Cuando todo empezó ella no tenía la más puta idea de lo que ocurriría al conocerlo. Ella era tan frágil y dominante a la vez. Menos que sería el tema del momento en todo el continente americano, siendo su rescate el objetivo principal. Toda aquella investigación iniciada por su novio Brandon Agostini no tendría éxito. Al principio pareció tenerlo cuando la DEA encontró el apartamento donde ellos se ocultaban. Brandon estaba allí con ellos, listo para rescatar a su princesa, pero la misión fracasó.
Ella podía escoger su libertad y dejarle ir. Era la más sensata pues siempre le reclamaba que le había destruido la vida. Pero no podía dejar de lado lo que él producía en ella todas las noches (y en el día). Aunque el alcohol muchas veces hizo estragos en ambos, ella enloquecía de placer con un solo hombre y era Ryan.
Ella escogió seguirle y huir lo que para él parecía un sueño. Él estaba comenzando a sentir muchas cosas más que un simple deseo s****l pero no lograba descifrarlo. Ese era el bendito problema. Retiró el cabello de sus ojos y observó el rostro angelical que le atrapó en la primera mirada. No era perfecto, en lo absoluto; incluso se volvía más imperfecto en cada ojeada que depositaba sobre él. Algo en la forma ovalada de su rostro, el vívido color de sus mejillas y ese leve encogimiento de los labios, le encantaba, le fascinaba.
Ryan no era de expresar o gritar sus sentimientos amorosos, nunca lo fue. De hecho, fue una de las razones por las que su última relación amorosa no terminó bien. Sheila, con su inseguridad, le pedía que le dijera cuanto le quería y cuanto le amaba. Él se lo expresaba de otras maneras que ella nunca comprendió, simplemente porque no hablaban el mismo lenguaje de amor. La principal razón de la dramática ruptura fue su vinculación directa con el asesinato de su padre, un jefe importante del condado de San Diego. Desde ese momento, él se cerró a todo lo que guardara relación con el sentimiento amoroso.
Hasta que la conoció a ella.
Con Adele todo era distinto, podía ser él mismo. Aunque a veces actuaba como un completo idiota y le lastimaba, Adele era la cura de todos sus males y no se dio cuenta sino tiempo después cuando aceptó y le confesó que “estaba sintiendo cosas más fuertes por ella”.
Ryan sujetó la manta y la elevó algunos centímetros, ver el cuerpo desnudo de Adele sobre el suyo despertaba sensaciones casi imposibles de controlar una vez que estas se proyectaban. La inminente luz del sol comenzó a hacer estragos, ella se movió un poco y gimió todavía dormida. Contrajo sus piernas y reacomodó su cuerpo. Su sueño era tan profundo que ella no planeaba despertar pronto. Él se movió con cuidado y recogió el desastre que ambos hicieron aquella noche del 31 de octubre. ¡Que manera de celebrar el día de los muertos!
Cada prenda estaba en un lugar diferente, como si un tornado arrasó con lo que llevaban puesto y lo arrojó donde le provocara, en otro continente por ejemplo.
Tras colocarse el pantalón, regresó la mirada al suelo. Su pequeña morena giró y permaneció boca arriba, justo antes de morder con tentación su rosáceo labio inferior. El recuerdo de la madrugada anterior resurgió una sonrisa en el rostro de Ryan. No sabía si ella recordaba lo ocurrido pero la simple idea de imaginarla una vez más lo llevó a querer besarle de nuevo.
Se acercó a aquel rostro tan angelical, estaba a centímetros del suyo y sus labios le llamaban deseos de unirse en un voraz beso, sin importarle si ella le correspondía o no. Increíble que esa misma mujer se transformara cuando despertaba. Era una fiera en la cama pero de noche, parecía que no rompía un plato.
Fue algo tan etéreo que la respiración de Adele se elevó un poco. Evitó abrir sus hermosos párpados y le negó el placer de ver esos sublimes ojos ante los cuales él se abatió con un estúpido enloquecimiento. De nuevo la besó, con un toque más de electricidad. Le impulsó la corriente necesaria para sacarla del ensimismamiento y hacerla caer en sus redes. Lo logró. Ella, sin aun abrir los ojos, le correspondió el beso.
Estar sola con él le causaba mariposas, y eso no estaba bien. ¿Cómo era posible que sintiera algo así por el rufián que le destruyó la carrera? ¿O sí? No, no, por supuesto que no es correcto. «Tú quieres a Brandon, Adele», se recordó a sí misma. Pero sus intentos de no sentir nada por Ryan fallaron una vez más. No le aplicaría la misma de hacía unas semanas, él buscaría a una puta y ella no lo toleraría. Ryan era de ella y nadie más.
—Hoy has estado muy callada. —comentó él, sin intenciones de pelear o discutir con ella. Adele le miró y esbozó una sonrisa suave, en sus ojos atisbó la tristeza—. ¿Quieres contarme que te pasa?
—He estado pensando muchas cosas, Ryan. —Él carraspeó su garganta y le invitó a contarle como si fueran amigos de toda la vida—. Por ejemplo, ¿veré algún día a mi familia de nuevo?
—Digamos que todo dependerá de ti. Ya sabes de lo que hablo. —Ella asintió, tragando saliva—. Te has portado regular estos meses y pues… —se encogió de hombros con una sonrisa.
—Estoy aquí, decidí seguirte, ¿no es eso un plus para sumar puntos a mi conducta? —inquirió ella, el rostro de Ryan cambió a uno de verdadera alegría o eso parecía. Él se levantó del sofá y se acercó a ella.
—¿Ah sí? —susurró sobre sus labios, muy cerca de darle un beso—. Bueno, me parece que a esa conducta todavía le falta un poquito más de esfuerzo para ser intachable. —soltó y se retiró, dejándole con las ganas.
—¿Pero qué…? ¡Ryan! —le llamé, como él no le respondía porque se divertía de haberle dejado tan caliente, ella se levantó y le siguió pero un movimiento en falso le hizo tropezar y caer encima de él. Ella no perdió el tiempo, se abalanzó sobre él sin mediar palabra y lo besó con tanta pasión y desespero.
Ryan viajó con sus manos por la suave y delgada espalda de Adele, transmitiéndole el deseo que sentía por ella. Ryan citó, sobre sus labios, una frase memorable que ella identificó al momento.
—Adele, quiero darte cosas, no quitártelas. —Ella no hizo más que mirarle y besarlo de nuevo. Ella era extraordinaria. Esa era la palabra que la describía a la perfección—. Mi précieux…
—Hmm…
—Adele…please… go to bed… —susurró con esfuerzo entre el apasionado y fogoso beso.
***
Una mañana nublada, él la llevó a pasear pues sabía que el encierro la terminaría enfermando. Con todo y que era su rehén, le importaba su salud y eso no lo tenían ningún otro secuestrador. Ella se levantó de madrugada para prepararle el desayuno y se acostó de nuevo, a su lado, en la cama. Él la abrazó, pegándola a su cuerpo para darle calor pues sabía que ella tiritaba por las noches a causa del frío que hacía.
Cuando ella despertó por fin lo pilló mirándola fijo. Lo hacía siempre que ella dormía y pensaba en el daño que le haría si se separaban. Físicamente era una diosa, su personalidad era particular, determinada y emocional. Adele era lo más cercano a una relación que él tenía después de lo ocurrido con Sheila a sus dieciocho años.
Su cerebro y corazón parecían conectados por primera vez en un mismo sentir. Ryan, sin darse cuenta, se estaba enamorando de esa mujer cuando él mismo se había jurado no enamorarse más nunca, incluso se prometió enamorarla pero en sus cálculos no estaba que él sería el primero en caer en su red.
Adele estaba en el baño, lavándose la cara y cambiándose de ropa para desayunar. Mientras él en la habitación se masturbaba pensando en ella. El nombre de Adele fue su musa cuando él deseaba follarla. La imaginaba allí, haciéndole un oral que lo llevara a otra dimensión y gimió su nombre de vez en cuando. Ella le escuchó y pegó su oreja a la puerta del baño. Cuando creyó que ella no le escuchaba, él gritó su nombre. De inmediato, ella salió del baño y le hizo frente.
—Ryan…—susurró al verle tan deseoso, poseído por el placer.
Ella lo enloquecía con su forma de hablar y caminar, incluso al mirarle. Ryan se sentía agradecido con el mismo Dios por haber creado a tan perfecta mujer. Los dos deseaban estar juntos de nuevo pero él tenía un plan para lograrlo. Se levantó cuando acabó para lavarse y desayunar.
Ella le sirvió el desayuno atendiéndolo como si él fuera su esposo.
—Quiero que hagamos algo tú y yo… —le comentó mientras ella se sentaba a comer frente a él—. Algo especial que espero te guste.
—¿Me quieres contar de qué va? —le preguntó ella, curiosa por saber que planes tenía Ryan pero este negó alegando que es una sorpresa, despertando aun más la curiosidad en ella—. Me gustan las sorpresas.
—Esta te gustará mucho más. —le prometió Ryan. Ella estaba de muy buen ánimo y eso a él le gustaba. Le besó la mejilla antes de levantarse para ducharse—. ¿Puedes esperarme? Así ahorramos agua, no sé, pues.
Ella rió y le avisó que se diera prisa si realmente deseaba ser pro-ambiente. Él soltó una carcajada, estaba bromeando pero la sola idea de compartir la ducha con ella le generaba un cosquilleo inmenso. Desde el baño, ella le gritó “Ryan, ¿vas a venir o le tienes miedo al éxito?”, él se echó a reír y se levantó al terminar de comer. Esa mujer era dinamita pura y ninguna de las prostitutas que él antes pagó no le llegaban ni a los talones. Era inevitable para ella mirar sus pectorales de vez en cuando. Pero él tampoco fue muy disimulado. En un momento ella le pilló con la vista puesta sobre sus pechos.
—Mi cara está aquí. —le recordó Adele con una sonrisa coqueta, levantándole el mentón con su dedo índice. Él sonrió y ella se sonrojó.
—Sí, pero estos son muy bellos. —susurró con el profundo deseo de besarles.
—No es necesario que me mires, siénteme. —le susurró ella, estaba encendida por dentro y sacaría su lado más pervertido. Adele le abrazó, pegándole a su cuerpo y en su oído susurró—: Era en serio lo de siénteme.