarme en la calle durmiendo —respondí terca volviendo a mi libro.     Isabella levantó la cabeza y me miró severa levantando su ceja perfectamente depilada, esperando.     —Bueno. Si es Johnny Depp puede que lo perdone. —Rodeé los ojos, pero no se movió ni un centímetro—. Está bien, no me importaría en lo absoluto y probablemente terminaríamos compartiendo mi cama, si entiendes lo que digo —dije moviendo el codo como si golpeara a una persona imaginaria.     —Esa es la prima que conozco —dijo satisfecha, volviendo a su posición.     Me reí para mis adentros.      Me gustaba que mi prima le viera el lado positivo a la situación, hacía que las cosas resultaran más fáciles, pero por mucho que intentaba alegrar las cosas, no cambiaría el hecho que tendría que dormir en una carpa por culpa de los Archibald y su amiga.

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