El día de la boda

1332 Words
### Capítulo Como todos los días, estaba en mi escritorio, ubicado fuera de la oficina de mi jefe, pero a solo unos metros de distancia. Me levanté y cuando iba a tocar la puerta, escuché voces desde adentro. Peter estaba hablando con su mano derecha, Anto. —Anto, disculpe que le diga esto, pero ¿está seguro de que desea casarse? —preguntó Anto, preocupado. —Tengo que hacerlo. No quiero que Missi se sienta obligada a casarse con un paralítico —respondió Peter, firme. —Señor, pero también está haciendo que su secretaria quede atada a usted —insistió Anto. —Ella lo decidió. Todo esto es bajo contrato —dijo Peter, cortante. —¿Y si Missi entrara por esa puerta y le dijera que su amor por usted es más grande? ¿Se casaría aún así? —preguntó Anto. —Por supuesto que no. Si ella llegara y me dijera eso, claro que no la dejaría ir. Cancelaría todo —admitió Peter, sin dudar. Después de escuchar esa conversación, decidí no entrar. Tomé asiento en mi escritorio, sintiéndome segura de que Missi jamás volvería. Pero no fue así, porque de repente, ella llegó. —Buenas tardes, vengo a ver al señor Peter —dijo Missi, con autoridad. —¿Al señor Peter? —repetí, tratando de ganar tiempo. —Sí, ¿o es que no escuchó lo que dije? —replicó Missi, irritada. —El señor Peter no está. Seguro se está preparando para su boda, que es hoy —mentí, tratando de mantener la calma. —A eso vine, a cancelar esa boda. Él no puede casarse. Dígame dónde será la ceremonia —exigió Missi. —¡Ay no! ¿Cómo cree? —respondí, tratando de aparentar incredulidad. —Solo dígame dónde será o le juro que mañana no estará en ese escritorio —amenazó Missi, con firmeza. —Ok, señorita, usted gana. La boda es a las nueve —mentí nuevamente, intentando desviar la situación. —¿Y por qué tan tarde? —preguntó Missi, desconfiada. —Es que no conoce al señor. Ya sabe cómo es —improvisé. —De todos modos, gracias. Esa boda no se efectuará —aseguró Missi, confiada. La verdad, le mentí. Esa es la mujer que Peter ama y si le decía que estaba aquí, lo más probable es que me dejara plantada. Sé que está mal, pero esta es mi oportunidad de ganarme el amor de mi jefe. No quería mentirle, pero no voy a dejar que esta mujer me lo robe. —Señorita, ¿algún pendiente? Son casi las doce del mediodía —dijo Peter, apareciendo de repente. —No, señor —respondí, tratando de ocultar mi nerviosismo. —Me pareció escuchar la voz de una mujer —dijo Peter, intrigado. —Eh... No, señor. Era solo yo hablando en voz alta —mentí. —Bueno, Laura, tómese la tarde para prepararse para nuestra boda. La veo a las cinco. Sea puntual —ordenó Peter. —Sí, señor —respondí, tratando de sonar normal. Me fui a casa muy emocionada. Todo estaba preparado para mi boda. Aunque fuera algo privado, no importaba; yo iba a desfilar vestida de novia. —Amiga, ¿estás feliz? —preguntó Lourdes, mi mejor amiga. —Me estoy asfixiando de la felicidad, jajaja —respondí, riendo nerviosamente. —Ay, hermanita, ¿no te estarás casando por pena? Porque tu jefe está preso en una silla de ruedas —dijo Luci, mi hermana, preocupada. —No, Luci. Cuando te enamores verás que no importa en la situación que él esté, siempre querrás estar ahí —respondí, convencida. Llegó la hora de irnos a la iglesia. Peter le encargó a su chofer que fuera por nosotros. Al llegar, Peter estaba de espaldas, sentado en su silla de ruedas. A pesar de ello, se veía hermoso; su rostro era impresionante. La música sonó: tan tan tan... Él volteó a verme y pude ver su sorpresa. Yo estaba realmente bella, apta para la ocasión. Era mi boda y no tenía en mente volver a casarme con nadie más que no fuera él. —Peter, cuide a mi flor hermosa. Se la entrego —dijo mi padre, José, conmovido. —Gracias, lo haré —respondió Peter, serio. Mientras el padre hablaba sobre el amor, Peter me miró. —Tengo que decir que se ve hermosa vestida de novia —dijo Peter, suavemente. —Gracias, usted también se ve muy bien —respondí, sintiendo una conexión especial. —Señorita Laura, ¿acepta usted al señor Peter Smith para amarlo y respetarlo el resto de su vida? —preguntó el padre. —Sí, padre, acepto —respondí, sin dudar. —Señor Peter, ¿acepta usted como esposa a la señorita Laura Alcalá para amarla y respetarla todos los días de su vida? —preguntó el padre. —Yo... Yo... —vaciló Peter. —Hijo, ¿repito la pregunta? —insistió el padre, preocupado. —Disculpe, padre. Claro que acepto casarme con esta bella mujer —dijo Peter, finalmente. Se escucharon fuertes aplausos de las pocas personas presentes en la iglesia. Era muy emocionante; no pude dejar de sonreír, aunque vi a Peter un poco serio. —Los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia, señor Peter, o mejor dicho, a la esposa —dijo el padre, con alegría. Estaba de rodillas ante el altar, así que solo tuve que voltearme hacia él. Peter tomó mi rostro con sus manos y me besó suavemente, cálidamente, cariñosamente. Me mantuvo en las nubes por unos segundos. No hicimos fiesta. Al salir de la iglesia, todos se fueron a sus casas. Peter pidió al chofer que llevara a mi familia y así lo hizo. Luego, él me abrió la puerta de su coche. Su vehículo estaba preparado para ser manejado por él. —Señor, tengo que buscar mi ropa en casa, porque mañana no tendré qué ponerme para ir a la oficina —dije, preocupada. —¿Quién le dijo que iremos mañana a la oficina? Pasaremos tres días en mi casa de campo. Si nos quedamos, nadie nos creerá —respondió Peter, con una sonrisa. —Ok, señor, pero aún así no tengo ropa adecuada para este viaje —dije, un poco nerviosa. —No se preocupe. Cuando lleguemos a la ciudad, compraremos ropa —aseguró Peter. Llegamos a la casa de campo y, aunque era una maravilla, un empleado se acercó a Peter para decirle que solo había una habitación disponible porque las otras estaban en reparación, como él había ordenado. No nos quedó más remedio que compartir la misma habitación. —Señor, no quiero cometer una indiscreción, pero ¿cómo lo hace? Es decir, quitarse la ropa o acostarse —pregunté, curiosa. —La verdad, señorita, siempre he necesitado ayuda de alguien. Ya que usted está aquí, me ayudará por lo menos con el pantalón —dijo Peter, con naturalidad. —De acuerdo, señor —respondí, un poco nerviosa. Peter se acostó en la cama sin camisa. Me acerqué a él, bajé su cierre, quité su correa y luego sus pantalones completamente. —Gracias, señorita. Que descanse. Puede acostarse al lado mío; con este paralítico nada va a suceder —dijo Peter, con una sonrisa. —Ok, señor —respondí, más tranquila. Peter apagó la lámpara que estaba de su lado. Yo aún tenía el vestido de novia. Por más que traté, no pude quitármelo. —Señorita, la veo luchando con su vestido. Venga, acérquese, yo la ayudo —dijo Peter, observándome. Me acerqué a él sin decir una palabra, sintiendo cómo sus manos se acercaban a mi espalda. —Listo, señorita. Si no quiere dormir en ropa interior, póngase uno de mis polos —dijo Peter, amable. —Gracias, señor. Descanse —respondí, aliviada. Me acosté con mucho temor a su lado, quedándome en la orilla de la cama. Pero me acosté feliz, sabiendo que, a pesar de todo, estaba empezando una nueva vida junto al hombre que amaba.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD