CAPÍTULO 2

1354 Words
Levanto la vista del libro que estoy estudiando cuando entra Isaac por la puerta.   —Te invito a almorzar. —dice sin más, sonriéndome ampliamente. Miro mi reloj y no comprendo cómo pasó tan rápido el tiempo. —Ya sabes que no me gusta alejarme del hospital mientras estamos de turno. —rebato e Isaac bufa. —Entonces cena conmigo esta noche. —Insiste y achino los ojos para mirarlo con dudas. —¿Qué trama doctor Frederick? —inquiero, por lo que sonríe y se encoje de hombros. —¿No puedo invitar a una bella mujer a cenar? —cuestiona y niego. —A una buena amiga, querrás decir. —corrijo y sonríe. —¿Puedo? —Pregunta con un dejo de súplica. Lo observo a los ojos unos minutos, tratando de entender qué pasa por su mente, hasta que finalmente asiento. —Está bien. Hace tiempo no salgo. —digo y su sonrisa le parte el rostro a la mitad—De igual manera iré a comer algo al casino. —comento poniéndome de pie. —Yo iré a adelantar algunas cosas. —dice caminando a paso rápido en la otra dirección.    Camino hacia el casino, saludando a uno que otro colega y enfermeras.   “¡Amber!” escucho a lo lejos. “¡Doctora Miller!” me giro y es Penélope que se dirige a paso rápido hacia mí.   —¡Hola Penny! —La saludo y así como es ella, me estruja en un abrazo. —¡Ya te recuperaste! —asevera entre risas— Nos dejaste a todos muy preocupados. —dice un poco más seria. —Sí, aún me duele un poco la cabeza, pero creo que es lo normal. —espeto mientras caminamos en dirección al casino. —¿Vas a almorzar? —pregunta y asiento. —Sí, se me pasó la mañana volando mientras estudiaba un caso. —rebato. —¿Cuándo será el día que me digas que estás haciendo alguna otra cosa que no sea estudiar? —inquiere entre risas, mientras tomamos las bandejas y nos ponemos a la fila para el almuerzo. —No sé qué más me podría interesar. —digo despreocupada, tomando una manzana y la ensalada. —Yo sé de algo que te podría interesar. —dice levantándome las cejas, con cara pícara. —¿Y eso sería? —pregunto mientras la espero para caminar a una mesa vacía. —Ese ramo de flores que te llegó por la mañana, por ejemplo. —dice y me río. —Lo envió el paciente del doctor Craig, en el que ayudé en la cirugía, el día del accidente. —comento, sin darle importancia y Penélope me escudriña con la mirada. —¿Si lo viste verdad? —Inquiere y asiento— Ya me hubiese gustado a mí estar en esa operación, para que me diera las gracias de cerca. —dice mientras pone caras graciosas, por lo que reímos. —Es realmente guapo, pero lo que tiene de guapo, lo tiene de arrogante. —espeto y Penny me queda mirando seria. —Wow… creo que es la primera vez que opinas con respecto a un hombre. —dice un tanto sorprendida, por lo que sonrío. —¿Qué podría opinar de tus conquistas? Si a penas los conozco por lo que me cuentas. —rebato entre risas. —Te doy el crédito. —dice con la boca llena.  Terminamos de almorzar, entre risas y chismes que me comentó Penélope. Caminamos hacia los camarines para lavarnos los dientes y refrescarnos un poco, para luego despedirnos y seguir con nuestras rutinas.    Me dirijo con tranquilidad hacia el área de Neurología, para hacerle una ronda a los pacientes, revisando uno a uno cada caso.    —Doctora Miller, qué bueno que la encuentro por acá. —dice el señor Morris, por lo que dejo de mirar la epicrisis de uno de los pacientes y volteo a verlo, dándome cuenta que está acompañado del guapo arrogante. —Señor De la Croix ¿Ya conoce a la doctora Miller? —inquiere el señor Morris y ambos asentimos. —Así es Mauricio, ya tuvimos el placer de conocernos. —espeta sin dejar de mirarme a los ojos.  —Es una de las Neurólogas más connotadas del hospital y jefa del área de Neurología. —Me adula el director, por lo que simplemente sonrío. —Ni que lo digas, simplemente estoy aquí por ella. —rebate el señor De la Croix señalándose así mismo. «Arrogante» vuelvo a pensar y sonrío. —El señor De la Croix está interesado en invertir en alguno de sus proyectos, señorita Miller. —espeta el señor Morris y asiento con interés. Dejo el historial del paciente en el borde de la camilla y me acerco a ellos. —¿Y en cual de todos mis proyectos está interesado? —inquiero, mirándolo a los ojos. —Podríamos reunirnos e ir a cenar para que me diga en cual arriesgarme. —rebate. «¿Me está coqueteando?» me pregunto y niego mentalmente. —¿Qué opina usted señor Morris? —pregunto y “don Arrogante” mira inquisitivamente al señor Morris, que traga saliva y nos mira a ambos. —V-vayan ustedes… —dice y alzo una ceja mirándolos a ambos. —Como ustedes digan. —dice “don Arrogante”, haciéndose el desentendido. Observo el reloj haciendo presión— ¿Le parece el viernes por la tarde doctora Miller? —pregunta y vuelvo a mirar al señor Morris, que me mira suplicante. —Está bien. El viernes. —digo volviendo a tomar la epicrisis— Si me disculpan… —rebato alejándome de ellos y acercándome al panel que administra los medicamentos del paciente. Chequeo signos vitales y dejo mis anotaciones, vuelvo a poner la ficha a los pies de la camilla y siento que me toman del codo suavemente. Volteo a ver y nuevamente es “don Arrogante”, por lo que alzo una ceja y lo observo frunciendo el ceño. —Necesito su dirección para pasar por usted. —inquiere y niego. —Nos juntamos aquí. —asevero y asiente de mala gana. —Está bien. —espeta— Que tenga una buena jornada, doctora Miller. —dice y antes de girarse me guiña un ojo.   Paso mis manos por el delantal, porque las siento húmedas y la cara caliente, pero continúo mi ronda hacia el próximo paciente.   『 Dos horas después 』   Regreso a mi oficina, después de pasar por la urgencia donde derivé algunos casos con mi secretaria para ir evaluando durante la semana.   Reviso mi agenta, hago algunas anotaciones sobre el caso que estoy estudiando, cuando siento que golpean la puerta, levanto la vista y veo a Isaac entrar por la puerta.   —Isaac… se me pasó la hora. ¿Me das unos minutos? —Me disculpo y asiente. —No te preocupes, ya sé cómo eres… —rebate y al pasar por su lado, siento el aroma de su perfume inundar mis fosas nasales. —Rico perfume. —digo saliendo por la puerta, en dirección a los camarines.   Llego a mi casillero y tomo un conjunto que siempre tengo “en caso de”, que consta de un pantalón holgado a la cintura n***o, una blusa sin mangas de cuello alto con un escote en la espalda verde turquesa, zapatos de tacón y una americana blanca, por si refresca por la noche. Me hago una coleta alta, retoco mi maquillaje y creo que ya estoy presentable.   Vuelvo a mi oficina y me encuentro a Isaac sentado en mi berger.   —¿Cómodo? —pregunto y abre los ojos sorprendido, ya que al parecer no me sintió entrar. —Wow… te ves… impresionante. —dice titubeando. —No es nada… ¿Vamos? —cuestiono e Isaac se apresura para abrirme la puerta. —Adelante señorita. —dice en tono galán. —Gracias. —digo al salir.   Caminamos por los pasillos, hasta el estacionamiento.   —Vamos en tu auto, aún no me dan uno provisorio. —comento e Isaac asiente sonriente.
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