AMOR Y PRINCESA

1271 Words
### Capítulo Llegó el gran momento de la cena familiar. Peter decidió pasar a buscarme a mí y a mi familia para evitar malas especulaciones. No esperaba que me arreglara tan bien; pude ver cómo me miró sin parpadear. Llevaba un vestido largo, rojo y ajustado que resaltaba mi figura, con la parte superior de encaje. —Señorita, está usted muy hermosa esta noche —dijo Peter, admirándome. —Gracias, señor —respondí, sintiendo un leve rubor. —Es importante que delante de su familia no me diga "señor". ¿Qué le parece si creamos un nombre más apto para cuando estemos delante de los demás? —sugirió Peter. —Si usted está de acuerdo, no tengo problema —contesté. —¿Qué le parece que usted me diga "amor" y yo le diga a usted "princesa"? —propuso Peter. —No tengo inconvenientes en hacerlo, señor. Ahí vienen mis padres —dije, señalando a mi familia que se acercaba. —Mucho gusto, mi nombre es Peter Smith, y como saben, su hija será mi futura esposa —se presentó Peter. —El gusto es nuestro. Espero que sepa valorar el amor de mi hija, porque ella está muy enamorada de usted —dijo mi padre, José. —Así será, señor. Cuidaré bien de su hija, de mi princesa —aseguró Peter. —Mucho gusto, señor Peter. Estoy de acuerdo con mi esposo, espero que cuide bien de nuestra hermosa hija —añadió mi madre, María. —Mucho gusto, soy la hermana de Laura —dijo mi hermana, Luci. —Señora María, tenga por seguro que así será. Un gusto conocerte, Luci —contestó Peter. —Amor, ella es Lourdes, mi mejor amiga —le presenté. —Un placer, señor Peter —dijo Lourdes. —El placer es mío. Todos ustedes irán en la limosina y mi futura esposa y yo nos iremos en mi vehículo. Nos vemos en casa —indicó Peter. Mientras íbamos en el vehículo, me sentí muy nerviosa por lo que estaba a punto de ocurrir. —Señorita, lo ha hecho muy bien delante de su familia. Y tengo que decir que la palabra "amor" se escucha muy bonita en su boca —dijo Peter, con una sonrisa. —Gracias, señor —respondí, intentando mantener la calma. —Tenemos que cuadrar algunas cosas: dónde nos conocimos, cómo nos enamoramos y por qué decidimos casarnos. Esas son las tres preguntas que solo vamos a responder. Y como usted es el cerebro en la oficina, le pediré que también lo sea contestando estas preguntas —explicó Peter. —¡Ah! Claro, señor. Podemos decir que nos conocimos un día lluvioso, cuando yo me estaba mojando y usted me ayudó. Desde esa noche fue amor a primera vista. Luego, para nuestra sorpresa, tuve una entrevista de trabajo con usted y conseguí el puesto. Nos casaremos porque nos amamos y no queremos esperar más tiempo para compartir el resto de nuestras vidas juntos —sugerí. —Me parece bien, señorita —respondió Peter. Después de media hora, llegamos a casa de Peter, una mansión impresionante, llena de colores y objetos caros. La abuela de Peter, Elizabeth, nos esperaba en el comedor. Ya la conocía y era una persona muy agradable. Todo fue muy mágico entre "amor" y "princesa". Me sentía en las nubes. Me iba a casar con el hombre más rico, y claro, a eso añado que es mi jefe. Muchas mujeres no lo quieren por estar preso en una silla de ruedas, pero a mí no me importa. —Princesa, mi abuela vivirá un tiempo con nosotros hasta que regrese a su país de residencia —informó Peter. —Está bien, amor. Tu abuela es encantadora —respondí. —Espero poder dormir en las noches, jajaja —bromeó Elizabeth. Todos rieron con su chiste, y yo solo sonreí, sabiendo que ella jamás escucharía algún ruido de noche porque en nuestro trato estaba no tener sexo. —Abuela, respeta a los padres de Laura —pidió Peter. —No te preocupes, Peter. Hablamos de algo muy normal —dijo María. —Hablemos de algo más importante. Laura y yo nos casaremos mañana por lo civil y más adelante haremos una boda con algunos amigos —anunció Peter. —No estoy de acuerdo. Mi hija debe casarse por la iglesia. Es una niña que se ha guardado para poder hacerlo —dijo José, serio. —Papá, es algo que decidimos Peter y yo —intervine. —Hija, pues yo también me opongo. Nuestro sueño es verte a ti y a tu hermana desfilar en la iglesia —dijo María, apoyando a mi padre. —Peter, estoy de acuerdo con los padres de Laura. Se pueden casar en dos días por la iglesia. Déjenme eso a mí y les conseguiré un lugar —dijo Elizabeth, mediando. —De acuerdo, está bien. Ustedes ganan. Princesa, en dos días nos casamos entonces, pero solo serán las personas más cercanas. Queremos que sea algo muy privado —aceptó Peter. —Me parece bien —respondió José. Después de esa conversación, Peter se alejó de la mesa y fue al balcón. Lo seguí, preocupada. —Señor, ¿está usted arrepintiéndose? —pregunté. —No, señorita. Eso sería lo correcto para una joven de su casa. Es cierto lo que dijo su padre. ¿Se ha guardado usted para cuando se casara? —inquirió Peter. —Señor, me avergüenza hablar de este tema con usted —respondí, nerviosa. —No me tenga vergüenza, señorita. Aunque veo que su padre tiene razón. Pero no se preocupe, no vivirá atada a mí para siempre —dijo Peter, suavizando el tono. —Entiendo, señor. Usted siempre estará enamorado de ella, de Missi —dije, tocando un tema delicado. —Así es, pero no quiero que la mencione, por favor. Ese nombre queda prohibido delante de mi presencia —respondió Peter, con un tono más serio. Peter se enojó al mencionar el nombre de esa mujer, a la que yo llamaré ahora "la innombrable". —Bueno, creo que deberíamos irnos. Ya nos conocimos y sabemos con quién se casará nuestra hija y dónde vivirá —dijo José, rompiendo el silencio incómodo. —Así es, señor. Son más que bienvenidos todos, cada vez que deseen —respondió Peter, recuperando la compostura. —Así es. María, podemos tomarnos un café y así continuar hablando de cosas de mujeres adultas, jaja —dijo Elizabeth, amigable. —Me parece bien, señora Elizabeth —aceptó María. —Llámeme solo Elizabeth —corrigió Elizabeth. —Oye, princesa, tengo algunos pendientes. Te puedes ir con tus padres en la limusina y mañana paso por ti temprano para irnos a la oficina —dijo Peter. —Claro, amor. Bueno, pues nos veremos. Adiós, señora Elizabeth —me despedí. —Dime abuela, mi querida Laura —dijo Elizabeth, con una sonrisa cálida. —¿Y el beso de despedida, hermanita? —preguntó Luci, traviesa. No lo había pensado, pero rápidamente me incliné para estar a la altura de Peter. Me acerqué a su hermoso rostro y le di un beso con los ojos cerrados, quedándome en sus labios unos segundos. —Bueno, hermanita, ya. Ya tendrán tiempo para eso. Gracias por todo, Elizabeth. Adiós, cuñado —dijo Luci. —Nos vemos mañana, amor —dije, despidiéndome. —Adiós, princesa —respondió Peter, mirándome con una mezcla de emociones. Unas horas después estábamos en casa. No podía creer todo lo que había sucedido esa noche. Me voy a casar con un vestido blanco y desfilaré en una iglesia para el hombre que amo, aunque no pueda tenerlo nunca entre mis brazos.
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