Al día siguiente me desperté temprano, con maletas en mano. Justo cuando estaba a punto de salir de la casa, Missi me detuvo. —Al fin te largas de aquí. ¡Te dije que no ibas a quitarme lo que me pertenece! —dijo Missi. —No estoy para tus burlas, Missi. Y si ganaste, felicidades. Pero hablas de Peter como si fuera un objeto —respondí. —Hablo de lo que es. ¡Él es mío y me pertenece, al igual que todo su dinero! —insistió Missi. —Algún día se te va a caer la careta que tienes puesta, ya verás —repliqué. —¡No lo creo! —dijo Missi. —¿Laura, ya te vas? —preguntó Peter. —Así es, como acordamos —respondí. —Deseo que te vaya bien y recuerda nuestro trato —dijo Peter. Peter me trató con indiferencia, pero sentí que no soportaba que me fuera. Sé que en el fondo sentía algo por mí, pero no er

